Virtudes ignoradas del Gobierno
Hoy el Parlamento hay que tomárselo como lo que es: un lugar que produce contenido para las redes sociales
Una de las virtudes más importantes y menos reconocidas de este Gobierno es su incapacidad para legislar. La práctica imposibilidad de realizar reformas de calado, a causa de una fragmentación parlamentaria que impide aprobar las propuestas más ambiciosas, evita desagradables interferencias que podr...
Una de las virtudes más importantes y menos reconocidas de este Gobierno es su incapacidad para legislar. La práctica imposibilidad de realizar reformas de calado, a causa de una fragmentación parlamentaria que impide aprobar las propuestas más ambiciosas, evita desagradables interferencias que podrían afectar a la prosperidad económica. La ausencia de cambios reduce la inseguridad jurídica y, conociendo los chapuceros antecedentes de la producción legislativa española de los últimos tiempos —desde la profusión de farfolla a las consecuencias no deseadas de la regulación—, la mejor ley es la que no sale adelante. ¿Qué es lo más positivo que puede decir un progresista acerca de la financiación singular catalana? “Eso no va a salir”. Lo mismo sucede con algunos aspectos de la reforma de la ley de enjuiciamiento criminal o con la propuesta de prohibir libros que incluía la ley de violencia vicaria. Seguro que muchos piensan que ojalá hubiera ocurrido lo mismo con la ley del solo sí es sí o la ley trans.
Aunque es difícil encontrar consensos en nuestro país, esto debería satisfacer a todo el mundo: a los independentistas, porque elimina las imposiciones centralistas; a los de espíritu ácrata, porque reduce la opresión estatal; a los partidarios del Gobierno, porque es lo que les permite seguir en el poder; y a la oposición, porque si no te gusta Pedro Sánchez deberías celebrar que no logre aprobar leyes. Además, eso ahorra a la oposición la tarea desagradable de legislar: luego las cosas no son tan fáciles; quizá sale mejor quejarse.
La resistencia es melancólica: supone vivir anclado en normas de otra época, como la obligación constitucional de presentar Presupuestos. El Parlamento hay que tomárselo como lo que es: un lugar que produce contenido para comentar en las redes sociales y en la televisión. Algunos dicen que hay un coste de oportunidad, que si no nos enfrentamos a los retos de nuestro tiempo corremos el riesgo de “perder el tren”. Pero nuestras discordias más importantes siempre han sido entre nosotros, no con el exterior, y para potenciarlas no necesitamos más leyes, basta con altavoces.
Liberarse de la engorrosa tarea de gobernar permite que el Gobierno dedique su energía a otras cosas. Por ejemplo, abrirse TikToks, viajar, hacer recomendaciones de libros y discos, ponerse en primera fila para tener buenas vistas cuando en algún momento se construya vivienda pública, acusar de los problemas a las otras administraciones, o dedicarse al comentario y análisis de los procesos judiciales.