“La covid-19 está reforzando un apartheid viral, solo los ricos tienen acceso a servicios y tratamientos adecuados”
Raj Panjabi, profesor médico en Harvard y asesor del Panel Independiente para la Preparación y Respuesta ante la Pandemia se afanó siempre en mejorar el acceso a la salud en países en desarrollo, apoyándose en la telemedicina y la incorporación de trabajadores comunitarios a los equipos sanitarios
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Raj Panjabi tenía nueve años cuando su familia huyó de la guerra civil en Liberia. Casi tres décadas más tarde, el instructor de medicina en la Universidad de Harvard se afana en mejorar el acceso a la salud en su país natal y otros países en desarrollo, como consejero delegado y fundador de la ONG Last Mile Health. El éxito de su enfoque, centrado en la salud comunitaria, le catapultó a la lista de las 100 personas más influyentes del mundo según la revista Time en 2016. Este año, ha ejercido de médico en primera línea contra la pandemia. Aunque las vacunas contra la covid-19 apuntan al final del túnel, estas pueden tardar años en llegar a millones de personas en poblaciones vulnerables alrededor del mundo.
Pregunta: ¿Cómo está afectando el coronavirus a las comunidades rurales en los países de renta baja y media baja?
Respuesta: Las comunidades rurales ya han tenido que enfrentar desafíos de esta índole. Si observamos cada pandemia en la historia de la humanidad, sabemos que los pobres y marginales son los últimos en acceder a exámenes de laboratorio, tratamientos y vacunas. Esa ha sido la historia de cada pandemia históricamente. Y, desafortunadamente, la pandemia de la covid-19 está reforzando un apartheid viral, en la que solo los ricos tienen acceso a los servicios y tratamientos adecuados. Por ejemplo, el acceso a los test es más bajo en áreas rurales que en las ciudades. El tratamiento se retrasa porque no hay disponibilidad de terapia de oxígeno o de Dexametasona. Además, las zonas rurales son las últimas en recibir algunos de los nuevos medicamentos.
En cuanto a las vacunaciones, la experiencia de anteriores campañas nos muestra que las regiones pobres y rurales son las últimas en recibirlas
En cuanto a las vacunas, la experiencia de anteriores campañas de inmunización nos muestra que las regiones pobres y rurales son las últimas en recibirlas. Sabemos, por la información actual sobre inmunización mundial, que 13 millones de niños menores de un año no reciben ni una sola dosis de vacuna. Estamos hablando de sarampión, polio y otras vacunas que ya son conocidas y usadas, pero que están fuera del alcance en áreas rurales alejadas y a veces en áreas urbanas donde la limitación no es la geografía sino la pobreza y la falta de servicios de salud. Creo que por todo eso, las comunidades no están bien preparadas en este momento.
P: Menciona que algunas comunidades rurales ya han enfrentado retos similares a la covid-19. ¿Qué lecciones arrojan esas experiencias?
R: Una de las claves es incorporar a los trabajadores comunitarios de salud y coordinar su acción con los equipos de médicos y enfermeros. Los países que apostaron por la salud comunitaria antes de la pandemia están hoy relativamente mejor. Un buen ejemplo es el de Liberia, donde fue fundada Last Mile Health. Hace años, tuvimos la epidemia del ébola que causó mucho dolor y sufrimiento en nuestro país. Cerca de 11.000 personas perdieron la vida en la región y casi 30.000 se infectaron. Pero pudo haber sido mucho peor. En algún momento, las proyecciones fueron que un millón de personas podrían haberse infectado, de las cuales, la mitad o más podrían haber muerto. Entonces, cuando el ébola estaba doblegando a la humanidad y a Liberia, el papel que jugaron los trabajadores comunitarios de salud fue enorme. Fueron ellos quienes, en equipo con enfermeros, examinaron pacientes. En un distrito, examinamos a 10.000 personas; apenas 42 trabajadores que puerta a puerta prestaban atención a los síntomas. Esos mismos trabajadores también rastrearon contactos y conectaron a los enfermos con los servicios del sistema de salud. Esos mismos trabajadores, que prestan servicio a cerca del 80% de la población rural de Liberia, están siendo ahora capacitados en la identificación de casos de coronavirus y rastreo de los contactos para asegurar que el sistema de salud no colapse por completo.
P: Usted insiste mucho en la importancia de la salud comunitaria, con trabajadores comunitarios acudiendo proactivamente a las familias, en países de renta baja. ¿Piensa que este modelo merece ser reforzado países de renta alta como España?
