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Una buena noticia para la UE y para Mercosur

El acuerdo mitiga el daño causado por los aranceles de Trump y tiende un puente largamente esperado entre Europa y América Latina

La Unión Europea ha presentado esta semana, a través de la Comisión, el texto del Tratado con Mercosur que venían negociando desde hace un cuarto de siglo. Además, ha actualizado su pacto comercial con México, cuya primera versión empezó a alumbrarse en 1994. Es el último y decisivo paso previo a su ratificación por los Veintisiete y por el Parlamento comunitario. El trámite final no está exento de riesgos, pero el hecho que de que haya cedido la tradicional resistencia hiperproteccionista de Francia hará difícil que se forje una minoría de bloqueo en torno a la nueva presidencia ultraderechista polaca frente a una mayoría cualificada que en principio está garantizada.

El avance con Mercosur es una óptima noticia porque asentará el acuerdo más amplio en la historia de la Unión: un mercado conjunto de 780 millones de personas; un aumento previsto del 40% en los intercambios comerciales (de 100.000 millones de euros) entre ambos bloques; y un ahorro en aranceles estimado de 4.000 millones anuales para los europeos, sin olvidar que los gravámenes desaparecerán en más de un 80% en ambas direcciones.

El pacto bilateral dinamizará las exportaciones industriales europeas a Mercosur en sectores clave —el automóvil, la metalurgia, la farmacia— castigados en otros ámbitos geográficos y permitirá el aumento de las exportaciones agrícolas suramericanas modulándolo en cuotas y manteniendo unos aranceles practicables. En caso de problemas graves para algún subsector se activará un fondo especial comunitario de 6.300 millones.

También mejora el contexto. Las restricciones al comercio impuestas a la UE por Donald Trump, y que contribuyeron a acelerar este acuerdo, se verán en parte compensadas por él. Es el mayor logro de la Comisión en el segundo mandato de Ursula Von der Leyen, salpicado por graves retrocesos respecto al primero: desde el infausto acuerdo arancelario con Washington —que empeora las cosas sin dar estabilidad a las relaciones bilaterales—hasta el giro ultraconservador en política migratoria pasando por el freno al desarrollo del Pacto Verde. La sintonía con Mercosur supone un alivio en lo geoeconómico, pero desborda ese ámbito hacia la geopolítica, aherrojada por la presión de EEUU, Rusia y China. El acuerdo es la base para un entramado de relaciones con el conjunto de Latinoamérica, la región del mundo más parecida en valores e intereses a Europa. Y con un pie clave —Brasil— en el grupo de los BRICS. España puede sentirse orgullosa: porque su entrada en la UE hace 40 años es lo que permitió el engarce especial con el subcontinente americano; por sus lazos históricos y culturales; porque la última fase negociadora la desencadenó la presidencia española del Consejo en 2023; y porque, entre los Veintisiete, es el tercer socio comercial de Mercosur y, habitualmente, uno de los tres primeros mundiales de América Latina.

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