Quiero integrarme (y no me dejan)
Queremos tener los mismos derechos que todos los demás, vivir en viviendas que no estén apartadas de todo, en barrios donde solo viven los “nuestros”
Exigen que los inmigrantes se integren, se adapten a “nuestra” cultura (a saber lo que es eso) pero en realidad es lo último que desean: ¿que los hijos de moros, negros y latinos compartan aula con sus propios hijos? ¿Que vivan en los mismos barrios que ellos? ¿Que les toque uno de esos como compañero de habitación con todos sus olores raros? ¿Tenerlos al lado compitiendo por los mismos puestos...
Exigen que los inmigrantes se integren, se adapten a “nuestra” cultura (a saber lo que es eso) pero en realidad es lo último que desean: ¿que los hijos de moros, negros y latinos compartan aula con sus propios hijos? ¿Que vivan en los mismos barrios que ellos? ¿Que les toque uno de esos como compañero de habitación con todos sus olores raros? ¿Tenerlos al lado compitiendo por los mismos puestos de trabajo? No, para nada, buena parte de los que se llenan la boca con la palabra “integración” lo que quieren en realidad es la desaparición de cualquier elemento distintivo en ese otro que detestan que les recuerde precisamente su diferencia. “Que se desintegren” sería una expresión más precisa. Lo demuestra el hecho de que mientras gritan “integración” no solo no hacen nada por favorecerla sino que contribuyen a los mecanismos que generan segregación. Que se tilde de fascismo esa hipocresía como hizo en su día Pau Luque es tomarse muy en serio a los racistas de toda la vida y no tener en cuenta que lo deseable para los que procedemos de otros países es, precisamente, la integración. Queremos integrarnos porque queremos tener los mismos derechos que todos los demás, vivir en viviendas que no estén apartadas de todo, en barrios donde solo viven los “nuestros”. Queremos integrarnos para que la democracia no nos quede lejos, que los políticos nos tengan en cuenta y también nos interpelen en vez de hablar de nosotros como si estuviéramos en una pecera cerrada desde la que no oímos ni entendemos lo que dicen sobre nosotros. Hoy hay niñas viviendo en barriadas degradadas haciendo un esfuerzo titánico por sobreponerse a esas barreras que les ha impuesto el sistema: de raza, de género y de clase, por supuesto. Estudian con ahínco porque saben que no les queda más remedio y a la que puedan huirán de ese lugar al que las han relegado para incorporarse a la sociedad que no es gueto y que tan lejos queda desde donde están ahora. El movimiento por los derechos de los negros en EE UU luchó contra la segregación establecida por ley y reivindicó su integración. Aquí ocurre que quienes se supone que defienden los derechos de los inmigrantes (sin haber pisado nunca uno de estos barrios en la periferia de la periferia) nos dicen que la integración es de derechas. Pero si es todo lo contrario. A la derecha ya le va bien que estemos encerrados, que tengamos que traspasar esas fronteras invisibles para llegar al centro, allí donde seríamos ciudadanos sin más, sin menos.