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La clase obrera va al paraíso

No hay mes más de izquierdas que mayo: no hace falta dinero para sentirse millonario

Esta Feria de Abril vi a un caballero que se enorgullecía de una chaqueta con bolsillitos para habanos, esos cigarros que representan un tipo de riqueza y de divertimento muy concretos. Yo es que veo uno de esos purazos y me vienen a la mente dos cosas: aquellos individuos grises con sombreros de fieltro que se fumaban el tiempo ajeno en Momo, la novela de ...

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Esta Feria de Abril vi a un caballero que se enorgullecía de una chaqueta con bolsillitos para habanos, esos cigarros que representan un tipo de riqueza y de divertimento muy concretos. Yo es que veo uno de esos purazos y me vienen a la mente dos cosas: aquellos individuos grises con sombreros de fieltro que se fumaban el tiempo ajeno en Momo, la novela de Michael Ende, y la frase que me dijo una amiga para describirme lo que sintió la primera vez que vio a su novio de toda la vida con otra: “Se me llenó el corazón de humo de Farias”. Si existiesen antónimos para los olores, el del puro serían todas las flores, menos las del peral de Callery (huelen a semen). Esta primavera, tras un invierno de lluvias inmisericordes, hasta Madrid, ese murmullo en medio del desierto, tiene un aroma especial. No hay alcorque en el que las plantas ruderales no florezcan con su desparpajo arrabalero ni arriate en el que no brote algo; y en el parque de El Retiro los jardineros municipales han cubierto el Monte de los Gatos de cien especies de pétalos de colores (les recomiendo con entusiasmo que vayan a verlo). En el diccionario obrero, el antónimo de parque público es finca privada, el de feria es romería y el de clase ociosa, clase descansadora, que es la que trabaja, ergo la que no es dueña de la preciosa materia prima de la que está hecha su vida, el tiempo (ese que se fuman los patrones). Por eso a las ferias van los señoritos y a las romerías vamos todos los demás. No hay mes más de izquierdas que mayo: no hace falta dinero para sentirse millonario. El día de san Isidro dije que aunque Madrid sea una ciudad facha, sus verbenas jamás serán pijas. Una convecina me reprendió ofendida: “Soy de aquí de cuatro generaciones y me cansan estos comentarios faltones”. La entendí perfectamente: yo me canso de madrugar cada día, de pagar el IBI y de que el espejismo de una capital de España alegre, humana y civilizada dure lo que unas fiestas patronales.

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