ANÁLISIS

Un lenguaje que lo contaminó todo

ETA impuso un léxico manipulador al que durante años no se hizo frente

Pintada de agradecimiento a ETA en el barrio antiguo de San Sebastián. En vídeo, declaraciones de Mariano Rajoy.Foto: atlas | Vídeo: JAVIER HERNÁNDEZ

ETA no ha evitado los eufemismos y las manipulaciones ni siquiera en su comunicado de disolución,  donde anuncia “el final de su trayectoria”; una locución que serviría lo mismo para la retirada de un futbolista que para un despido laboral o para un fallecimiento: "Ha llegado usted al final de su trayectoria".

En ese texto último se reproducen muchas de las palabras de ETA que contaminaron la política española durante toda su existencia: conflicto, lucha armada, liberación, pueblo vasco… Porque tales vocablos fueron asumidos acríticamente por medios de comunicación y políticos de todo s...

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ETA no ha evitado los eufemismos y las manipulaciones ni siquiera en su comunicado de disolución,  donde anuncia “el final de su trayectoria”; una locución que serviría lo mismo para la retirada de un futbolista que para un despido laboral o para un fallecimiento: "Ha llegado usted al final de su trayectoria".

En ese texto último se reproducen muchas de las palabras de ETA que contaminaron la política española durante toda su existencia: conflicto, lucha armada, liberación, pueblo vasco… Porque tales vocablos fueron asumidos acríticamente por medios de comunicación y políticos de todo signo.

En general, la obsesión de ETA plasmada en su léxico consistía en verse como un ejército que defendía a un hipotético Estado vasco y que hacía la guerra de igual a igual contra el Estado español y sus correspondientes fuerzas armadas.

He aquí algunos ejemplos:

Activista. La prensa del franquismo ya denominaba "activistas" a los etarras; y esa manipulación sobrevivió muchos años. Este vocablo se podía aplicar también a un luchador por los derechos humanos, a una defensora de la ecología, a una feminista… Se usó mucho tiempo hasta que fue desplazado por el vocablo "terrorista".

Cárcel del pueblo. ETA llamaba así a las “guaridas” para esconder a los secuestrados. Pero también las noticias decían “se halló una cárcel del pueblo”.

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Comandos. Los “grupos” de terroristas se denominaban “comandos” no sólo en el léxico de ETA sino en el de todos los medios. Se daba así una usurpación más del lenguaje militar. Con el tiempo se escribió en cursiva.

Conflicto vasco. La violencia de ETA fue durante mucho tiempo “el conflicto vasco”. Pero un conflicto vasco puede ser la huelga en una empresa bilbaína, o el recurrente contencioso por el cupo. La palabra “conflicto”, asumida por muchos, minimizaba la gravedad de lo que sucedía. Además, ese conflicto se daba “entre España y Euskadi”, no entre los propios vascos.

Ejecuciones. Los asesinatos se llamaban “ejecuciones” en los comunicados de ETA, pero esa idea se colaba también en la prensa y en el discurso político. La palabra “ejecución” remite a una sentencia, a un tribunal, a un procedimiento, a la posibilidad de que el acusado se defienda. Son ejecuciones las que se practican en EE UU, donde existe la pena de muerte. El sustantivo “ejecución” y el verbo “ejecutar” encubrían “asesinato” y “asesinar”, y pretendían representar una vez más el supuesto Estado vasco en el que ETA lo era todo, incluso la justicia.

Grupo armado. La prensa se refería a menudo así a ETA (sin decir “terrorista”), y aún lo hacen muchos medios extranjeros.

'Gudari'. Este término en euskera significa “soldado”, y desplazaba a “terrorista”.

Impuesto revolucionario. ETA se apropiaba de la palabra “impuesto” en la evocación de un hipotético Estado vasco con su sistema fiscal. Se llamaba así a la extorsión a empresarios a cambio de la inmunidad ante atentados y secuestros. La palabra “revolucionario” pretendía justificar esa práctica cruel, pues una revolución no puede detenerse en formalidades como la declaración de la renta.

Miembro liberado. El etarra que vivía de serlo, en el léxico de ETA y hasta de la policía. Es decir, un “asesino a sueldo”.

Militar. En su ensoñación castrense, ETA se llamó “militar” (ETA Militar), dentro de esa representación de una guerra.

Paz. Para ETA la “paz” sólo equivalía a la independencia de Euskadi. Una paz que se buscaba por el procedimiento de impedirla. En cuanto ETA dejó de buscar su paz, llegó por fin la de todos.

Prisioneros. En el lenguaje terrorista, los secuestrados.

Pueblo vasco. Para ETA, el “pueblo vasco” era un todo homogéneo. Sin embargo, centenares de vascos murieron con sus balas y sus bombas.

Refugiados. Los etarras huidos a Francia, donde gozaron de inmunidad mucho tiempo. La palabra “refugiados” se aplica con más rigor a quienes escapan de una dictadura, del hambre o de la guerra, pero esta voz era perfecta en la lógica de ETA y sus manipulaciones. Sin embargo, se trataba de simples fugitivos o prófugos.

Resultó muerto. Las víctimas resultaban muertas. No eran asesinadas. Por increíble que parezca ahora, ésa era la expresión usada por las agencias de noticias y, a causa de ello, por casi todos los medios.

Tregua. Cuando ETA dejó de matar temporalmente, por conveniencia táctica o porque deseaba hablar con el Gobierno de turno, su entorno usó la voz “tregua”, que fue asumida incluso por los partidos constitucionalistas. Esta palabra, tan antigua que nos llegó con los godos (triggwa), evoca tres ideas: una guerra que se interrumpe, dos ejércitos que la pactan y un acuerdo para aplicarla. Ninguna de estas tres circunstancias se daba, pero los terroristas se beneficiaban de sus connotaciones en esa ensoñación sobre una guerra de igual a igual (simetría inexistente). Tanto efecto tuvo “tregua” en las representaciones mentales de mucha gente, que durante esos periodos hubo voces que reclamaban al Estado que cumpliera su parte en la “tregua” y dejara de practicar detenciones. El dirigente del PNV Iñaki Anasagasti dijo el 10 de marzo de 1999, tras unas detenciones de etarras, que esas actuaciones no le parecían muy oportunas, pues colocaban “el proceso de paz en una situación delicada”. Su compañero José Antonio Urbiola propuso públicamente el 30 de octubre de 1999 que la Justicia no actuara durante la “tregua”. Otras voces secundaron en los medios lo inoportuno de esas acciones del Estado. Y en ese periodo, la policía vasca detuvo a 7 personas relacionadas con la violencia callejera, mientras que en 1997 habían sumado 75. La llamada "tregua" era solamente un “alto el fuego” mediante el que los asesinos dejaban de matar. Pero no por ello se volvían inocentes y debían quedar absueltos de cuanto habían matado. Ni siquiera ahora.

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