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Meloni y la ultraderecha Robin Hood al revés

Pese a presentarse como defensores del pueblo, tantos nacionalpopulistas favorecen sobre todo a los ricos

El Gobierno italiano, encabezado por Giorgia Meloni, ha diseñado su proyecto de presupuesto, que ahora se tramita en el Parlamento. Cuatro instituciones independientes, que afortunadamente siguen siéndolo —el Banco de Italia, el Instituto de Estadística, el Tribunal de Cuentas y la Oficina Parlamentaria de Presupuestos— ...

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El Gobierno italiano, encabezado por Giorgia Meloni, ha diseñado su proyecto de presupuesto, que ahora se tramita en el Parlamento. Cuatro instituciones independientes, que afortunadamente siguen siéndolo —el Banco de Italia, el Instituto de Estadística, el Tribunal de Cuentas y la Oficina Parlamentaria de Presupuestos— han coincidido en señalar a los parlamentarios que el presupuesto, y en concreto su reforma del IRPF, favorece a las clases más altas.

El episodio invita a reflexionar sobre un recurrente rasgo sustancial de las ultraderechas occidentales escondido detrás de retóricas incendiarias y maniobras de distracción: ser Robin Hoods al revés, que favorecen a los ricos. Algo asombroso cuando se piensa que tantos de ellos se postulan como irreductibles defensores del pueblo sencillo ultrajado por las elites globalizadas. La verdad es que mucha ultraderecha favorece a los ricos y hunde a las clases populares.

El presupuesto de Meloni es solo un ejemplo. En Alemania, por ejemplo, el galopante AfD lleva en su plataforma política propuestas de abolición o reducción de impuestos que, según expertos independientes, son claramente favorables a los ricos. En el Reino Unido, Nigel Farage planteaba en su programa para las últimas elecciones legislativas un descomunal recorte de impuestos por valor de 100.000 millones de euros anuales, que obviamente habría destrozado la capacidad de proveer servicios públicos. Esta semana ha pronunciado un nuevo discurso en el que, empezando a creer que tiene opciones reales de alcanzar el poder, matizó ese planteamiento bombástico. Pero una piel de cordero sobrepuesta no esconde los instintos de lobo.

Caso interesante es también el de Isabel Díaz Ayuso, destacada representante de la ultraderecha europea en su versión más trumpista/mileísta. Su versión extrema del proyecto de demolición de servicios públicos sanitarios y educativos en pro del sector privado —brillantemente cristalizado en como su gran estratega (MÁR) tiene anotado en agenda a su pareja (Alberto Quirón)— es obviamente un mecanismo implacable de debilitamiento de la posición de las clases populares en favor de las élites, ocultado detrás del profundo espesor cultural de la ideología de la libertad de las cañas. Desgraciadamente, gracias a voluntariosos facilitadores, la manipulación consigue engañar a tantos.

Es curioso que Ayuso indicara Las uvas de la ira de Steinbeck como su libro favorito, cuando es una demoledora denuncia de los abusos del capitalismo desatado y un sostén literario a todo el gran proyecto político de cohesión social encarnado por el New Deal de Roosevelt, las antípodas del ayusismo. Deja, pues, perplejo el razonamiento, pero hay que reconocer que el criterio literario es exquisito y admirable, ya que la novela es una auténtica catedral.

Al otro lado del océano Atlántico, por supuesto, Donald Trump también está adscrito al patrón Robin Hood al revés. Su reforma fiscal en el primer mandato favoreció inequívocamente a las elites. En el segundo, los tecnoemperadores —los hombres más ricos del mundo— salivan de forma indescriptible con las perspectivas que se le abren.

No todos los casos son iguales. No todo es desastroso. Una crítica objetiva, por ejemplo, debe dar mérito a Meloni por mantener en un equilibrio razonable las cuentas de Italia, algo necesario. Pero esa tendencia de Robin Hood al revés es indignante. Detrás de ella a menudo se halla el mismo cuento de hadas. Libertad, desregulación y reducción de impuestos espolearán el crecimiento y traerán prosperidad a todos. La realidad es que suelen traerla más bien a algunos —los de siempre—. Los datos del thatcherismo son un recordatorio elocuente y asentado. Ojalá más ciudadanos consigan ver lo que hacen estos Robin Hoods en su bosque de Sherwood. Ojalá, desde esa concienciación, esos ciudadanos decidan moverse, como otro bosque: el de Birnam, que avanzó hacia Macbeth para derrocarle.

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