Las ‘chicas de Nakuru’

Mientras el mundo seguía con interés las elecciones presidenciales de Kenia, algo extraordinario sucedía en este país de África oriental: en los ámbitos local y regional salieron elegidas más mujeres que nunca, un logro histórico y un paso más hacia la igualdad de género

Seis de las 'chicas de Nakuru' posan en la entrada de la Cámara Principal de la Asamblea Nacional de Nakuru, Kenia. De izquierda a derecha, Hellen C. Megek (barrio de Visoi), Leah W. Nganga (barrio de Kabatini), Grace W. Mwathi (barrio de Bahati), Isabella Makori (barrio de Subukia), Rose C. Mutai (barrio de Kiptagich) y Virginia W. Gichanga (barrio de Hell's Gate).Joost Bastmeijer

El mercado de Nakuru, una amplia ciudad en el tramo keniano del Gran Valle del Rift, está muy concurrido. Damaris y su amiga Ayaan charlan a voces mientras se abren paso entre la multitud que circula por los pequeños puestos. Aunque ya hace unas semanas que se celebraron las elecciones en Kenia, desde los postes, las paredes e incluso los árboles, las caras de los políticos siguen sonriendo a la pareja en los carteles de la campaña. Salta a la vista que muchas son de mujeres.

“Estas son las chicas de Nakuru”, señala Damaris, visiblemente orgullosa. Se refiere con ese apelativo a las mujeres que participan de manera activa en la política de la región. Damaris también votó por ellas. “Ahora les toca a ellas”, declara. “Es una oportunidad enorme”. En ningún otro lugar de Kenia han salido de las urnas tantas mujeres como en Nakuru. Las elegidas se sentarán en la asamblea del distrito, pero también habrá diputadas en el parlamento, senadoras, y hasta gobernadoras. “Traen desarrollo”, opina la joven.

A unos metros de allí, Peter Maina, de 40 años, se apoya en una vitrina llena de sus mercancías. Se dedica a la venta de cosmética femenina. Maina también votó a las candidatas del distrito. “Los hombres se quieren sobre todo a sí mismos”, opina. “Prestan poca atención a los demás. No trabajan para nosotros, sino por su propio dinero”. Una mujer que pasa grita: “Chicas de Nakuru, estamos orgullosas. ¡Nosotras somos mejores que los hombres!”. Luego sigue su camino. Maina asiente: “Tienen buenos programas”, asegura. “Ellas representan el cambio que yo quiero ver”.

Representantes de la gente

En el restaurante algo anticuado del hotel Merica, en el centro de la ciudad, se han reunido seis chicas de Nakuru. “El nombre nos los pusieron los medios de comunicación”, cuenta Grace Mwathi, una majestuosa señora a la que, desde luego, ya no se puede llamar “chica”. Ellas lo han adoptado igualmente. “Aunque pertenezcamos a diferentes movimientos políticos”, añade Mwathi, “las chicas de Nakuru nos unimos para ser más fuertes”.

Seis de las 'chicas de Nakuru' posan para una foto dentro de la Cámara Principal de la Asamblea Nacional de Nakuru.Joost Bastmeijer

Las seis mujeres sentadas a la mesa acaban de ser elegidas representantes en la Asamblea Regional del Distrito de Nakuru. Actuarán como puente entre la gente de su circunscripción electoral y la política regional, y desempeñarán un papel vital a la hora de diseñar la agenda política y controlar a los gobernantes comarcales.

Es importante que también se escuche a las mujeres en esta asamblea, señala Virginia Gichanga. “Conocemos a las demás mujeres de nuestros distritos”, explica, “y nos aseguraremos de que se las incluya en nuestra legislación”. Sin embargo, las mujeres no siempre se atreven a llamar a la puerta de los políticos varones, señala Grace Mwathi. “Especialmente cuando tienen problemas de dinero, son muy vulnerables. Por eso hacen falta mujeres que participen activamente en la política regional. Sabemos qué problemas hay”.

También obstáculos

Los observadores electorales sostienen que los grupos marginados, “incluidas las mujeres, los jóvenes y las personas con discapacidades”, deberían estar mejor representados. Sin embargo, en su opinión, muy pocas mujeres se presentaron a las elecciones debido a que en Kenia resulta muy costoso. Se calcula que el gasto medio de la campaña de un diputado es de unos 18 millones de chelines kenianos, unos 150.000 euros.

Además, las candidatas suelen ser víctimas de intimidaciones. Isabella Makori también ha tenido malas experiencias. “Si una mujer se presenta a las elecciones, inmediatamente la llaman prostituta”, denuncia. “Le preguntan dónde está su marido y le dicen que se vaya a casa a cocinar para sus hijos”. A los hombres no les hacen esas preguntas, lamenta. “Mi marido es cosa mía, a nadie le importa con quién estoy casada. Nos llaman pescado podrido, nos tratan despectivamente y nos amenazan”.

Esta clase de intimidación es la que hace que pocas mujeres participen activamente en la política, afirma la analista Nerima Wako. “También en este periodo electoral muchas mujeres han sufrido ataques físicos y psicológicos, tanto en la vida diaria como por internet”, denuncia. “Y aunque todavía se está investigando el alcance de los problemas, puedo decir que muchas mujeres no han denunciado lo que les han hecho. Así que, sea cual sea el resultado, en realidad, la magnitud del problema es mucho mayor”.

