Unicef alerta del “impacto desproporcionado” de las olas de calor en los niños e insta a los gobiernos a actuar
Casi 400 menores mueren al año en Europa y Asia Central por enfermedades relacionadas con las altas temperaturas. El organismo urge a tomar conciencia del riesgo y a adoptar medidas para reducir este impacto
La mitad de los niños de Europa y Asia Central, 92 millones, están expuestos a olas de calor cada vez más largas, intensas y frecuentes, una situación que se prevé que se agrave ya que es la región en la que las temperaturas aumentan a un ritmo más rápido en el mundo debido al cambio climático, según alerta Unicef. Los menores son los más vulnerables a los efectos del calor, de hecho, sufren un “impacto desproporcionado”. Casi 400 mueren al año en esta región por enfermedades relacionadas, según un informe publicado este miércoles por el organismo, que insta a los poderes públicos a reducir este impacto con una serie de recomendaciones, muchas de las cuales pasan por aumentar la concienciación general sobre el riesgo para los más pequeños.
“Cuanto más pequeño es el niño, más vulnerable es a las consecuencias de las enfermedades relacionadas con el estrés térmico”, recuerda el documento. Así, la mitad de esas muertes se produjeron en bebés menores de un año. “La exposición al calor tiene efectos agudos en los niños, incluso antes de nacer”, como partos prematuros o de fetos muertos, bajo peso al nacer y anomalías congénitas. En cuanto a las muertes perinatales relacionadas con el calor, destacan desórdenes cardiovasculares, respiratorios, digestivos y sanguíneos. Las olas de calor y el estrés térmico también pueden afectar al crecimiento, y agravar enfermedades como las intestinales, respiratorias y endocrinas.
Entre los 5 y los 18 años, el estrés térmico suele estar relacionado con el ejercicio o la práctica de deportes cuando la temperatura ambiente es alta. Los ingresos hospitalarios por deshidratación, por ejemplo, son mayores a esa edad.
“En términos del impacto sobre la salud infantil, tiene mucho que ver el ambiente”, explica Maria Osbeck, asesora sénior de Unicef en Europa y Asia Central sobre cambio climático y medio ambiente. “Si tienes a un niño en el colegio donde no hay protección contra el sol y el calor, ese niño está mucho más expuesto a un golpe de calor que uno en la misma ciudad que sí lo está”, añade la experta, en una entrevista por videollamada.
La región objeto de estudio es muy amplia y diversa, tanto en temperaturas máximas como en nivel de desarrollo, aunque es, según el organismo, donde los niños están expuestos en mayor proporción a las olas de calor: uno de cada dos, frente a uno de cada cuatro a nivel global. En el escenario de calentamiento global de 2,4 grados, que se espera alcanzar a mediados de la próxima década, el 97% de los niños de Europa y Asia Central estarán expuestos a olas de calor prolongadas en 2050, y el 56% a olas de calor graves.
En Asia Central, la frecuencia, duración y gravedad de las olas de calor han aumentado un 30% de media en los últimos 60 años. Con un clima desértico y temperaturas extremas la población “es más vulnerable”, afirma Osbeck, a lo que se suma el deterioro de la calidad del agua. “Vemos aquí la mayor tasa de mortalidad y morbilidad vinculada a las olas de calor en los niños. Pero también observamos que en Europa hay países con datos elevados”, añade, sin especificar cifras ni lugares.
Aunque el informe publicado por Unicef cuantifica en 377 las muertes infantiles al año en Europa y Asia Central relacionadas con olas de calor y en 32.000 años de vida saludable perdidos, la experta prefiere no centrarse en los números, ya que, según explica, “las fuentes de datos disponibles son limitadas” porque “las olas de calor no son fáciles de identificar cuando se trata de mortalidad ni de morbilidad”, razón por la que asume que el cálculo probablemente esté subestimado.
Los datos analizados provienen del informe Carga Global de Enfermedad (o Global Burden of Disease en inglés) de 2021, elaborado por el Instituto de Métricas y Evaluación de Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington. Son, según la experta, los más actualizados de los que se dispone a nivel mundial en lo que respecta a los efectos del medio ambiente en la salud de la población en general.
Pese a la disparidad de países que comprenden la región analizada por Unicef, Osbeck considera que las recomendaciones a adoptar “son bastante similares, porque empiezan por asegurarse de que padres, cuidadores, profesores, profesionales de la salud y el público en general entienden y son conscientes de las olas de calor”. Es decir, que conozcan “las enfermedades relacionadas con el calor y qué hacer para hacerles frente”. Hay que “reconocer adecuadamente el impacto desproporcionado que tienen las olas de calor en los niños”, añade.
Niños solos dentro de coches
Sí explica Osbeck algunas diferencias por zonas: “Sabemos, por ejemplo, que en Europa muchos de los impactos del calor tienen que ver con dejar a los niños solos dentro de coches”, un hecho que incluso, según datos de un estudio en Estados Unidos citado por Unicef, sería la mayor causa de muertes por calor entre bebés y niños pequeños. También es una práctica peligrosa, según el documento del organismo, “encerrar a los bebés y niños en cochecitos con fundas de tela que reducen la circulación del aire o envolverlos con demasiada ropa puede provocarles estrés térmico”.
Mientras, en Asia Central, Osbeck subraya la necesidad de implantar sistemas de alerta de calor, como los que existen en gran parte de la Unión Europea. “Sin embargo, Unicef considera que es necesario mejorar el sistema de alerta de calor también en Europa, ya que no se centra adecuadamente en los niños y no tiene debidamente en cuenta el impacto desproporcionado en ellos”.
Además, el documento de Unicef insta a los gobiernos de toda Europa y Asia Central a integrar estrategias para reducir el impacto de las olas de calor, y políticas de reducción del riesgo de desastres y gestión de desastres, poniendo a los niños en el centro de estos planes; a invertir en planes de acción de salud contra el calor y en atención primaria para apoyar más adecuadamente las enfermedades relacionadas con el calor entre los niños; a adaptar las instalaciones educativas para reducir las temperaturas en las zonas donde juegan los niños y dotar a los profesores de habilidades para responder al estrés por calor; a adaptar el diseño urbano y las infraestructuras, garantizando que los edificios, especialmente los que albergan a las comunidades más vulnerables, estén equipados para minimizar la exposición al calor; y a garantizar el suministro de agua potable, especialmente en los países en los que su calidad y disponibilidad se están deteriorando.
“Es absolutamente crucial que los gobiernos inviertan ahora en proteger a los bebés y a los niños pequeños, así como a las mujeres embarazadas, para mitigar el impacto del calor, y también para planificar un mundo en el que el cambio climático será una realidad, a la que todos tendremos que adaptarnos”, afirma la experta.
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