Carolina Marín: “Nadie es menos fuerte por tener un problema mental”
A dos meses de los Juegos, una lesión impidió a la tricampeona mundial competir por su segundo oro olímpico
Con 28 años, y a dos meses de los Juegos, un crac en la rodilla fundió el sueño de Carolina Marín de lograr su segundo oro olímpico en bádminton. Su psicóloga, que le enseña a manejar las toneladas de frustración que acompañan a veces a la alta competición, la ha ayudado a encajar el golpe y a volcarse en su recuperación para ir a por todas en París 2024. Ya lo hizo una vez: en 2019, ocho meses después de lesionarse, ...
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Con 28 años, y a dos meses de los Juegos, un crac en la rodilla fundió el sueño de Carolina Marín de lograr su segundo oro olímpico en bádminton. Su psicóloga, que le enseña a manejar las toneladas de frustración que acompañan a veces a la alta competición, la ha ayudado a encajar el golpe y a volcarse en su recuperación para ir a por todas en París 2024. Ya lo hizo una vez: en 2019, ocho meses después de lesionarse, ganó el Abierto de China.
Pregunta. ¿Sigue los Juegos o son demasiado dolorosos desde el sofá cuando su objetivo era el pódium?
Respuesta. Los sigo, pero en la ceremonia de inauguración sentí pena y rabia. Por un movimiento desafortunado, todo se fue a la basura.
P. La gimnasta Simone Biles se retiró de varias finales de los Juegos por problemas de salud mental. “Tenemos que proteger nuestros cuerpos y mentes, no hacer siempre lo que el mundo quiere que hagamos”, dijo. ¿Le parece un gesto valiente, necesario?
R. A veces, para el público, los deportistas somos como extraterrestres. Simone Biles, como también hizo Naomi Osaka, mostró el lado humano. Es bueno que se hable con naturalidad de los problemas de salud mental porque todavía hay quien no entiende lo que significan y me da mucha rabia. Igual que nadie me dice que compita con la rodilla rota, no le pueden exigir a Simone que lo haga sin estar mentalmente en condiciones. Nadie es menos fuerte por tener problemas.
P. Ona Carbonell tuvo que elegir entre su bebé y los Juegos porque no le permitieron llevarlo con ella en periodo de lactancia. Usted la apoyó. ¿Debería la alta competición facilitar la conciliación a las madres?
R. Apoyo a Ona, por supuesto, porque soy mujer. En los siguientes Juegos, en París, deberían dar la opción de llevar a tu bebé. Lo tenemos más complicado que los hombres por cosas como esa y deberían facilitar que maternidad y alta competición fueran compatibles porque muchas madres que han seguido compitiendo han vuelto a casa con medallas.
P. Si Fernando Rivas, su entrenador, no hubiera ido a verla jugar a aquel campeonato, cuando tenía 13 años, ¿dónde estaría ahora?
R. Uf, no sé. Pienso mucho en el destino, que me puso a Fernando en el camino. Vino a verme y al año siguiente estaba en Madrid, donde llevo 14 años. Me ha permitido dar a conocer el bádminton en mi país y es de lo que más orgullosa estoy. ¡En el confinamiento la gente jugaba más que yo!
P. Su madre cuenta que al principio ni sabía cómo se escribía bádminton. Fueron muy valientes cuando la dejaron venir a Madrid...
R. ¡Nadie lo sabía! Fueron muy valientes porque no era fácil. Yo tenía 14 años, soy hija única, ellos llevaban dos años separados... pero me dejaron cumplir mi sueño.
P. ¿Con quién se ha peleado más: con sus padres o con su entrenador?
R. (Ríe) Es una buena pregunta. Con mi padre no me peleaba tanto. Con mi madre sí porque somos de carácter fuerte. Y con mi entrenador me he peleado mucho. Diría que están igualados.
P. En la serie Puedo porque pienso que puedo (Amazon Prime), su entrenador le dice que tiene que decidir “qué humano quiere ser: ordinario, extraordinario o superextraordinario”. ¿Qué renuncias tiene que hacer alguien que se plantea ser el mejor de la historia en algo?
R. Marcas un camino al objetivo y sabes que cualquier piedrecita te puede desviar. Eso supone renunciar a mucho: a ver a tus amigos, salir de fiesta, ir a Huelva más de dos veces al año, comer lo que quieras... pero no me arrepiento de nada.
P. Dice que tiene pocos amigos. ¿Cuántos son?
R. Cinco. Están a las buenas y a las malas y estoy muy orgullosa de ellos.
P. En la serie se ve a sus amigas preguntar si su entrenador le dará permiso para salir. ¿Cuál fue la última decisión enteramente suya?
R. Mi entrenador me ha aconsejado mucho en mi vida deportiva y personal. Ha sido duro, pero quizá si no hubiera sido así de cabezón y exigente yo no habría conseguido lo que he conseguido. De pequeña era distinto, pero ya voy tomando más decisiones porque mi carrera está más cerca de terminar que de empezar.
P. Utiliza hace años big data en su estrategia deportiva. Ponga un ejemplo para profanos.
R. Empezamos al poco de venir a Madrid y desde entonces se ha desarrollado mucho a nivel mundial. Se trata de analizar las fortalezas y debilidades propias y de tus rivales y me ha dado mucha ventaja en campeonatos.
P. ¿Qué porcentaje de la victoria es cabeza y cuerpo, cuánto es talento y cuánto trabajo?
R. Creo poco en el talento y mucho en el trabajo. Yo empecé a jugar a los ocho años. A los 20 entrenaba nueve horas diarias...
P. ¿Qué cara ponían sus rivales asiáticas [en Asia el bádminton es el deporte rey] cuando les decía el número de licencias de España?
R. Yo era un bicho raro porque venía de una ciudad pequeña y de un país donde el bádminton era totalmente desconocido. Alucinaron cuando gané el primer mundial, en 2014. A partir de ese torneo tenía 10 cámaras en los partidos. Vieron el peligro.
P. ¿Recuerda el primer autógrafo que le pidieron?
R. Seguro que fuera de España.
P. ¿Y uno que pidiera usted?
R. ¡Muchos! Soy surperfán de Rafa Nadal. Hasta hoy, que ya he hablado mucho con él, me sigo poniendo nerviosa. Es el más grande del deporte español y el más humilde.
P. En el pódium suelen morder la medalla. ¿A qué sabe el oro?
R. A trabajo, sacrificio y a gratitud.
P. ¿Y la plata?
R. Depende. A veces, tu rival estuvo mejor. Otras, sabes que la liaste tú.
P. Han sido años duros. ¿Pensó en tirar la toalla?
R. Muy duros. Hace dos pensaba que las lesiones eran lo peor que me podía pasar en la vida. Desgraciadamente, hace un año murió mi padre y me di cuenta de que no. La pandemia también me ha ayudado a valorar mejor. Pero nunca pensé en tirar la toalla.
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