Una oposición que une al Gobierno

La batalla entre PP y Vox por liderar la derecha beneficia a los socialistas

Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Pablo Iglesias y Nadia Calviño, el pasado miércoles en el Congreso. Julian Rojas

El Gobierno no lo tiene fácil. Su mayoría en el Congreso está cogida con alfileres. Necesita lograr avances en una complejísima mesa de Gobiernos sobre Cataluña para garantizarse los Presupuestos, y eso inquieta al PSOE, al que ayer trató de tranquilizar Pedro Sánchez con la idea de que no habrá privilegios para Cataluña en las cuentas. La situación económica no es boyante: el Ejecutivo acaba de rebajar las previsiones de crecimiento y no puede aumentar los ingresos para hacer política social porque no tiene Presupuestos. El campo está incendiado, un asunto que inquieta especialmente en La Mon...

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El Gobierno no lo tiene fácil. Su mayoría en el Congreso está cogida con alfileres. Necesita lograr avances en una complejísima mesa de Gobiernos sobre Cataluña para garantizarse los Presupuestos, y eso inquieta al PSOE, al que ayer trató de tranquilizar Pedro Sánchez con la idea de que no habrá privilegios para Cataluña en las cuentas. La situación económica no es boyante: el Ejecutivo acaba de rebajar las previsiones de crecimiento y no puede aumentar los ingresos para hacer política social porque no tiene Presupuestos. El campo está incendiado, un asunto que inquieta especialmente en La Moncloa. Y sin embargo, el Gobierno de coalición muestra una inesperada cohesión interna y el presidente parece cada vez más tranquilo y convencido de que el Ejecutivo ha venido para quedarse varios años y puede ampliar poco a poco su mayoría. “Nosotros a lo nuestro. Si no caemos en su juego, ganamos. La derecha española tiene muy mal perder”, clamó Sánchez en el comité federal del PSOE. ¿Qué está pasando?

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Dirigentes de alto nivel del Gobierno, del PSOE y de Unidas Podemos, e incluso algunos del PP, coinciden en un análisis: la guerra interna en la oposición, con una batalla encarnizada entre el PP y Vox por buscar su espacio en estas primeras semanas, está ayudando al Gobierno.

Por varios motivos. Primero, porque nada une más que el enemigo exterior. A nadie en el Gobierno, el PSOE y Unidas Podemos se le ha escapado el ambiente de camaradería en el banco azul este miércoles, en la primera sesión de control, cuando la oposición asaeteaba a José Luis Ábalos por su polémico encuentro con la vicepresidenta venezolana en Barajas y los ministros de Unidas Podemos, y en especial Pablo Iglesias, mostraban con aplausos su apoyo al hombre fuerte del PSOE. “Nos va a ayudar mucho a la cohesión interna ir cada miércoles a enfrentarnos juntos a esa jauría. No están encontrando el tono. Ni las batallas adecuadas. De momento el PP va siguiendo la estela de Vox. Y así nos lo ponen más fácil”, resume un ministro.

Un dirigente del PP admite que aún están todos en fase de rodaje, también la oposición después de 10 meses sin sesiones de control, pero culpa al Gobierno de ser el que está buscando el choque con Vox para dejar sin espacio a Pablo Casado. Asegura que eso se vio muy claro el miércoles, cuando Sánchez despachó rápido al líder del PP pidiéndole en tono conciliador “una oposición de Estado” y se lanzó inmediatamente en tromba contra Santiago Abascal, con quien protagonizó el verdadero encontronazo de la mañana. “Tampoco es cuestión de ayudar a Casado. Con Vox hay que confrontar. Y cada vez más. Sacándoles la financiación iraní y lo que sea necesario. Vox va muy en serio y están fuertes. No podemos hacer como si no existieran”, señala otro miembro del Ejecutivo.

El tono de la oposición del PP está pues por definir. Casado tiene una cita importante este lunes en La Moncloa con Sánchez. Y ahí podrá empezar a marcar su territorio. En su entorno señalan que irá “a escuchar” pero creen que es Sánchez —que ha estado dos meses sin llamarle— quien ha forzado el alejamiento entre el PSOE y el PP y quien hace casi imposible un acuerdo. Por ejemplo, para renovar el Consejo General del Poder Judicial al tomar decisiones que en el PP ven como una provocación, como nombrar fiscal general a Dolores Delgado o prometer que cambiará el Código Penal para suavizar las penas por delitos de sedición. “Sánchez en este momento no tiene vocación de pacto con el PP. Para nosotros no tienen sentido ahora pactos descontextualizados. ¿Pactas el Poder Judicial y te tragas a la fiscal Delgado? Ahora no lo vemos. Y además hay elecciones en Galicia. Difícil”, resume un dirigente del PP.

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Sin embargo, cuanto más dura es la posición de los populares, más cómodo y unido parece el Gobierno. De hecho esta semana Sánchez e Iglesias han logrado pactar sin grandes tensiones una posición común en un asunto muy sensible para Unidas Podemos: las llamadas devoluciones en caliente de inmigrantes en la frontera de Ceuta y Melilla. Tras una reunión en La Moncloa, Iglesias aceptó que se acate la sentencia de Estrasburgo que sanciona esta práctica muy criticada en la izquierda.

Sánchez ha incorporado a Iglesias e Irene Montero —y también a Pablo Echenique y a Juanma Del Olmo, del núcleo duro de Podemos— a las reuniones clave en La Moncloa. Se ven todos los lunes con el presidente, Carmen Calvo, Adriana Lastra, los ministros José Luis Ábalos, María Jesús Montero y Salvador Illa, el jefe de gabinete, Iván Redondo, y el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver. Luego se pueden incorporar algunos a decisiones clave como esta de la política migratoria. No es un Gobierno del PSOE con algunos ministros de Unidas Podemos, como se pensó en algún momento. Es una auténtica coalición que comparte las decisiones importantes, aunque luego las gestionan los ministros, aseguran fuentes del Ejecutivo.

Algunos veteranos del PSOE y del PP asocian esta situación a la de 2005, cuando el PP disparó la crispación convencido de que José Luis Rodríguez Zapatero caería. Entonces los temas eran la negociación con ETA y el matrimonio homosexual. Este último, especialmente, supuso un gran fiasco para el PP, que vio como buena parte de su electorado apoyaba una ley que ellos recurrieron.

Ahora le puede pasar algo similar con la ley de eutanasia. La reacción del PP, que entró en tromba comparándola con una ley nazi —el popular José Ignacio Echániz habló en el Congreso de “solución final”, el nombre que se le dio al proyecto de exterminio de los judíos— inquietó a algunos dirigentes moderados de este partido, que temen caer en las guerras culturales de la izquierda y facilitar así la tarea al Ejecutivo al desviar la atención de problemas como la crisis del campo o la situación económica.

“El Gobierno no tiene dinero para hacer grandes políticas sociales. Si no vas a poder hacer una gran revolución en dependencia o resolver la financiación autonómica, la solución es tirar de la agenda de las batallas culturales. Eutanasia, memoria histórica, pin parental. No podemos caer en esa trampa. Aunque el Gobierno siempre tiene más margen para marcar la agenda”, sentencia un dirigente del PP.

Un mes después de la llegada de la coalición a La Moncloa, el Gobierno parece muy convencido de su capacidad de resistencia y la oposición empieza a pensar en qué cambios tiene que hacer para lograr debilitarlo. La situación parece estabilizarse poco a poco. Por primera vez desde 2015, se ve como posibilidad real que la legislatura se consolide y dure varios años.

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