Enrollarse que te cagas
¿Qué harán ahora quienes seguían agarrándose a la fe de vivir en el último país progresista de Europa?
Cuando a Pablo Iglesias se le ocurrió regalarle a Felipe VI un cofre de Juego de tronos empezaba a ponerse de moda eso de decir aquello de “vivimos en una distopía”, como si todo lo que supuestamente se señalaba como representación ficticia de una sociedad futura no fuesen exactamente el presente y la realidad que afectan a las vidas (y muertes) de millones de ciudadanos. Una persona sincerame...
Cuando a Pablo Iglesias se le ocurrió regalarle a Felipe VI un cofre de Juego de tronos empezaba a ponerse de moda eso de decir aquello de “vivimos en una distopía”, como si todo lo que supuestamente se señalaba como representación ficticia de una sociedad futura no fuesen exactamente el presente y la realidad que afectan a las vidas (y muertes) de millones de ciudadanos. Una persona sinceramente indignada con el asunto Santos Cerdán/Ábalos me confesó que en los momentos posteriores al estallido del día DGH se sorprendió pidiéndole a un dios al que, como todos los agnósticos, solo recurre cuando la desesperación es máxima, que los audios fuesen obra de una inteligencia artificial. Pertenecía al terreno de la ficción HBO que un hombre de la máxima confianza de un presidente feminista le recomendase a otro hombre con la misma consideración los servicios de una prostituta bajo el argumento de “se enrolla que te cagas”. Las siglas DGH responden a “Del Gran Hostión”, porque eso fue lo que sintieron una gran cantidad de españoles, pero especialmente de españolas, que a pesar de todos los pesares (que el asunto de la vivienda siga sin arreglarse, que la sanidad esté siendo desmantelada por buitres carroñeros, que las escuelas públicas no tengan presupuesto ni para tiza) seguían agarrándose a la fe de vivir en el último país progresista de Europa. Doloridos y sonados como si les hubiesen metido un sartenazo en los dientes, sentían que no sabían cómo aceptar la realidad ni en quién depositar sus últimos remanentes de fe izquierdista. Cada giro inesperado, cada silencio misterioso, cada incomparecencia triunfal del hombre que nunca tuvo la culpa de nada (conocido en las redes como PDR) se convirtieron en una maniobra sospechosa en la mente de los que hasta entonces habían interpretado sus rarezas como genialidades. Este lunes, en rueda de prensa, apeló a la transparencia, pidió perdón a las mujeres, metió miedo con Vox y dijo 10 veces la palabra auditoría. Un rollo que te cagas.