De los márgenes a lo visible

Iñigo Urkullo, el lehendakari del País Vasco, se ha comprometido a rechazar cualquier relato justificativo del terrorismo

El 5 de junio de 2015, el lehendakari Iñigo Urkullu proclamaba en San Sebastián (Gipuzkoa), la ciudad más castigada por el terrorismo, y ante asociaciones de víctimas de toda España, que el final de la violencia “no puede pasar página sin clarificación, reconocimientos ni crítica explícita sobre lo sucedido”. Pidió perdón a las víctimas por reaccionar mal y tarde frente al terrorismo y se comprometió a rechazar cualquier relato justificativo del mismo.

Aquel acto del Gobierno vasco, realizado en el epi...

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El 5 de junio de 2015, el lehendakari Iñigo Urkullu proclamaba en San Sebastián (Gipuzkoa), la ciudad más castigada por el terrorismo, y ante asociaciones de víctimas de toda España, que el final de la violencia “no puede pasar página sin clarificación, reconocimientos ni crítica explícita sobre lo sucedido”. Pidió perdón a las víctimas por reaccionar mal y tarde frente al terrorismo y se comprometió a rechazar cualquier relato justificativo del mismo.

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Aquel acto del Gobierno vasco, realizado en el epicentro de la actividad de ETA, consagró la visibilidad y centralidad de las víctimas en el relato del terrorismo y como tal fue reconocido por las asociaciones, tras muchos años de marginalidad.

Durante la Transición, la confusión era absoluta en Euskadi ante una ETA obstinada en el terrorismo, que se veía beneficiada por actuaciones de unas fuerzas de seguridad sin adaptar aún a los métodos democráticos. Tal era la confusión que algunos, que años más tarde liderarían movimientos sociales contra ETA, mantuvieron entonces la equidistancia entre la banda y el Estado.

Incluso el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, el primer gran acuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas, que implicó la deslegitimación política del terrorismo de ETA, marginó a las víctimas. Entonces, tanto el Gobierno de Felipe González como el vasco de José Antonio Ardanza pensaban en un final dialogado con ETA de paz por presos. En ese esquema negociador, las víctimas podían ser un obstáculo.

Pero en 1999, cuando José María Aznar se involucró en las negociaciones con Batasuna y ETA en el proceso de diálogo de Lizarra, trató de aliviar el resquemor de las asociaciones de víctimas, con el impulso de la Ley de Víctimas del Terrorismo, con el PSOE, que supuso su reconocimiento legal.

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Visibilidad

Para entonces, las víctimas empezaban a tener una visibilidad, muy vinculada al auge de los movimientos sociales contra el terrorismo. Gesto por la Paz, vinculada al Pacto de Ajuria Enea, en los ochenta, y el Foro de Ermua y Basta Ya, a fines de los noventa, movilizaron a la sociedad con las víctimas. Las movilizaciones con el lazo azul, durante los secuestros de Julio Iglesias y de José María Aldaya, y la sublevación por el asesinato de Miguel Ángel Blanco fueron hitos a los que las víctimas deben su visibilidad más que a Gobiernos y partidos que fueron arrastrados.

De modo que durante el último proceso dialogado, en 2006, ya no fue posible el olvido de las víctimas, como en Argel y Lizarra, según recuerda el filósofo Reyes Mate. Una cara amarga de esa etapa fue la utilización política contra el Gobierno Zapatero que el PP, en la oposición, hizo de las víctimas, como ha denunciado la expresidenta de la AVT, Ángeles Pedraza. Con el acto de este miércoles del PP de apoyo a las víctimas en precampaña incurrió en su utilización política.

Tras el fin del terrorismo, Euskadi aborda la convivencia. Reyes Mate dice que en Alemania fue posible el reconocimiento de las víctimas alemanas de los aliados cuando la sociedad germánica interiorizó que las principales víctimas fueron los judíos. Las víctimas de ETA comparten con los judíos la marginación social a que fueron sometidas, sobre todo en los setenta y ochenta.

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