Un sector de las bases en Cataluña se moviliza contra el centralismo de Cs

Arrimadas exhibe en paralelo su fuerza frente a los críticos con el apoyo de los principales dirigentes

Inés Arrimadas (centro), rodeada de los principales dirigentes de Cs, este sábado en un acto en Madrid.PEDRO RUIZ (CS)

En un partido que durante 14 años ha sido prácticamente monolítico, cualquier movimiento interno se vive con especial incertidumbre. Pero en la era post Albert Rivera todo ha cambiado. El debate en Ciudadanos ante el congreso de marzo ha saltado a una parte de las bases que, en un fenómeno inédito, empieza a revolverse contra el modelo organizativo que respalda la dirección, sobre todo en Cataluña. En paralelo, Inés Arrimadas hizo ayer una demostración de fuerza en Madrid.

En 2017, en la última asamblea de Ciudadanos, también se localizó en Cataluña el mayor foco de malestar entre las b...

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En un partido que durante 14 años ha sido prácticamente monolítico, cualquier movimiento interno se vive con especial incertidumbre. Pero en la era post Albert Rivera todo ha cambiado. El debate en Ciudadanos ante el congreso de marzo ha saltado a una parte de las bases que, en un fenómeno inédito, empieza a revolverse contra el modelo organizativo que respalda la dirección, sobre todo en Cataluña. En paralelo, Inés Arrimadas hizo ayer una demostración de fuerza en Madrid.

En 2017, en la última asamblea de Ciudadanos, también se localizó en Cataluña el mayor foco de malestar entre las bases. Entonces el motivo fue el ideario del partido, del que la dirección eliminó a la socialdemocracia a pesar de la oposición del alma más izquierdista. Ahora, a las puertas del congreso que decidirá quién sucede a Albert Rivera en la presidencia, la pelea se centra en el modelo organizativo y, aunque se libra también en Cataluña, ha saltado a otros territorios. La corriente crítica está logrando respaldo a su apuesta por un modelo más descentralizado en el que los militantes puedan elegir a las cúpulas regionales.

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En las más de 800 agrupaciones de militantes de Ciudadanos —una formación con 25.000 afiliados, según la gestora que lo dirige ahora— en toda España se ha estado librando una contienda soterrada esta semana sobre el modelo de partido. El sector crítico, que aúna a la corriente encabezada por el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, y al alma socialdemócrata de Cataluña, ha presentado una enmienda a los estatutos para acabar con el centralismo que caracteriza a Cs. El partido se construyó en su día contra las baronías territoriales, buscando un discurso único en toda España, lo que se tradujo en que la dirección nacional nombra y destituye a todas las direcciones autonómicas y provinciales.

“Estos 14 años están permitiendo ver los resultados de este modelo. Vemos las consecuencias en los resultados electorales, así como en los hiperliderazgos y la desmotivación de los afiliados”, defiende el diputado en el Parlamento catalán Antonio Espinosa, de la corriente crítica.

Las cifras oficiales no se conocerán hasta el lunes o el martes (las votaciones de la enmienda a la ponencia de estatutos continuaban ayer), pero el sector crítico afirma haber ganado ya en agrupaciones destacadas, sobre todo de Cataluña. Su apoyo no es tanto cuantitativo como cualitativo: es decir, el número de agrupaciones críticas es discreto en el cómputo total (88 llevan, según sus datos), pero su propuesta ha conseguido ser la más votada en lugares significativos y agrupaciones con mayor número de afiliados.

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Votaciones

Así, en Cataluña se ha impuesto en las dos agrupaciones con más militantes, las de Sarriá- Sant Gervasi y Ensanche Izquierdo (Barcelona), así como en municipios grandes del área metropolitana de Barcelona como Badalona, Tarrasa, Manresa, San Cugat del Vallés y Sant Vicenç dels Horts. Fuera de Cataluña, en agrupaciones diversas de Madrid (como la de Pozuelo, la agrupación de Albert Rivera) y en capitales como Valladolid (de donde procede Igea) y Murcia, y en la mitad de las de Zaragoza y A Coruña, siempre según fuentes de este sector.

“No se trata de ganar, sino de hacer ver a Inés Arrimadas y a todo el grupo oficial que existe una muy importante base de afiliados que quieren otro modelo, con más participación y más democracia”, incide Espinosa. “Es una enmienda muy razonable, es como funcionan el resto de partidos”, subraya el diputado en el Parlament Sergio Sanz, quien en 2017 participó en la batalla, que perdió, para no eliminar la socialdemocracia del ideario.

En el sector oficialista restan importancia a estas cifras, que no encuentran “representativas de la militancia”. Arrimadas, en un acto ayer en Madrid en el que fue arropada por las caras visibles del partido, anunció algunas medidas para favorecer la participación interna, como una App y la posibilidad de que las bases eleven propuestas a la dirección, pero remarcó la importancia de asegurar “un mismo discurso en toda España”, el argumento con el que rechaza que los militantes elijan a los líderes territoriales. La candidata sí dejó ver que huye del hiperliderazgo que caracterizó a Rivera. “No creo ni en los salvapatrias ni en los salvapartidos. Creo en los equipos”, proclamó.

Arrimadas exhibe sus apoyos

La foto final fue la clave del acto celebrado ayer en Madrid en el que Inés Arrimadas, única candidata de momento a la presidencia de Ciudadanos, presentaba sus principales propuestas para el partido. Tras su discurso subieron al escenario 28 dirigentes del partido, que se situaron ordenadamente en dos filas, en una imagen que mostraba que el respaldo a Arrimadas es casi unánime en la cúpula. Estaban todos los miembros de Gobiernos territoriales (salvo Francisco Igea) y las caras más reconocibles de Cs, incluido Luis Garicano, jefe de filas en Europa y quien lideró la corriente crítica en la etapa de Rivera. Arrimadas defendió un Cs “de centro, moderado”, y “un partido puente para hacer consensos”

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