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Delhi acelera la electrificación de los ‘tuctucs’, en una ciudad asfixiada por la polución

La modernización de este popular medio de transporte en la capital india busca aliviar el tráfico y reducir la contaminación

Por las calles de Shahjahanabad, la vieja Delhi amurallada, los cláxones no descansan ni cuando cae la lluvia del monzón. Pero por sus vías congestionadas de tráfico, los tuctucs y los mototaxis se abren paso. Son los llamados “vehículos de última milla”, los que ayudan a los habitantes de la capital india a acelerar en su tramo final y llegar, por ejemplo, a estaciones de metro para evitar el riesgo de caminar por vías que muchas veces no tienen aceras para los peatones.

Los vehículos de tres ruedas pueden ser una solución en una urbe con más de 30 millones de habitantes, uno de los peores índices de contaminación del planeta —la calidad de su aire generalmente oscila entre “insalubre” y “peligrosa”—, y donde 153.972 personas perdieron la vida en un siniestro vial en 2023 (el último con cifras disponibles), según el informe Accidentes de Tráfico en India. Delhi apuesta ahora por reconocer y regular este ejército de tuctucs y mototaxis que mueve millones de personas para reducir la congestión, mejorar la calidad del aire y ordenar un sistema que, hasta ahora, funcionaba en gran parte al margen del Estado.

Casi el 80% del parque automotor de la India está compuesto por vehículos de dos y tres ruedas, según el informe El estado del transporte público informal en India. Sin embargo, la mayoría opera sin registro, fuera del radar del Estado. Se calcula que en todo el país circulan unos 1,5 millones de mototaxis eléctricos, aunque solo 150.000 están registrados oficialmente. Esta red informal de transporte, sostenida por particulares o pequeños grupos, cubre entre el 4% y el 6% de los desplazamientos urbanos en todo el país.

Con el fin de acelerar la transición hacia los vehículos eléctricos, Delhi ha lanzado una política específica para ellos, con incentivos fiscales, exención de tasas de matriculación y la decisión de reservar los nuevos permisos exclusivamente para vehículos de cero emisiones. Los antiguos modelos de gasolina y diésel están siendo desguazados. Es el primer paso hacia un intento de regulación y, sobre todo, de reconocimiento.

India está adoptando la movilidad eléctrica no solo por el clima, sino porque el combustible se ha vuelto impagable
Andrea San Gil León, directora de la Red Global de Transporte Popular

“India está adoptando la movilidad eléctrica no solo por el clima, sino porque el combustible se ha vuelto impagable”, explica por videollamada Andrea San Gil León, directora de la Red Global de Transporte Popular (GNPT). “El país ha reconocido que el transporte de tres ruedas no es marginal, sino esencial”, añade.

Otro de los desafíos es garantizar la financiación de la transición hacia los vehículos eléctricos. Según Vivek Jain, cofundador de la empresa Stride Green, el 60% de los vehículos de tres ruedas en India ya lo son, pero el nuevo ecosistema de vehículos eléctricos tardará en consolidarse. “La movilidad eléctrica requiere una infraestructura financiera especializada, capaz de evolucionar con la innovación”, explica. Stride Green trabaja con bancos locales para ofrecer créditos asequibles a conductores que quieren cambiar su vehículo. “Muchos no pueden acceder a préstamos tradicionales. Si logramos desbloquear ese capital, la transición será mucho más rápida”.

San Gil León subraya que la electrificación de los vehículos populares no es tan costosa como suele creerse. “Es barata y rentable. Se ve en África y en Asia, donde los microcréditos y la producción local están haciendo posible esa transición”. Para ella, el desafío no es tecnológico, sino político: “Falta regulación, legitimidad y políticas públicas que reconozcan la importancia de los conductores de mototaxis”.

Reconocimiento

Bajo la sombra de un árbol de mango en el barrio de Lodi, Abhilakh Singh descansa antes de finalizar su turno diario manejando un tuctuc. Singh es youtuber y conductor de este vehículo de tres ruedas para pasajeros a través de aplicaciones como Uber. Mientras espera a los viajeros y toma un sorbo de chai callejero, el joven conductor comenta orgulloso que cuenta con una calificación de cinco estrellas en la aplicación y que trabaja entre ocho y 10 horas en horario diurno, lo cual le permite alcanzar un ingreso mensual de aproximadamente 40.000 rupias indias (unos 394 euros). “El tráfico de vehículos ha aumentado mucho en los últimos cinco años, así que cuando anuncian mala calidad del aire, uso mascarilla”, comenta Singh.

Su vehículo, de gas natural comprimido, es más limpio que los antiguos de gasolina, pero no tanto como los nuevos eléctricos que empieza a ver circular por las avenidas. “Si me lo pudiera permitir, cambiaría. Los clientes lo prefieren: dicen que son más silenciosos”, comenta.

Rashmi Chowdhury es enfermera en Delhi y complementa su salario como conductora de motocicleta después del trabajo. También tiene una buena calificación en Uber, lleva dos años trabajando con la empresa y gana unas 20.000 rupias al mes por trabajar seis horas, entre las tres de la tarde y las nueve de la noche. “Conducir puede ser un trabajo peligroso, debido a la posibilidad de choques o accidentes, pero me enorgullece ser mototaxista porque tengo libertad y los pasajeros valoran mi trabajo, ya que gracias a mí podrán coger el próximo tren”, explica sonriente.

“El Estado se encarga del transporte masivo, pero deja en manos de los privados el desarrollo de los taxis. Las plataformas como Uber surgieron para monetizar la interacción entre oferta y demanda, pero es necesaria una regulación”, explica San Gil León.

Muchos países no reconocen que regular los tuctucs o electrificar los mototaxis también son acciones climáticas
Andrea San Gil León, directora de la Red Global de Transporte Popular

El transporte y la acción climática

India, el tercer mayor emisor mundial de gases de efecto invernadero —en valores absolutos, no en emisiones per cápita— según el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, prepara su nueva Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) para presentarla en la COP30. En ese proceso, el transporte popular podría convertirse en una pieza clave.

Para Andrea San Gil León, muchos países implementan medidas de movilidad, pero no las perciben ni entienden como acciones climáticas. “Muchos países no reconocen que regular los tuctucs o electrificar los mototaxis también son acciones climáticas”, afirma. “Si lo hicieran, podrían acceder a fondos verdes internacionales”.

La experta costarricense concluye con una reflexión más amplia: “En el Sur Global hay un fuerte colonialismo internalizado: queremos copiar a Europa o a Estados Unidos [con coches eléctricos], en lugar de aceptar nuestros medios de transporte y pensar en formas realistas de modernizarlos para ofrecer una movilidad con bajas emisiones”.

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