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Bancos sólidos por separado

La fracaso de la opa de BBVA sobre Sabadell se debe tanto a errores propios como a aciertos del banco catalán en su defensa

La gran batalla empresarial en muchos años en España, la opa hostil del BBVA sobre el Banco Sabadell, llegó el jueves a un desenlace inesperado: solo aceptaron la oferta accionistas que suman el 25% del capital, muy por debajo del 50% al que estaba condicionada la operación, y del 30% que habría permitido al BBVA seguir adelante mediante una segunda opa en metálico. El resultado es un triunfo rotundo del banco catalán, que había desarrollado una agresiva estrategia defensiva, y un fracaso para el banco que preside Carlos Torres, quien se había implicado a fondo en el intento durante los últimos 17 meses. Los accionistas tenían la última palabra, y no fueron solo los minoristas (en su mayoría clientes del Sabadell) quienes dieron la espalda a la propuesta.

El fin abrupto del intento de concentración bancaria tuvo consecuencias en el mercado: la acción del BBVA subió con fuerza, lo que da una idea de que el mercado no veía con buenos ojos la operación, y temía el impacto de una eventual ampliación de capital, para afrontar la segunda opa, que habría diluido el valor de los títulos. El Sabadell cayó de forma igualmente vertiginosa, dado que la fuerte subida de los últimos meses estaba relacionada con la expectativa de una oferta más generosa. La previsión de que el BBVA no alcanzaría el 50% y tendría que ir a la segunda opa ha condicionado todo el proceso, porque quien esperaba a la última oportunidad no la tendrá.

El banco con sede en Bilbao ha cometido errores en la gestión de esta oferta. De entrada, una opa hostil no es nada habitual entre grandes empresas españolas, y menos aún entre bancos. Y, una vez elegida esa vía, la oferta tiene que ser irresistible, y nunca lo fue. El canje propuesto por BBVA no resultaba lo suficientemente atractivo para los inversores. Durante demasiado tiempo, las acciones del Sabadell cotizaban muy por encima de la valoración hecha por BBVA, la llamada prima negativa. En el último momento, Torres decidió mejorar la oferta un 10%, después de haber insistido durante semanas en que no iba a hacerlo, y ante el clamor del mercado. La mejora no convenció a los inversores, que esperaban más.

El Sabadell ha obtenido un claro éxito en su audaz defensa. El tándem ejecutivo formado por Josep Oliu y César González-Bueno ha conseguido convertir la opa en una carrera de obstáculos para el BBVA, hasta hacerle tropezar en la recta final. En primer lugar, logró importantes apoyos políticos en Cataluña, que salieron en defensa de una marca con arraigo en la comunidad; eso se tradujo después en una actitud recelosa del Gobierno central, que impuso condiciones duras a la integración, la principal de ellas que los bancos no pudieran fusionarse hasta dentro de tres a cinco años. Sabadell vendió su filial británica TSB para repartir dividendos millonarios que sedujeron a su base accionarial, formada en buena parte por clientes fieles a la entidad. Y convenció al mercado de que el precio era bajo y debía exigirse más, además de generar dudas sobre la factura fiscal de acudir a la opa.

La mejor parte de la historia es que los dos bancos implicados, por mucho desgaste que hayan sufrido, se encuentran en una posición sólida para encarar el futuro, y eso es tranquilizador para la economía española. Desde que se inició el proceso en mayo de 2024, ambas entidades han registrado mejoras importantes de sus beneficios, en la retribución al accionista y en su valoración bursátil. Son buenos bancos por separado. Si lo habrían sido juntos es una pregunta que queda sin respuesta.

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