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Hay que suponer que están muertos

Robert Redford interpretó papeles devastadores y modernísimos en películas clásicas

Havana, de Sydney Pollack. Se estrenó en 1990. El personaje de Robert Redford llega a Cuba en diciembre de 1958, con los barbudos de Sierra Maestra acercándose a la capital. Redford interpreta a un jugador de póker que busca la partida de su vida en la ciudad del juego y el vicio de la dictadura de Batista. Se enamora fatalmente de una revolucionaria casada, a la que suelta: “¿Quieres cambiar el mundo? Cambia el mío”. Diez años antes Redford protagonizó Brubaker, la historia que ficciona la vida de Tom Murton. Murton, a finales de los 60, sacrificó privilegios y comodidades para ...

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Havana, de Sydney Pollack. Se estrenó en 1990. El personaje de Robert Redford llega a Cuba en diciembre de 1958, con los barbudos de Sierra Maestra acercándose a la capital. Redford interpreta a un jugador de póker que busca la partida de su vida en la ciudad del juego y el vicio de la dictadura de Batista. Se enamora fatalmente de una revolucionaria casada, a la que suelta: “¿Quieres cambiar el mundo? Cambia el mío”. Diez años antes Redford protagonizó Brubaker, la historia que ficciona la vida de Tom Murton. Murton, a finales de los 60, sacrificó privilegios y comodidades para reformar el sistema penitenciario corrupto y violento de Arkansas. Uno de esos tipos a los que les puede ir muy bien en la vida dejándose llevar por la inercia pero eligen pasarlo mal para que a los demás les vaya mejor: los héroes. En la película, Brubaker se infiltra como preso en el interior de la cárcel para tomar nota de las atrocidades. Subyace un mensaje poderoso: a menudo encontrar la verdad es muy sencillo, lo complicado es aguantar la mirada. Redford interpretó papeles devastadores y modernísimos en películas clásicas. Hizo de diablo irresistible (era el diablo, sí, y sigue entre nosotros) en Una proposición indecente, película con algunos errores de partida; si Redford te ofrece un millón de dólares por pasar una noche con tu mujer, regatea: por la mitad te puede follar a ti. Le hizo icono Sundance Kid, el socio de Butch Cassidy, Paul Newman. Volví a verla este invierno. Mi escena favorita sigue siendo la misma: cuando los dos terminan en un precipicio, el implacable y duro Sundance confiesa que no sabe nadar. Y Butch ríe: “¿Estás loco? La caída probablemente te matará”. No te preocupes: no vas a morir ahogado. Saltan juntos: hay que saltar siempre con alguien. Mueren al final, pero no lo vemos: hay que imaginarlo. Cada cierto tiempo, la noticia más leída de EL PAÍS es la muerte de Paul Newman, en 2008. Alguien la cuelga por ahí y se multiplica el tráfico. Y venga la gente a lamentarse y a dar sus condolencias. Son muertes que tardan en digerirse. Redford no tardará en morir otra vez: quién quiere nadar cuando puede volar.

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