X, una Casa Blanca en la sombra
Elon Musk utiliza su red social para justificar las políticas de Trump y acallar las críticas
Las tres semanas que han transcurrido desde que Trump asumió el poder en Estados Unidos parecen tres años. Se nos han hecho eternos los días en los que Trump, a golpe de decreto presidencial, ha empezado a tallar los contornos de su acción política y de su nuevo orden mundial en el que los inmigrantes son delincuentes, los funcionarios carne de cañón, las naciones aliadas merecen ser humilladas con chantajes y el derecho internacional es pisoteado en favor de la política del negocio.
La Casa Blanca es sólo una parte del decorado, uno de los dos escenarios de un poder bicéfalo. El segundo es X, ahora el epicentro de un órgano de propaganda global que el segundo presidente, Elon Musk, dirige desde la sala de mandos mientras tuitea convulsivamente desde su cuenta personal. Todas las posibilidades de comunicación de su red social han sido movilizadas al servicio del nuevo régimen.
Como si de un nuevo No-Do se tratara, o una reformulación de los sermones del fallecido Chávez en Aló Presidente, X presenta incansablemente a todos los usuarios de la red los tuits de Elon Musk. Sus aportaciones, que superaron el millar durante la primera semana de febrero, son a su vez replicadas por un enjambre de cuentas de sus “palmeros” digitales, también favorecidos por el algoritmo para que lleguen hasta el último usuario. La ocupación del espacio mediático en la era de las redes sociales era esto: hacer que no exista otro protagonista que Musk, ni mensajes más replicados que los suyos. “Elon Musk ha superado los 216 millones de seguidores. Es el perfil con más seguidores e interacciones en X”, anuncia @cb_doge, la cuenta de uno de sus fieles, como si del azar se tratara y no de una manipulación.
Mientras Donald Trump defiende sus medidas desde los salones de la Casa Blanca, Musk asume la tarea de justificarlas desde su púlpito personal con todos los recursos que, sabe, funcionan en las redes sociales. Uno de ellos es la desinformación. A los que se escandalizan por los planes de eliminar el Departamento de Educación, Musk les presenta un gráfico sin contexto ni enlace que justificaría, dice, que el dinero invertido no sirve para mejorar los resultados escolares. Poco importa que los datos que utiliza sean de 2013 o si el objetivo de esta agencia es ayudar a alumnos de familias con rentas bajas, apoyar programas de educación especial o conceder becas de estudio. Musk no tiene reparos en replicar un bulo lanzado desde Rusia sobre viajes de estrellas de Hollywood a Ucrania, pagados con dinero público para justificar el hachazo que Trump pretende propinar a la estructura de USAID, la agencia federal de cooperación al desarrollo.
El uso de la mentira ha sido interiorizado desde los centros de poder de Trump, tanto como la necesidad de estrangular el periodismo libre. Así, cuando el presidente se afana en torcer el brazo de medios de información influyentes a golpe de demandas por difamación, Musk los descalifica y reivindica la vigencia del “periodismo ciudadano”. “Vosotros sois los medios ahora”, repite machaconamente. Pero monopolizar la información es sólo una de las patas de la estrategia. La segunda consiste en arrinconar algorítmicamente a quien realiza buen periodismo de investigación. Wired, el medio que reveló el desembarco de ingenieros inexpertos en la toma de control de la infraestructura del Gobierno federal ha perdido en el último mes 17.000 de sus casi 10 millones de seguidores en X, según SocialBlade. Paradójicamente, sus investigaciones encuentran, según datos de Talkwalker, mayor impacto en redes como Bluesky donde tienen 20 veces menos usuarios que en X. El secretismo con el que Musk envuelve las modificaciones del algoritmo de su red consolida un orden informativo profundamente autocrático, pese a los ostentosos golpes de pecho en favor de la libertad de expresión, con los que el magnate tecnológico pretende impresionar al mundo.