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Las electricistas que llevan energía solar a pueblos de Gambia para cambiar la vida de otras mujeres

Jóvenes formadas en renovables impulsan emprendimientos femeninos en zonas rurales del país africano

“¿Dónde está el hombre que tiene que hacer este trabajo?”, le preguntaron a Fatoumatta Trawally cuando llegó a una casa para hacer una instalación de energía solar. “No hay ningún hombre, lo hago yo”, respondió la joven de 25 años. Horas después, la familia tenía el sistema en su vivienda y alababa la pericia de la chica. No es usual ver a mujeres hacer este tipo de trabajos en un país como Gambia. Sin embargo, el centro de formación profesional para mujeres Fandema, en Tujereng, al oeste del país, está cambiando esta realidad.

En Gambia falta trabajo formal para las mujeres y electricidad en las zonas rurales. Solo un 36,7% de las mujeres tiene un empleo, de acuerdo con la Encuesta Laboral de Gambia. De las que tienen un trabajo, el 85% está en el sector informal. En cuanto a la electricidad, el 67% de la población tiene acceso a este servicio; pero, en las zonas rurales, esa cobertura baja al 35%, según datos del Banco Mundial

El Gobierno de Gambia ha apostado por impulsar las energías renovables, especialmente la solar, con el fin de promover el uso de fuentes de energías limpias, reducir la dependencia de combustibles fósiles y solucionar uno de los grandes problemas del país, la carencia de electricidad. En el país, solo el 1,6% de la energía viene de fuentes renovables (sin contar la de hidroeléctricas), según datos del Banco Mundial.

Entre otras medidas, ha construido un parque solar fotovoltaico de 23 megavatios en Jambur, al oeste de Gambia, que esta destinado a proporcionar electricidad a aproximadamente 18.500 hogares. En su instalación trabajaron, durante seis meses, 20 mujeres formadas en Fandema. Trawally fue una de ellas. En su inauguración, en marzo de 2024, el presidente Adama Barrow recordó la intención de su Gobierno de conseguir que el 50% de la oferta de energía del país se produzca a partir de fuentes de energía renovable para 2030.

Fandema es un proyecto de la ONG Mbolo que trata de responder a ambos problemas: a través de la formación profesional de las mujeres, promueve el uso de energías renovables en África occidental. La iniciativa se centra en generar puestos de trabajo y oportunidades de negocio para las jóvenes que forma. Además, ha creado una iniciativa adicional: las Plataformas Solares Multifuncionales integradas, principalmente, por mujeres, en distintos pueblos de Gambia, para desarrollar emprendimientos basados en aplicaciones de energía solar. Hasta el momento, 90 alumnas han pasado por sus procesos formativos.

“En la actualidad, el 30% de la electricidad que se consume en Gambia procede de fuentes renovables y el 30% de las instalaciones ha sido realizado por mujeres que hemos formado en Fandama”, afirma Malang Sambou fundador y director, junto a su esposa Silvia Llopart Garcìa, de la ONG Mbolo. Durante los seis años que Sambou vivió en el municipio catalán de Torrelles de Llobregat, cursó un Máster en Cooperación Internacional y otro en ESADE, y se formó en energías renovables, gracias a lo cual pudo iniciar este proyecto destinado solo a mujeres.

Tras tres años de estudios, algunas de las jóvenes de la primera promoción fueron elegidas para seguir formándose y convertirse en profesoras. Ahora, son ellas las que enseñan a las nuevas alumnas. El resto comenzó a trabajar en distintas sociedades y son parte de los equipos que están dotando de energía solar a escuelas, centros de salud, edificios oficiales o viviendas y emprendimientos privados por todo el país. Porque la idea de la escuela no es solo proporcionarles estudios, sino también garantizar su inserción en el mundo laboral. El sueldo medio de un instalador solar en Gambia es de 400 dalasis al día (unos 4,7 euros), pero a estas mujeres algunos empleadores les querían pagar la mitad. “Hubo que luchar mucho para que estas chicas recibieran el mismo salario que sus compañeros por el mismo trabajo. Pero, tras mucho insistir, lo conseguimos”, asegura Sambou.

