Cómo manejar la palanca
Ante el peligro que ofrece este perro mundo no cabe otra solución que la huida
Recordaba como un momento estelar en su vida aquella vez que le plantó cara al abusón en el patio del colegio y le dio una patada en los huevos. También pudo tratarse de aquella noche en que después de bailar a la luz de la luna la chica de sus sueños le besó por primera vez con los labios salados a la orilla del mar. No creo que haya nadie, por muy desgraciado que se sienta, que no recuerde que hubo una vez en que dio la talla y se comportó como un valiente o a quien la vida no dejó de regalarle al menos un instante de felicidad. El placer en este caso tiene también un grado de fortaleza. En ...
Recordaba como un momento estelar en su vida aquella vez que le plantó cara al abusón en el patio del colegio y le dio una patada en los huevos. También pudo tratarse de aquella noche en que después de bailar a la luz de la luna la chica de sus sueños le besó por primera vez con los labios salados a la orilla del mar. No creo que haya nadie, por muy desgraciado que se sienta, que no recuerde que hubo una vez en que dio la talla y se comportó como un valiente o a quien la vida no dejó de regalarle al menos un instante de felicidad. El placer en este caso tiene también un grado de fortaleza. En cualquier hecho del que uno se sienta orgulloso es en el que debe apoyar la pértiga para dar el gran salto adelante. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo Arquímedes. Pero sucede que este mundo está a punto de romperse en pedazos y no conviene moverlo más. Por un lado, ahí tienes a Donald Trump, un gañán de color calabaza que gobierna el imperio con el pulgar hacia arriba o hacia abajo, como un Diocleciano hortera, a merced de los impulsos con su cerebro testicular. Por otro, está Putin, ese chulángano de cantina que se sienta siempre espatarrado como si los brazos de su poltrona estuvieran más allá de las fronteras de Rusia. Este par de matones se han puesto a jugar al tres en raya de una hipotética guerra nuclear, mientras Europa busca en vano una silla para sumarse a la partida. Ante el peligro que ofrece este perro mundo no cabe otra solución que la huida. Hay que ser muy audaz y huir hacia dentro de uno mismo con la pértiga en la mano en busca de un punto de apoyo para preservarse del lodazal de la política, de la basura mediática, del ruido espantoso de este circo. Hasta el más desgraciado es capaz de encontrar aquel momento de rebeldía en que dijo no, o en el que mereció un placer con el que se siente recompensado. Fija en ese punto la palanca y salta. Si este mundo no tiene arreglo, al menos habrás salvado la cara dejando toda esa mierda atrás.