Invertir en la infancia: la innovación que define el futuro de América Latina y el Caribe
Cada dólar invertido en servicios de calidad para los niños de cero a cinco años puede generar retornos de hasta un 14% anual
En América Latina y el Caribe, donde los desafíos económicos, sociales y ambientales se acumulan, las inversiones públicas suelen medirse por su impacto inmediato: empleos generados, kilómetros de carretera construidos, o aulas habilitadas. Sin embargo, los retornos más altos y duraderos provienen de un lugar mucho más silencioso: los primeros años de vida.
Durante las dos últimas décadas, la región ha avanzado significativamente para garantizar que los niños de cero a cinco años accedan a servicios de cuidado y educación de calidad. La cobertura para niños de tres a cinco años pasó de alrededor del 47% a casi el 65%, según datos del Instituto de Estadística de la Unesco, y cada vez más países incorporan estándares para evaluar la calidad de los centros, la formación de los cuidadores y la pertinencia de los entornos educativos. Jamaica, México y Brasil son ejemplos de países que están institucionalizando esta mirada de largo plazo.
Pero la expansión por sí sola no basta. Lo decisivo es innovar, adaptar soluciones a contextos diversos y transformar buenas prácticas en políticas sostenibles. La experiencia del Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano, creado en 2017 como una alianza entre el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Porticus y las fundaciones Van Leer, FEMSA y Maria Cecilia Souto Vidigal, muestra cómo la creatividad, la evidencia y la colaboración pueden cambiar vidas desde los primeros años.
Innovar para crecer
El Fondo nació con el objetivo de apoyar ideas innovadoras que encontraran nuevas maneras de conectar con las familias más vulnerables y medir su impacto. Ocho años después, más de 700.000 niños y 300.000 madres, padres y cuidadores se han beneficiado de proyectos que combinan tecnología, acompañamiento familiar y fortalecimiento institucional.
En Jamaica, un programa pionero de visitas domiciliarias se volvió un modelo global por mejorar el desarrollo cognitivo. Al adaptar el reconocido Reach Up and Learn durante la pandemia, pasó de visitas presenciales a formatos remotos e híbridos con videollamadas y encuentros breves dirigidos por personal de salud. Esta innovación alcanzó a 60.000 familias y mantuvo el apoyo cuando más se necesitaba, con avances medidos en cognición y lenguaje.
En México, cinco innovaciones transformaron el apoyo al aprendizaje temprano en el hogar. Una de ellas permitió a educadores capacitados guiar a madres, padres y cuidadores en actividades de juego para estimular el desarrollo de niños de cero a dos años. Junto con programas de crianza centrados en lactancia, autoestima y estimulación temprana, estas iniciativas alcanzaron a más de 537.000 niños y cuidadores, apoyadas por herramientas digitales y evaluaciones rigurosas.
En Brasil, el Fondo impulsó intervenciones innovadoras, beneficiando a más de 57.000 niños, niñas y cuidadores. Los proyectos combinaron acompañamiento a familias con contenidos clave como lactancia, vínculos tempranos y salud mental materna. Además, se evaluaron intervenciones de corta duración y de bajo costo para reducir prácticas de crianza violentas y promover la comunicación positiva entre cuidadores y niños.
El retorno más alto de todos
La evidencia económica es concluyente: cada dólar invertido en servicios de calidad para la primera infancia puede generar retornos de hasta un 14% anual. Se trata de beneficios tangibles a lo largo de la vida: mejores resultados educativos, mayor productividad laboral, menor criminalidad y mejor salud que superan ampliamente los costos iniciales. En contraste, el costo de no actuar es enorme. Según estimaciones de la revista científica The Lancet, las brechas en acceso y calidad durante los primeros años le cuestan a la región alrededor del 1,6% del PIB. En términos simples, estamos perdiendo riqueza, talento y cohesión social por no invertir donde más importa.
Estamos perdiendo riqueza, talento y cohesión social por no invertir donde más importa
Los proyectos del Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano demuestran que la transformación ocurre cuando gobiernos, sector privado y comunidades trabajan juntos. Los gobiernos aportan escala; el sector privado, agilidad; y las comunidades, conocimiento del territorio y confianza.
Esta combinación permite que las innovaciones pasen de ideas prometedoras a políticas públicas con impacto. América Latina y el Caribe han demostrado que se puede ampliar la cobertura y mejorar la calidad de los servicios para la primera infancia. El reto ahora es sostener ese impulso con innovación que fortalezca capacidades locales.