¡Cambio de pareja!
La amenaza común de Ciudadanos estimula la insólita afinidad de Rajoy y Pedro Sánchez
El encuentro que Ciudadanos y Podemos han predispuesto este jueves desde la aversión común al bipartidismo enternece tanto como la sintonía política entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Podría demostrar lo contrario la discrepancia del “expediente Guindos” y los ásperos antecedentes de la relación, pero el líder socialista y el popular han encontrado en la amenaza de Ciudadanos el mejor a...
El encuentro que Ciudadanos y Podemos han predispuesto este jueves desde la aversión común al bipartidismo enternece tanto como la sintonía política entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. Podría demostrar lo contrario la discrepancia del “expediente Guindos” y los ásperos antecedentes de la relación, pero el líder socialista y el popular han encontrado en la amenaza de Ciudadanos el mejor argumento de la intimidad y del consenso. No sólo en nombre del antiguo régimen -PP-PSOE y viceversa-, sino como garantía de continuidad a una legislatura cuya precariedad pone a prueba incluso la pasividad creativa de Rajoy.
El presidente del Gobierno fue -y es- presidente gracias al aliento de Ciudadanos y contra la opinión de Sánchez, pero es Sánchez ahora quien apuntala a los populares frente a la beligerancia de Rivera, protagonista de una tendencia demoscópica que inquieta el bipartidismo, y víctima de un abracadabrante estado de amnesia:"Rajoy es especialista en proteger a los corruptos de su partido. España no se merece un presidente que tape la corrupción".
No es muy diferente éste presidente del que Rivera se avino a investir, pero la victoria de Cataluña y el viento propicio de los sondeos han replanteado la estrategia de cohabitación. El aliado ha mutado en rival. Y la legislatura se antoja amenazada, tanto por el acoso de Cs a la nave nodriza como porque la prolongación del 155 dificulta que el PNV acceda a suscribir los Presupuestos Generales. Es consciente Rajoy de encontrarse aislado, pero su paciencia desesperante -desesperante para los demás- favorece la idea de bunkerizarse, de resistir el último hálito de la agonía. Sobre todo porque un adelanto electoral beneficia descaradamente la coyuntura de Ciudadanos y porque a Rivera, en cambio, le perjudica el calendario ortodoxo de los comicios municipales y autonómicos (2019). Su partido no es una red capilar, sino un movimiento neomacroniano que reluciría en las legislativas. Y que aspira a mecanizar la bisagra desde el posibilismo del centro político.
Tanto se ha alejado Rivera de Rajoy que ha sobrepasado el tabú de la causa catalana -le ha pedido explicaciones por la contribución del FLA al proceso soberanista-, que ha puesto en aprietos la frágil cohesión constitucionalista y que ha decidido abrazarse con Pablo Iglesias, subordinando los tiempos en que el líder de Podemos lo degradaba al chicle de MacGyver.
Les une ahora la vulnerabilidad del PP y del PSOE como lo hace el consenso de una reforma electoral, aunque uno y otro motivo añade morbosidad y estupefacción a la nueva coreografía del baile. Se han cambiado las parejas. Mariano danza con Pedro. Y Albert lo hace con Pablo. Quizá porque las mejores baladas también las han compuesto los grupos de hard rock.