Me han dejado la calle preciosa
Creía que en esta ciudad estaba prohibido plantar árboles e instalar fuentes, pero no quiero criticar una obra que ha mejorado tanto mi día a día
Resulta que, después de muchos meses de obras, me han dejado la calle preciosa. Ahora las aceras son anchas y cómodas, tienen más árboles que antes y unas nuevas farolas contra las que no tengo nada que objetar. Los alcorques son elegantes. El nuevo pavimento salva con robustez y sentido común los desniveles, haciendo más seguras las aceras tanto para la chavalería que frecuenta las dotaciones deportivas como para la población envejecida de la zona. También se han plantado todo tipo de hierbas y arbustos en lugares imposibles; y juraría que a un par de manzanas he visto ondear lavanda. Hay, in...
Resulta que, después de muchos meses de obras, me han dejado la calle preciosa. Ahora las aceras son anchas y cómodas, tienen más árboles que antes y unas nuevas farolas contra las que no tengo nada que objetar. Los alcorques son elegantes. El nuevo pavimento salva con robustez y sentido común los desniveles, haciendo más seguras las aceras tanto para la chavalería que frecuenta las dotaciones deportivas como para la población envejecida de la zona. También se han plantado todo tipo de hierbas y arbustos en lugares imposibles; y juraría que a un par de manzanas he visto ondear lavanda. Hay, incluso, dos fuentes nuevas. Enfrente del colegio ha aparecido, bien visible, una señal que limita la velocidad a 20 kilómetros por hora, y la entrada al centro de salud está más accesible. Un pequeño bulevar en mitad de la calzada ha pacificado el lugar, y las plazas de aparcamiento se han reorganizado para facilitar el estacionamiento en batería -una solución que ahorra espacio, añade visibilidad y trae de cabeza a las conductoras patosas como yo-, aunque debo decir que el tráfico ya había mejorado mucho desde que, a principios de año, se implantó el aparcamiento regulado.
Reconozco que estoy dividida. Temía la llegada de este momento desde que Begoña Gómez Urzáiz publicó en La Vanguardia un reportaje titulado “¡Socorro, mi barrio se está poniendo precioso!”, donde daba nombre a la gentriansiedad, es decir, el miedo a las consecuencias de las mejoras urbanas. Allí avisaba de la inquietud con la que muchos vecinos de zonas obreras reciben las actuaciones de sus ayuntamientos, porque pueden acabar provocando la subida del precio de los servicios y de la vivienda, expulsándolos. También me he tenido que tragar ideas preconcebidas, como que en esta ciudad estaba prohibido por ley plantar árboles e instalar fuentes en los barrios cuyo nombre no empieza por “Cham” y acaba en “berí”.
Aquí es donde echo mano de dos conceptos de la psicología pop que me parecen útiles. En primer lugar está la indefensión aprendida, que es otra forma de decir que, cuando se está acostumbrado a recibir palos, se sospecha de las caricias. Y en segundo lugar, la disonancia cognitiva, que es la tensión que sentimos cuando dos ideas contradictorias viven al mismo tiempo en nuestros cerebros. Conviene resolverla de forma consciente, porque de otro modo se corre el riesgo de adoptar una solución precipitada (como, no sé, votar al actual alcalde en agradecimiento) para acallar el debate interno. Pero tampoco quiero ser tan cínica como para sacarle fallos a algo que ha mejorado tanto mi día a día.
¿Cómo he resuelto esta incomodidad? De la mejor forma que sé: recogiendo información hasta confirmar mi premisa inicial. Al hacer un poco de trabajo de campo y pasear unos metros más allá de las calles renovadas, compruebo que el barrio sigue sufriendo serios problemas de accesibilidad y limpieza, contaminación y vulnerabilidad social, con una de las tasas de subida del precio de alquiler más elevadas de la capital (un 15% en el último año) a pesar de ser un distrito mal comunicado y de construcciones humildes; y poco se está haciendo por ello. Me reafirmo así en lo que ya pensaba: no debería haber contradicción entre mantener una postura crítica y a la vez disfrutar de tus adoquines, entre mirar qué ocurre en la calle de al lado y consolidar mejoras para la tuya. A todos nos deberían dejar la calle preciosa, y donde digo calle quiero decir cualquier otra cosa.