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Tolerancia cero

El PSOE tiene que combatir la corrupción y no negar la realidad

Uno sabe que un político no dice la verdad cuando empieza a recurrir a frases prefabricadas. Son varias las formulillas enlatadas con las que los representantes públicos suelen esquivar la realidad incómoda. “No todo vale en política”, “a mí ustedes no me dan lecciones de democracia” o “hay que tener altura de miras” son algunas de esas tristes letanías que demuestran algo más que pobreza verbal: suelen ser afirmaciones con las que, en no pocas ocasiones, se intenta ocultar alguna verdad.

En las últimas horas, ...

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Uno sabe que un político no dice la verdad cuando empieza a recurrir a frases prefabricadas. Son varias las formulillas enlatadas con las que los representantes públicos suelen esquivar la realidad incómoda. “No todo vale en política”, “a mí ustedes no me dan lecciones de democracia” o “hay que tener altura de miras” son algunas de esas tristes letanías que demuestran algo más que pobreza verbal: suelen ser afirmaciones con las que, en no pocas ocasiones, se intenta ocultar alguna verdad.

En las últimas horas, se ha instalado en el Gobierno una nueva consigna: que el Partido Socialista tiene tolerancia cero con la corrupción (no como otros partidos, apostillan los aficionados a la falacia del “y tú más”). La frase no solo es previsible, sino que, atendiendo a los hechos, resulta insostenible. De cuantos escándalos atraviesan al PSOE (Ábalos, Koldo, Cerdán, Paco Salazar, Leire Díez, Miguel Ángel Gallardo…), ni uno solo ha sido revelado por iniciativa del propio partido. Todos se han destapado por acción de periodistas o de la justicia, los dos contrapoderes que algunos, casualmente, intentan calificar de golpistas.

Sentado este hecho, que evidencia la escasa proactividad del partido a la hora de detectar conductas indeseables, si analizamos el caso Ábalos descubrimos que son muchas las sombras que rodean su gestión. Es cierto que, cuando se inició la causa judicial, se le pidió al exministro de Transportes que entregara el acta de diputado (ofreciéndole, por cierto, participar en tertulias y un empleo en una consultora). Pero conviene no olvidar que esa misma acta la obtuvo porque el PSOE lo colocó como número dos en la lista por Valencia el 23-J. Una decisión adoptada después de haberlo descabalgado ya como ministro y de que se hubiera publicado información inculpatoria que hoy sabemos veraz. El argumentario de entonces pasaba por apelar a la “máquina del lodo”.

No es distinto el caso de Cerdán. Cuando Sánchez lo ratificó en su puesto en el congreso federal de Sevilla, Aldama ya había afirmado que le había entregado 15.000 euros en metálico, y muchas voces habían alertado al presidente del perfil poco idóneo del de Milagro. En el momento en el que se anunció la inminente publicación del demoledor informe de la UCO, hubo quien consideró que la estrategia más honrada pasaba por negar la existencia del documento y apuntar, otra vez, al mensajero. Visto lo visto, la tolerancia cero de algunos parece tomar por objeto, más que a la corrupción, a la propia realidad.

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