Análisis

Otro problema para Rajoy y Rubalcaba

Cuando el PNV quiera, Mariano Rajoy tendrá otro caso Cataluña sobre la mesa, otro quebradero de cabeza soberanista

Cuando el PNV quiera, Mariano Rajoy tendrá otro caso Cataluña sobre la mesa, otro quebradero de cabeza soberanista. Es la baza que durante la campaña electora se ha resistido a enseñar Iñigo Urkullu ante el acoso porque, imperturbable, se ha sentido mucho más interesado en apropiarse de ese voto útil procedente de cuantos se sentían amenazados por el poder real de EH Bildu. Y ha acertado en la estrategia, sobre todo porque marca una sensible di...

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Cuando el PNV quiera, Mariano Rajoy tendrá otro caso Cataluña sobre la mesa, otro quebradero de cabeza soberanista. Es la baza que durante la campaña electora se ha resistido a enseñar Iñigo Urkullu ante el acoso porque, imperturbable, se ha sentido mucho más interesado en apropiarse de ese voto útil procedente de cuantos se sentían amenazados por el poder real de EH Bildu. Y ha acertado en la estrategia, sobre todo porque marca una sensible diferencia con los radicales. Con todo, y para tranquilidad de Rajoy, todavía queda mucho tiempo para que el futuro lehendakari lance ese órdago. Bien es cierto que los abertzales instarán a Urkullu a dar el paso cuanto antes desde el Parlamento vasco y más a partir de los resultados de Cataluña, pero el reconocido pragmatismo del PNV atemperará las urgencias identitarias desde Euskadi. Hay tiempo hasta 2015 para ir construyendo los puentes suficientes del nuevo estatus político.

Mientras tanto, Alfredo Pérez Rubalcaba se habrá sentido urgido a buscar una desesperada salida ideológica a un PSOE que se busca a sí mismo entre descalabros electorales que provocan una sangría de desafectos que parece no tener fin. De hecho, el castigo de Euskadi es un golpe seco porque llena de dudas el debate sobre el rumbo socialista.

En un país que ha entregado con meridana claridad al PNV la confianza en la búsqueda de soluciones a la crisis económica y a EH Bildu la legitimación a su reciente apuesta política en favor de la independencia después de décadas sustentando el terrorismo de ETA, el PSE-EE se sienta aturdido en el diván, desconcertado por tamaña bofetada social. Incapaz de apropiarse de un espacio propio en el debate identitario por sus dudas para hilvanar un guión ajustado a la nueva realidad tras la llegada de la paz, los socialistas temen por la sacudida que le supondrá a partir de ahora su soledad institucional, al margen de posibles acuerdos con el PNV, como predijo EH Bildu.

Euskadi ha penalizado seriamente el pacto político entre socialistas, principalmente, y populares más allá del efecto directo que supuso arrojar al PNV, y en concreto al soberanista Juan José Ibarretxe del poder. La conquista del Gobierno vasco por este procedimiento tan atípico entre sensibilidades opuestas, aunque surgiera en un escenario donde ETA seguía matando y las libertades no eran respetadas, nunca agradó a la mayoría del PSE-EE. Anoche llegó el cruel veredicto, sobre todo para la figura de Patxi López que ve comprometida en exceso su apuesta política por encima de su gestión como lehendakari.

Tras el 21-O, que no se ha alejado demasiado de los pronósticos, Euskadi vuelve a quedar partida en dos, aunque cada lado de la balanza no dispone del mismo peso real para la exigencia de sus aspiraciones. Desde posiciones enfrentadas en materia identitaria y cruzadas en cuanto a propuestas económicas, todo pasa por la conquista de mayorías en un juego de geometría variable que ha venido para quedarse en la vida institucional vasca. Pero Rajoy no dejará de mirar a Euskadi porque sabe que cualquier día le pueden dar un disgusto.

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