Quizá no lo sepamos nunca
Lo más difícil de ser padre es saber qué se guarda un hijo por no herir, por miedo a no ser comprendido
Te cambia la vida, claro que te la cambia. Porque además de todo lo que ya eres, de todo lo que anhelas ser, puede que haya un momento en que te conviertas en madre o en padre, y tu vida seguirá siendo tu vida, pero ya de otra manera. Quizá te acuerdes de tus padres y pienses cómo entiendes ahora algunas de sus cosas, y ...
Te cambia la vida, claro que te la cambia. Porque además de todo lo que ya eres, de todo lo que anhelas ser, puede que haya un momento en que te conviertas en madre o en padre, y tu vida seguirá siendo tu vida, pero ya de otra manera. Quizá te acuerdes de tus padres y pienses cómo entiendes ahora algunas de sus cosas, y hasta puede que te salgan sin querer aquellas frases suyas que tanto odiabas y que juraste que no dirías jamás. Y ahí estás tú, diciéndolas a gritos; porque a menudo se hace lo que se puede y hacer eso ya es mucho.
Quizá te asomes a sensaciones nuevas, o que de pronto vivirás desde lugares distintos. Quizá vengan otros a darte consejos que no pediste, hasta que descubras cuántas veces te guía un instinto que desconocías y cuántas veces no hay más remedio que improvisar y equivocarte. Y así siempre, cuando sean niños, adolescentes o mayores: probar y equivocarte, porque tú vas aprendiendo al mismo ritmo. Quizá descubras una forma distinta de sentir orgullo por alguien, mucho más del que serías capaz de sentir por ti o por algo que hubieras hecho.
Y te asomarás también al vértigo de sufrir de otra manera, de llevar a cuestas la preocupación de que esté todo bien aunque no dependa de ti, o no solo. Descubrirás que se puede sufrir no por algo que haya pasado, sino por algo que pueda pasar. Y pensarás, según vayan creciendo, que los conoces de veras, aunque te quedará la duda de si de verdad se puede conocer a alguien del todo por mucho que sean tus hijos: habrá mil cosas que se te escapen y mil cosas más que no te digan, porque lo de contar y callar no siempre tiene que ver con la confianza.
Tampoco en eso hay manual, y resulta lo más difícil: saber qué se guardan por no herir, por miedo a no ser comprendidos, porque son diferentes a lo que esperabas o por cualquier otra razón. Será inevitable la pregunta de si les conocemos bien, de si sufren y callan, de si hacen sufrir y callan, de si cuentan aquello en lo que podrías ayudarles o que podrías evitar. De si llegas a tiempo pese a todos tus esfuerzos. Será inevitable la pregunta, y ojalá hubiera respuesta. Lo más probable, sin embargo, es que no lo sepamos nunca.