R: Creo que sí. Por ejemplo, en Brasil los trabajadores comunitarios de salud han ayudado con enfermedades crónicas que asolan a muchos países ricos y a áreas ricas de países pobres, como la hipertensión y diabetes; enfermedades que terminan produciendo ataques cardíacos o derrames cerebrales que inhabilitan severamente a los pacientes e incluso producen muertes. De hecho, el programa de salud familiar brasileño contribuyó a la reducción de entre el 15 al 20% de la mortalidad relacionada con derrames cerebrales y ataques cardíacos. Podríamos obtener resultados similares en países ricos, pero no dedicamos los recursos necesarios. Por ejemplo, la Oficina de Estadísticas Laborales informa que aquí, en Estados Unidos, solo hay 56.000 trabajadores comunitarios de salud. Necesitamos por lo menos 300.000. Algunas veces, la gente cree que el costo laboral del servicio de salud es un gasto, no una inversión.
La mitad de la población mundial, 3.700 millones de personas carece de acceso a servicios esenciales de salud. Dentro de ese grupo, los que peor están son los mil millones que viven en las comunidades más remotas
P: Más allá de la pandemia de la covid-19, ¿cuáles crees que son los desafíos para el acceso a un servicio universal de salud en el mundo entero incluyendo las áreas rurales?
R: Mientras haya un paciente fuera de nuestro alcance, quiere decir que no hemos hecho lo suficiente. Desafortunadamente, hay muchos pacientes fuera de nuestro alcance. Para mí, ese es el problema mayor que, además de ser por lo general desatendido, la información que se tiene sobre él es insuficiente. Hablamos con frecuencia sobre la falta de atención de enfermedades específicas. La gente no tiene suficiente acceso al tratamiento de VIH, de tuberculosis, de hipertensión, a partos seguros... Pero si se hace un corte transversal de todas esas enfermedades y se pregunta cuál es la población en mayor riesgo de adquirirlas y no recibir atención médica, encontraremos a las poblaciones rurales y remotas a la cabeza. La mitad de la población mundial, 3.700 millones de personas carece de acceso a servicios esenciales de salud. Dentro de ese grupo, los que peor están son los mil millones que viven en las comunidades más remotas. Entonces, construyamos un sistema de atención primaria de salud que esté al alcance de cada niño y cada familia.
P: ¿Cómo puede la tecnología, incluida la Inteligencia Artificial y la telemedicina, ayudar a incrementar el acceso al servicio de salud en contextos sociales pobres?
R: Para construir un sistema de salud robusto se necesitan cuatro pilares: personal; material médico y medicamentos; un espacio donde prestar el servicio y, por último, tecnología. Cuando miramos programas en todo el mundo, los más exitosos invierten en esas cuatro áreas. La tecnología puede mejorar la formación, con herramientas virtuales, asistir en el diagnóstico, mejorar el seguimiento y facilitar el acceso a los servicios de la salud, como ocurre con la telemedicina. Sin embargo, existe una paradoja dolorosa: hay muchos lugares en el mundo donde la tecnología puede marcar una gran diferencia, como en las áreas rurales, pero que es justamente allí donde no existe infraestructura para aprovechar la tecnología. Por eso, entre otras cosas, necesitamos mejores modelos de infraestructura que reduzcan los requerimientos de energía.
Sobre la Inteligencia Artificial (IA): creo que hay mucho ruido publicitario en torno a ella. Pero para un trabajador de salud comunitaria que debe diagnosticar 20 patologías diferentes, la IA es relevante solo cuando una de esas 20 cosas es muy rara y la IA puede identificarla. Si no, no es tan relevante. A mi parecer, se debe empezar por garantizar la infraestructura tecnológica, aprovechar la telemedicina y ofrecer tele-educación. La IA tiene solo sentido si acompañas a las otras áreas de la tecnología para la atención de salud.
P: Más allá de las tecnologías, ¿cree que la atención primaria y la salud comunitaria debe abarcar la salud mental?
R: Desde luego, me parece crucial. Uno de los estudios que hicimos en Liberia fue después de la guerra civil que duró 15 años y produjo mucho trauma. Encuestamos 1.600 hogares en el año 2008 con el Gobierno de Liberia. Entre 40 y 44% de la población adulta tenía síntomas que se calificaban como depresión o estrés postraumático severos. Es impensable que la salud comunitaria puede ignorar un problema de esta magnitud. La salud comunitaria está infrafinanciada. Por lo tanto, la salud mental comunitaria también.
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