Lucica Ditiu: “¿Por qué, en los países con más incidencia de tuberculosis, no se informa sobre su evolución como se ha hecho con la covid-19?”
Esta dolencia ha sido, hasta la llegada del coronavirus, la enfermedad infecciosa más mortífera del mundo. De ella perecen 4.000 personas cada día. La directora de Stop TB llama a redoblar los esfuerzos para que los líderes mundiales cumplan los compromisos de reducción para 2023
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“Este era el momento. Hace 25 años, cuando hablábamos de la tuberculosis (TB), solíamos creer que, al llegar este año, ya se habría eliminado o por lo menos reducido considerablemente. Pero estamos aún tan lejos...”, dice Lucica Ditiu, directora de la alianza Stop TB, cuya sede se hospeda en un edificio de Naciones Unidas en Ginebra y desde donde conecta por videollamada. Se refiere a sus inicios como médica especialista en enfermedades pulmonares, en su país natal, Rumanía, donde la tuberculosis tenía una altísima incidencia.
De aquellos días, Ditiu recuerda rostros y tiempo. Los de los pacientes que debían vivir en los hospitales durante meses. “Muchos de ellos estaban en una situación muy vulnerable y tenían miedo”. Ditiu pasaba mucho tiempo hablando con ellos. “Algunos no tenían a nadie que los visitara. Cuando la soledad se junta con la enfermedad, la situación es descorazonadora y los trabajadores sanitarios se involucran personal y profesionalmente en ello”.
Desde hace 10 años, Ditiu está al frente de esta alianza de 2.000 socios, con presencia en casi todos los países del mundo. En los momentos previos a la pandemia, se había llegado a un consenso mundial importante: los líderes de 198 Estados miembros de la ONU se comprometieron, en la primera reunión de alto nivel sobre la TB, en 2018 (UNHLM, por sus siglas en inglés), a incrementar sus apoyos para el acceso a diagnóstico y tratamiento de 40 millones de personas con la enfermedad y de 30 millones con la infección latente, al llegar 2022. Para ello se necesitaría un financiamiento estimado de 13.000 millones de dólares anualmente. Unos 11.000 millones de euros. En 2023, se deberá celebrar la segunda reunión de alto nivel para revisar los avances que, de momento, están muy lejos de los compromisos, tal y como reflejan los informes de Stop TB, Médicos Sin Fronteras y la OMS.
En el horizonte del medio plazo, algunas esperanzas. En la Conferencia Internacional de Ciencia sobre VIH, que se celebra del 18 al 21 de julio, se presenta la puesta en marcha de la fase III, la última etapa, de los ensayos de una nueva vacuna contra la TB para lo que se ha tardado un siglo. De hecho, la inauguración de la conferencia, que se hace de modo semipresencial en Berlín, coincide con el centenario de la primera dosis de la única vacuna con la que se contaba. Afortunadamente, los resultados de las primeras investigaciones que surgieron en la universidad de Zaragoza han motivado el apoyo para el desarrollo de esta nueva herramienta de un consorcio en el que estará involucrado una farmacéutica española.
Pregunta: En el informe sobre el progreso de la declaración de los líderes mundiales sobre esta enfermedad, se urge a acelerar los compromisos antes de su revisión, prevista en 2023. ¿Hay algunos avances que permitan el optimismo?
Respuesta: Nada es como esperábamos cuando imaginábamos este momento. Pero sí hay avances que podrían ir más rápido. Por ejemplo, ahora hay menos reticencias ante el diagnóstico de la enfermedad por parte de la población, gracias a haber situado centros y puntos de atención próximos a las zonas de residencia de las áreas más vulnerables. Hay una tendencia más activa en facilitar el acceso a la atención a la vez que más involucramiento de las comunidades y afectados.
P: ¿Se podría decir que se trata de una enfermedad de la pobreza?
R: Es una enfermedad de vieja data, pero afecta más a personas en situación muy vulnerable. Por eso no está en las prioridades de la agenda de salud en muchos países. Hay que recordar que siguen muriendo por tuberculosis alrededor de 4.000 personas, cada día, de las cuales 700 son niños y niñas. Cada día.
La tuberculosis es una enfermedad de vieja data, pero afecta más a personas en situación muy vulnerable. Por eso no está en las prioridades de la agenda de salud en muchos países
P: ¿Qué ha supuesto la pandemia de la covid-19 para las personas con tuberculosis?
R: Antes de la pandemia estábamos mal, pero ahora es peor. Esta es una enfermedad pulmonar transmitida por el aire, muy similar a la covid-19. Por ello, muchos clínicos expertos en esta dolencia tuvieron que enfrentarse también a los picos del coronavirus. En enero y febrero, observamos una caída del 25% en los diagnósticos. A muchas personas, si daban negativo en covid y resultaban negativas, se las enviaba de vuelta a sus casas, sin saber si podían tener tuberculosis. Se trata de gente que puede transmitir la enfermedad. Y eso ha ocurrido incluso en países con alta incidencia.
