El otoño del eterno candidato (Feijóo)
La cadena de errores es fruto de la indecisión, el vaivén, la ambigüedad del líder desfigurado
El otoño se le empina al candidato Feijóo. Todo se le precipita a peor. Sucede desde las encuestas de septiembre, que detectaron su suave pero consistente declive, por fuga de simpatías a la ultraderechista Vox. Mientras el socialismo, ay, se recuperaba. Las de octubre ―dos oleadas marcan tendencia― lo subrayan.
Lo que se presumía desgaste irreparable del rival se ha agostado y angostado, de momento. Y no por un vacío de errores y reveses en la coalición gubernamental y sus apoyos, que, empecinados, los brindan a diario, ¿para tapar su éxito económico?: ...
El otoño se le empina al candidato Feijóo. Todo se le precipita a peor. Sucede desde las encuestas de septiembre, que detectaron su suave pero consistente declive, por fuga de simpatías a la ultraderechista Vox. Mientras el socialismo, ay, se recuperaba. Las de octubre ―dos oleadas marcan tendencia― lo subrayan.
Lo que se presumía desgaste irreparable del rival se ha agostado y angostado, de momento. Y no por un vacío de errores y reveses en la coalición gubernamental y sus apoyos, que, empecinados, los brindan a diario, ¿para tapar su éxito económico?: los fallos en las pulseras antimaltrato y sus pastosas explicaciones; su torpe manejo al reducir la jornada; la fricción sobre la inversión en defensa; la resurrección (sincopada) del vetusto Podemos como un Vox inverso…
No. El mal fario del PP viene de cosecha propia. Su estrategia de socavar el ascenso ultra absorbiendo su ideario parafascista (racismo antiinmigración, negacionismo del aborto y del genocidio, antipatriotismo en política exterior y en gasto defensivo) y estilo bronco (Tellado, Ayuso) es estéril.
Porque hipertrofia las tácticas del ruido, en lugar de la seducción. Desde el boicot del líder a la inauguración del año judicial presidida por el Rey, desvelando su charla con él, y manipulándola; hasta el ataque despiadado ad personam contra el presidente del Gobierno y su nada hábil familia (¡ahora le brinda altavoz de perseguido en el Senado!), todo es mero antisanchismo.
O sea, inexistencia de programa, propaganda destructiva, que a veces se troca en bumerán de publicidad positiva, si la víctima convence de que el victimario sobreactúa. Y ya empieza a suceder, con el hasta inédito recurso sanchista a la ironía: “¡Ánimo, Alberto!” (frente al “usted está pringado”), o “Isabel, Alberto tiene una carta para ti” (de un despido imposible).
El monotematismo radical fisura costuras entre los populares ultras y los educados (disparidad sobre el genocidio o los obstáculos al aborto, presencia en los foros de presidentes…). La ansiedad propia traducida en hiperactivismo y prisas por llegar a ninguna parte evidencia inseguridad atávica. Feijóo ya dudaba en trasladarse a Madrid, dejando la placenta gallega: “Yo no tengo [puestos en] consejos de administración que me garanticen el futuro, como vosotros”, le confesaba a Josep Piqué (la frase es literal, no analítica).
La cadena de errores es fruto de la indecisión, el vaivén, la ambigüedad del líder desfigurado. No da la fruta de mejorar sus expectativas.
Reaflora así en la parroquia un fantasma: el síndrome de Sísifo, que nunca alcanza con su roca la cima. La marca del eterno perdedor que encarnó el ciclista Raymond Poulidor (alias Pou-Pou) frente a Jacques Anquetil. Rozó el cielo, con las municipales del 12-M de 2023, y colapsó en las legislativas del 23-J. A cada fiasco, reverdece aquel desastre. Piedad.