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La salud mental o el peso de lo invisible

Los lectores escriben sobre la falta de atención psicológica en la sanidad pública, el asesinato de una trabajadora social en Badajoz, el gasto en defensa, y la deshumanización ligada a la tecnología

L. Rico (EFE)

Nuestra sociedad sigue sin tomarse en serio la salud mental. Me cuesta creer que tener una enfermedad mental no sea razón suficiente para justificar una falta en el instituto. Como si, en mitad de un colapso, lo que realmente importara fuera entregar un papel en vez de poder quedarme o irme a casa, intentar estar con mi familia y simplemente respirar, en lugar de hiperventilar en un baño y comenzar a llorar. Pero no, lo que necesito es un justificante. Un papel que explique lo que ni yo sé poner en palabras, que traduzca en burocracia algo que apenas entiendo. Y solo puedo pedir que esperen, que mi cita es en septiembre, que hasta entonces tengo que aguantar como pueda. Seis meses sin seguimiento, sin nadie que pregunte cómo estoy, solo el antipsicótico que me ha recetado un hombre que ni siquiera se ha dignado en fingir que me atiende después de esperar medio año para verle.

Gustavo Javier García Bayas. Badajoz

No puedo callarme

En estos días de información, sobreinformación y opiniones basadas en la no información, tras el asesinato este domingo de la educadora social Belén Cortés Flor, educadora social que trabajaba con menores en ámbito residencial, no puedo callarme. Esta rabia nace de la indefensión aprendida, de luchar contra el sistema, del incumplimiento de convenios en el ámbito laboral, de la falta de reconocimiento de nuestra labor... Esto nace del miedo. Escuchadnos, por favor, porque Belén no es la única, aunque normalicemos las agresiones, la violencia verbal, aunque parezca que es que hemos elegido esto porque forma parte de nuestro trabajo. No es normal, pero sí lo es.

Eva Martín Sánchez. Toledo

Política responsable

Las palabras no son inocentes, nos decía Santos Juliá, albergan intenciones y tienen consecuencias. Ante el dilema del gasto en defensa —a mi juicio mejor invertido en un ejército común europeo—, me tienta honrar mis principios éticos con el discurso ingenuamente pacifista, pero la limitada responsabilidad que en el tema me corresponde como ciudadano europeo me lo impide. Sí reclamo de la alta responsabilidad que les cabe a nuestros representantes políticos que piensen en las consecuencias de sus palabras y de sus decisiones.

José Carlos Herrero Yuste. Leganés (Madrid)

Una joven ante la deshumanización

En un mundo en el que la información es consumida en píldoras de 15 segundos a través de las redes sociales, donde una inteligencia artificial puede pintar un cuadro o escribir un texto, en el que compartir que estás en Roma es más importante que ver la ciudad eterna, o en el que un like en Instagram es más importante que un “¡qué guapa estás!” de tu abuela, ¿dónde quedan las personas? ¿Dónde queda lo que somos, nuestra historia? ¿Acaso se ha extinguido ya la creatividad de un niño? ¿Llorará alguien más leyendo a Lorca? ¿O ya da igual? El ser humano tal y como lo conocemos morirá, lo triste será darnos cuenta tarde de que hemos sido nosotros quienes lo hemos matado.

Laura Remírez de Esparza Díaz. Torrelodones (Madrid)

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