Por la independencia europea
Un pacto político en Alemania, una manifestación en Italia y una reunión militar en Francia muestran el camino y la actitud para evitar que Europa sea avasallada, que es lo que está en juego
Esta columna abogó la semana pasada por la necesidad -en medio de un peligroso cambio de época- de cambiar la política, no solo las políticas, para adaptar Europa a los nuevos retos. En los últimos días ha habido varias señales esperanzadoras que apuntan a una plena comprensión de lo que está en juego y a la disposición a superar miopes lógicas partidistas o nacionales. En Alemania, democristianos, socialdemócratas y verdes han ...
Esta columna abogó la semana pasada por la necesidad -en medio de un peligroso cambio de época- de cambiar la política, no solo las políticas, para adaptar Europa a los nuevos retos. En los últimos días ha habido varias señales esperanzadoras que apuntan a una plena comprensión de lo que está en juego y a la disposición a superar miopes lógicas partidistas o nacionales. En Alemania, democristianos, socialdemócratas y verdes han pactado en tiempo récord un acuerdo de envergadura enorme sobre defensa, infraestructuras y transición energética. En Italia, ha cobrado gran impulso -por encima de las barreras partidistas- una manifestación en favor de Europa, que se celebrará hoy y tiene potencial para insuflar un necesario ánimo popular al europeísmo. En Francia se ha celebrado una inaudita reunión de altos mandos militares de países de la OTAN sin que estuvieran representantes estadounidenses.
Desgraciadamente, a la vieja política le cuesta morir. España ofrece múltiples ejemplos, con el líder de la oposición determinado en sacar ventaja partidista de la situación incómoda del presidente del Gobierno, mientras este sopesa tristes vías para sortear el Congreso en materia de gasto en defensa y evitar así que se haga evidente que su coalición está abierta en canal. Hacia ello le empujan segmentos minoritarios de la izquierda gubernamental que se niegan a subir la inversión militar. Cabe preguntar si lo hacen teniendo realmente como objetivo la supervivencia de Europa como espacio seguro y autónomo, o con intereses más inmediatos. Italia también emite algunas pésimas señales, como los calculillos de Meloni, que ordenó a sus eurodiputados abstenerse en el Parlamento Europeo en una votación por temor a irritar a Trump.
Se habla a menudo de la necesidad de hacer pedagogía con la ciudadanía para que comprenda a fondo lo que está en juego. Sin duda es preciso un debate público amplio, profundo, claro, sin paternalismos, para que la sociedad conforme lo mejor posible su opinión. Pero a veces cabe preguntarse si en la misma élite política todos han entendido —o quieren entender— lo que está en juego. La verdad es que no es difícil de entender y explicar.
Fuerzas poderosas y sin escrúpulos quieren avasallar Europa.
Desde Oriente, una Rusia convertida en una maquinaria de guerra persigue un proyecto imperialista de reconstitución de esferas de control e influencia en el continente. Si no se la frena en Ucrania y si no se mantiene la garantía de la defensa mutua de la OTAN —hoy cuestionada—, el riesgo de que siga es real. Por supuesto en Georgia o Moldavia, donde ya controla parte del territorio. Pero más allá también, si percibiera debilidad, como ha ocurrido hasta ahora.
Desde Occidente, unos EE UU que han decidido que los países europeos valen más como lugar de extracción de beneficios o recursos que como aliados. Por eso la animosidad contra la UE —la entidad mejor situada para evitar el avasallamiento de los europeos—. ¿Confían ustedes en lo que quieren hacer los tecnoemperadores aliados de Trump? ¿Confían ustedes en que simplemente podremos seguir contando con que EE UU nos permita seguir utilizando los cazas F-35 que ya nos vendió? Tal vez querrá usar las actualizaciones del software o la asistencia técnica imprescindible para su buen funcionamiento para extorsionarnos en algún deal relacionado con otra cosa.
Este último es solo un ejemplo entre tantos posibles. El problema está tan claro que Polonia, quintaesencia del atlantismo después de la caída del Muro, pondera abiertamente opciones de escudo nuclear alternativo al de Washington. Ellos tienen claro lo que hay, y Europa occidental o meridional no puede pensar que no está en el mismo barco.
Lo que está en juego es nuestra independencia. Necesitamos hacer muchas cosas para no ser avasallados en un mundo donde, a la vista está, poco cuenta el derecho y la razón, y cada vez más cuenta la fuerza. Ese es el prisma adecuado para observar, tomar decisiones, dotarnos de las herramientas necesarias para que nadie nos agreda o someta. También es el adecuado para juzgar si la acción de los representantes políticos está a la altura del momento.