En Tankular, un poblado junto al río Gambia, las chicas de Fandema han instalado una bomba solar que proporciona agua que permite a una cooperativa de mujeres regar sus huertos. Después de un año de prueba, ha aumentado la superficie cultivada y el número de cultivos. Fatou Njie, también formada en la escuela, es, a sus 33 años, la encargada de supervisar estos programas. Antes, pasó un largo tiempo instalando plataformas solares por todo el país. Periódicamente, recorre Gambia para visitarlos. Njie, tras revisar las instalaciones y ver que todo funciona, habla de la segunda fase del proyecto que pasa por la instalación de más paneles para bombear más agua y alimentar refrigeradores.

En Sinchu Alagie, se comenzó de la misma forma. Una bomba con nueve paneles solares que proporcionaban tres kilovatios de electricidad y, tras un año, el proyecto se amplió. Ahora 15 paneles proporcionan cinco kilovatios. Con ellos, además de la bomba, se da electricidad a los ventiladores que suavizan la temperatura de la granja de 500 pollos que las mujeres de la cooperativa Poultry and Farmers of Sinchu Alagie han montado. Esa electricidad también hace funcionar la máquina con la que fabrican el pienso para las aves a partir de mijo y a varios congeladores donde las conservan, una vez sacrificadas, hasta ser trasladadas a los mercados. El acceso a la luz ha permitido pasar de tres ciclos de negocios al año en la actividad productiva de pollos a seis. Esto genera mayor margen de beneficios para las mujeres de la cooperativa.

El acceso a la energía también hace posible una de las grandes novedades del proyecto y que ha cambiado la vida de estas mujeres: una lavadora. Pagan 30 dalasis (0,37 euros) por cada 60 kilos de ropa. Algo que les ahorra mucho esfuerzo y tiempo que ahora pueden dedicar a ellas mismas o a sus emprendimientos.

En Fass, cerca de la frontera con Senegal, la gran riqueza es la producción de cacahuetes y la instalación solar del proyecto, supervisado por Aida Camara y Habbi Njie, da electricidad a una planta de transformación de este producto: lo pela, tuesta y produce mantequilla o aceite. La siguiente fase del proyecto buscará la instalación de cocinas solares comunitarias de inducción.

En Kudang Tenda, 15 paneles solares, que producen nueve kilovatios, alimentan una fábrica de hielo, varios frigoríficos y una lavadora. Este es un pueblo a orillas del río Gambia que vive de la pesca. Ahora, el pescado se puede conservar gracias al hielo y las mujeres venderlo en mercados más lejanos a los que antes no podían acceder. Aquí, la próxima etapa contempla llevar la electricidad a todas las casas de la pequeña localidad.

Njie revisa las instalaciones, las baterías o las cajas de control junto a Aliu Secka, el único hombre del proyecto, encargado del mantenimiento del sistema solar. Él comenta que la primera vez que vio aparecer en el pueblo a un grupo de mujeres para hacer la instalación de todo el sistema, no se lo podía creer. Su orgullo de hombre no le permitía estar parado mientras las mujeres manipulaban cables, herramientas o paneles, y se metió por medio. “Aquel día me dije que si lo podía hacer una mujer, yo lo podía hacer mejor”. Aprendió que no es así. Casi se electrocutó, se salvó de la muerte por poco. Eso le hizo cambiar de opinión. “No pensaba que las mujeres pudieran hacer un trabajo tan especializado como este. Ahora me doy cuenta de que lo que hace un hombre lo puede hacer una mujer”, reconoce. Ha recibido la formación que le permite desarrollar su labor y hacer pequeños ajustes. Si hay un problema importante, llama a Fandema y las técnicas del proyecto acuden a solucionarlo.

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