Avances

A pesar de ello, Wako considera que se han dado pasos importantes a escala nacional. Han salido elegidas 30 diputadas, siete más que en las elecciones de 2017; por primera vez, tres de los cuatro candidatos a la presidencia han sido mujeres, y por el puesto de gobernador ha competido el doble de mujeres que en los comicios anteriores. Con éxito: el número de gobernadoras se ha multiplicado por más de dos y ha pasado de tres a siete. “Es un avance enorme”, celebra Wako. “Muestra que las jóvenes podemos llegar lejos. Ahora, en Nakuru, todo el condado está gobernado por nosotras, algo que nunca había ocurrido”.

Han salido elegidas 30 diputadas, siete más que en las elecciones de 2017; por primera vez, tres de los cuatro candidatos a la presidencia han sido mujeres, y por el puesto de gobernador ha competido el doble de mujeres que en los comicios anteriores. Con éxito: el número de gobernadoras se ha multiplicado por más de dos y ha pasado de tres a siete

No es que nunca se hubiera elegido a mujeres en Kenia. Por ejemplo, en 2017 fueron investidas tres gobernadoras. “Nos alegra verlas”, dice el analista político Steve Biko, “pero el hecho es que no son superiores a los hombres en nada”. Según él, en los distritos gobernados por mujeres no se han producido mejoras significativas. “¿Ha mejorado la atención sanitaria a las madres y a los niños? ¿O la mortalidad infantil? No. Y eso que son las mujeres las que cuidan de los niños. No nos gusta, pero como analistas políticos no podemos evitar llegar a esta conclusión”.

Wako no está de acuerdo con su colega. Se han dado pasos, reitera, aunque sean casi invisibles. Opina que en un distrito gobernado por mujeres como Nakuru se notarán las diferencias. “Muchos pasos son pequeños. Por ejemplo, en los últimos años una mujer ha elaborado una ley que permite que las madres lactantes vayan al Parlamento con su bebé, lo cual antes estaba prohibido. Otra diputada ha hecho campaña a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y el acceso a los anticonceptivos. Hace muchas preguntas importantes. Creo que habrá algún pequeño avance legislativo, pero no llegará a los medios de comunicación”.

Plancha y circunscripción

En todo caso, las seis mujeres de Nakuru son combativas. La era de las mujeres ha llegado al condado, coinciden las ocupantes de la mesa del hotel Merica, y van a superar a los hombres. “Hemos aprendido que podemos luchar por nuestro sitio”, explica Mwathi, “y que el liderazgo no tiene nada que ver con el género. Se dice que detrás de cada hombre hay una mujer fuerte. Nosotras somos esas mujeres”, sonríe. “Si veo a un hombre bien arreglado, no veo a ese hombre, sino a su mujer. Nosotras somos las que les planchamos las camisas. Si puedo ocuparme de él, ¿por qué no de su circunscripción?”.

Si veo a un hombre bien arreglado, no veo a ese hombre, sino a su mujer. Nosotras somos las que les planchamos las camisas. Si puedo ocuparme de él, ¿por qué no de su circunscripción?
Grace Mwathi, una de las 'chicas de Nakuru'

El comentario de Mwathi es bien acogido por sus compañeras, que asienten vigorosamente. “Si hoy me dan 1.000 chelines kenianos (ocho euros)”, añade Isabella Makori, combativa, “iré a comprar para toda la familia. Las mujeres somos buenas administradoras. Si se los dan a un hombre, se irá a un bar y se tomará unas cervezas, o se buscará una chica de compañía. En todo caso, cuando vuelva a casa le quedarán solo 200 chelines. Así funciona la naturaleza, no se puede evitar”.

Menos corrupción

Las mujeres de Nakuru explican que la idea es utilizar menos dinero para los mismos objetivos. Los recursos no deberían acabar en los bolsillos de unos cuantos funcionarios. “Antes de presentarme a las elecciones, trabajaba para la Federación Bíblica Católica”, cuenta Leah Nganga. “Allí la manera de trabajar de las mujeres era muy diferente a la de los hombres. Lo hacíamos todo a la perfección. El dinero se gastaba en el fin para el que estaba destinado. A los hombres que trabajaban en la misma clase de proyectos siempre les faltaba dinero”.

¿Habrá menos corrupción en Nakuru ahora que las mujeres están llegando al poder? El analista político Steve Biko tiene sus dudas. “Las mujeres son tan corruptas como los hombres”, afirma. “Incluso juegan el juego mejor que ellos, porque se esconden detrás del escudo de que son mujeres. Si se las critica, lo primero que dirán es que es porque son mujeres. En Nakuru, la senadora recién elegida ha sido acusada de evadir impuestos durante años. Las mujeres no tienen ninguna característica específica que las haga menos propensas a la corrupción”.

Sin embargo, en el mercado de Nakuru suenan voces más esperanzadoras. “Es un experimento”, piensa el vendedor Peter Maina. “Esperamos que las chicas de Nakuru desarrollen nuestro condado. Vuelvan dentro de uno o dos años y pregunten por las mujeres. Entonces podremos decirles si hemos elegido bien”.

Wako espera que les vaya bien. “Solo entonces saldrán elegidas más mujeres en las próximas elecciones”, reflexiona. “En Nakuru y en el resto del país todos los ojos están puestos en ellas”. Para Isabella Makori, es una presión: “Las mujeres tenemos que poner el doble o el triple de esfuerzo y de inteligencia en el trabajo”, afirma. “Es la única manera de demostrar que somos capaces de liderar mucho mejor que los hombres”.

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