P: ¿En qué zonas del mundo se concentra la mayor incidencia?
R: Actualmente, en Asia. Solo en India es mayor que en toda Europa. En el este de Europa enfrentamos el problema de la resistencia a los medicamentos. En África, existe una alta incidencia de coinfección de VIH y tuberculosis, con áreas en las que se llega hasta un 60%. Hay que recordar que esta enfermedad sigue produciendo una de cada tres muertes de personas con VIH. Además de ello, un 20% de personas de ellas sufre desnutrición.
P: ¿Cómo han manejado los servicios de salud durante el pico de la pandemia?
R: Según una encuesta de la OMS en varios países, entre un 40% y un 80% de estos especialistas se dedicaron exclusivamente a la atención de la covid-19. Así mismo, los coordinadores de programas también fueron destinados a la atención prioritaria, así como muchos hospitales. Es comprensible, pero podrían haberse manejado ambas enfermedades conjuntamente.
Suponemos que podremos tener nuevas vacunas quizá, en 2026. Pero necesitamos mucho más apoyo para la investigación integral
P: ¿Se tendrían que hacer las dos pruebas al mismo tiempo?
R: Por supuesto. En muchos centros sanitarios se han utilizado los equipos de diagnóstico de tuberculosis para las pruebas de covid-19. ¿Por qué no realizar también esta otra prueba? De momento, el único país que puedo poner como ejemplo de ello es India, un país que se marcó el objetivo de eliminar con esta enfermedad en 2025.
P: ¿Con qué elementos ha contado India para poder llevarlo a cabo?
R: Tres factores claves: buenos datos, liderazgo de las autoridades sanitarias y algunos recursos para poner en marcha las respuestas.
P: ¿Los datos pueden hacer la diferencia?
R: Yo me confieso una yonqui de los datos. En 2021, seguimos teniendo seis millones de personas con esta patología. Estimamos que pueden ser 10 millones, pero no nos llega la información a tiempo. A pesar de todos los avances con los que contamos actualmente en recogida y manejo de datos, los informes de esta enfermedad llegan, a veces, con un año de retraso. Es una vergüenza. Es como tener el pronóstico del tiempo del día anterior. India supone, también en esto, una excepción.
P: ¿Por qué sucede?
R: Se tiene que priorizar la información. La covid-19 nos ha mostrado que el dinero no es la excusa a la hora de poner en marcha algunas acciones urgentes. El reporte de casos ha tenido una frecuencia casi diaria. Se ha ido transmitiendo en directo y en los medios de todo el mundo. Pero debemos saber que hay otras enfermedades con mayor incidencia en algunos países y que no reciben esa atención. ¿Por qué, en los países con más incidencia, no se informa sobre la evolución de la TB como se ha hecho con la pandemia?
La covid-19 nos ha mostrado que el dinero no es la excusa a la hora de poner en marcha algunas acciones urgentes
P: ¿Qué necesitamos para acelerar el camino hasta 2023 y 2030?
R: Necesitamos más herramientas de las que tenemos actualmente. Y podríamos movilizar más recursos para lograr las metas propuestas. Por ejemplo, el compromiso de los países en la UNHLM de 2018 era lograr una financiación estimada de 13.000 millones de dólares anualmente (11.000 millones de euros), para el diagnóstico y la atención de esta enfermedad, al llegar 2022. En la actualidad contamos con menos de la mitad. Así, no podremos alcanzar los compromisos que se establecieron.
P: ¿En qué áreas se tienen que redoblar los esfuerzos?
R: En la realización de diagnósticos rápidos y acceso a tratamiento temprano. Necesitamos priorizar también la población infantil y poner en marcha las terapias preventivas. Pero también hay otros campos en los que es necesario avanzar: derechos humanos, reducción del estigma y de la vulnerabilidad incrementada por la pandemia. Además, hay un reto de atención a las personas migrantes que proceden de países con alta incidencia. Hay que replantear las estrategias nacionales de respuesta a la enfermedad para no dejar a nadie atrás.
P: ¿Qué avances puede destacar en estos 10 años?
R: El compromiso y el papel activo de las comunidades ha crecido muchísimo. Desde Stop TB apoyamos a las organizaciones locales de comunidades afectadas. A veces, se trata de personas muy demandantes, pero se necesita eso para acelerar los compromisos marcados en la agenda. También fomentamos el trabajo conjunto de socios del sector privado y público, así como de otros actores comunitarios, ONG, medios de comunicación, influencers...
P: ¿Se volverán a reunir los países de la ONU que se comprometieron en 2023, o la pandemia los ha desmotivado?
R: Es muy importante que se celebre la reunión de alto nivel en 2023 para revisar los progresos, de acuerdo a los datos que tenemos y renovar los esfuerzos.
P: ¿Confía en contar pronto con nuevas vacunas?
R: Sin duda, eso será un gran avance. Suponemos que podremos tenerlas, quizá, en 2026. Pero necesitamos mucho más apoyo para la investigación integral.
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