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Heridos de guerra y sin dinero: así sobreviven los refugiados sirios en la frontera con Turquía

Trece años después de que comenzara la contienda en Siria y más de un año después del terremoto, el país vecino acoge a la mayoría de los 3,5 millones de personas que huyeron del conflicto. Malviven trabajando en la agricultura cuando les necesitan y denuncian la explotación por parte de los terratenientes

Edu León Khalid Al Hussein
Reihanly (Turquía) -
Han pasado 13 años del inicio de la guerra en Siria y más de uno del terremoto que acabó con la vida de más de 60.000 personas en este territorio y en el sur de Turquía, donde residen la mayoría de los 3,5 millones de refugiados que huyeron de la guerra. Siria es el sexto país del mundo con mayor inseguridad alimentaria, de acuerdo con los datos del Programa Mundial de Alimentos. El 90% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, según ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados. En la imagen, una de las estancias de una casa comunal del campo de refugiados de Reihanly, ciudad turca en la frontera con Siria, donde viven 18 personas con heridas sufridas durante el conflicto del país. Para ganarse la vida, han creado un taller de reparación de móviles.Edu León
Safiya Mustafa, conocida como Safaa, tiene 45 años. Es originaria de Alepo, ciudad al norte de Siria, de la que escapó junto a sus hijos tras la muerte de su marido. Sin empleo fijo, trabaja en lo que encuentra. Unas veces en el campo, otras en labores domésticas. Además de su sueldo, el único dinero que entra en su casa es el de su hijo Ahmed, pero no alcanza para alimentar a toda la familia. Dependen de la generosidad de la comunidad siria local, de las ayudas externas y del apoyo de las ONG.Edu León
Limar, de 15 años, es hija de Safaa. La familia vive en una casa de Reihanly, donde las niñas estudian mientras su hermano, Ahmed, intenta ganar dinero trabajando en una peluquería en la que barre pelo. Asegura que sus empleadores le maltratan. Limar se centra ahora en aprender inglés con la esperanza de poder llegar a Europa en busca de un futuro mejor para ella y los suyos.Edu León
Abdulmayed Abu Alshaer, de 71 años, es natural de Homs, en el oeste de Siria. En 2014, cuando iba a comprar pan, sufrió heridas en la cabeza, el torso, el costado y una de las manos por metralla de un misil lanzado por el Ejército de Bachar el Asad. Lleva en Reihanly desde 2016, donde recibe atención médica. Poco a poco, le van extrayendo los fragmentos de la metralla aún incrustados en su cuerpo. Su familia sigue en Homs.Edu León
Esta imagen muestra una de las infraviviendas del campo improvisado de Sajaa, donde viven alrededor de 35 familias de refugiados sirias. Muchas de ellas se instalaron aquí después de que el terremoto asolara la zona en la que vivía hace más de un año.Edu León
Mahmoud tiene 29 años y también es natural de Homs. Se enroló en las milicias rebeldes, que luchan contra el régimen de El Asad, hasta que durante un permiso fue alcanzado por un francontirador en la localidad de Wa'ar. Las heridas le dejaron sin movilidad en las piernas. Asegura que se acogió a un trato con el régimen para sobrevivir: entregó su fusil y se refugió en Idlib, en el noroeste de Siria, hasta que pudo pasar a Reihanly. Después de visitar varios hospitales en ciudades turcas como Gaziantep, Konya y Estambul, los médicos le comunicaron que era imposible que volviera a caminar. Ahora, vive en la casa comunal de Reihanly junto a los otros 18 heridos, mientras trabajan en el taller de reparación electrónica.Edu León
Abdulmayed (izquierda) es el director del campo turco de Sajaa. Huyó de Siria en 2012, después de haber sido guía para peregrinos chiíes, cuando vio que las milicias chiíes desembarcaban en Siria para combatir. Afirma que no soportaba ver cómo el ejército del Mahdi, la milicia iraquí liderada por el clérigo chií Muqtada al-Sadr, obligaba a los hombres a presenciar el asesinato de sus esposas e hijos antes de acabar con ellos. Ahora se gana la vida cargando hojas de parra en sacos. A su lado, Hakmad, con quien trabaja. Consiguió entrar a Turquía después de varios intentos. Un oficial de la policía le llevó hasta este campo en 2016 y, desde entonces, no se han movido de allí. A pesar de la generosidad de ese oficial, Hakmad denuncia que la comunidad siria sufre racismo por parte de los turcos, una acusación que también sostiene su compañero Abdulmayed.Edu León
La mayoría de las familias refugiadas sirias trabajan en el campo, donde aseguran que los terratenientes les explotan. Cobran, aunque no siempre, entorno a unas 200 liras.Edu León
Una primera alambrada con concertinas bordea cientos de kilometros entre la frontera de Turquía y Siria. Esta frontera está altamente vigilada por militares turcos ubicados en garitas cada 500 metros.Edu Leon
La mezquita de Hayia Turan en Reihanly acoge a creyentes sirios en el rezo de la oración, que se hace en árabe en vez de en turco.Edu León
En el centro de la fotografía, Umm Mohammed. Es la directora del centro educativo Life Makers, donde enseña a leer y a memorizar el Corán a mujeres sirias y las entrena en trabajos artesanales y elaboración de textiles. Su centro también da cursos de prevención a las mujeres que llegan con hijas para que no caigan en la tentación de venderlas. El objetivo es que ellas puedan ganarse la vida con trabajos domésticos mientras tratan de enviar a sus hijos a la universidad para mejorar sus perspectivas de futuro. Las distintas organizaciones que trabajan en el campo ofrecen programas de apoyo de la salud mental para las mujeres que llegan con traumas psicológicos derivados de la guerra.Edu Leon
Umm Ali, de 53 años, es originaria de un pueblo próximo a la ciudad de Hama, ubicada al norte de Homs. Hace cinco años, su marido murió en un bombardeo del Ejército de El Asad así que huyó de Siria con sus siete hijos. Cuenta que uno de ellos quiere ser el próximo presidente de Siria. Dos de sus hijas se casaron, según cuenta, para poder salir del campo de refugiados. Mientras, Umm Ali trabaja como agricultora. Los días que la reclaman, cobra unas 200 liras.Edu Leon
Umm Ali toma té junto a otras vecinas en su vivienda en el campo de refugiados de Yuneidat.Edu León