El uso político del horror

Aprovechar la tragedia de la dana para hacer oposición al Gobierno es un acto de oportunismo que roza la falta de respeto a los afectados

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, se dirige a los medios, este jueves en Valencia.Kai Fosterling (EFE)

La reacción del líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, a la tragedia provocada por la dana en el sureste español debe ser denunciada como un ejercicio de impostura política y de utilización de la conmoción pública completamente fuera de lugar, pero desgraciadamente coherente con su reciente estilo de oposición. En medio de la catástrofe, con las cifras de muertos elevándose por decenas según pasaban las horas (158 confirmados hasta la noche de este jueves) y con toda Europa en shock ante imágenes de destrucción desconocidas en la España reciente, Feijóo acudió a Valencia para presentarse como un actor imprescindible en la gestión de la crisis, y al tiempo tratar de responsabilizar al Gobierno central del desastre.

El líder popular dijo que la responsabilidad en la gestión de emergencias es de los presidentes autonómicos y de los alcaldes, para luego quejarse de que nadie ha contado con él, que no es ni una cosa ni la otra. Declaró que su “función” es coordinar a los gobiernos autonómicos. Más aún, vino a sugerir que la Unión Europea ha activado su ayuda porque él personalmente se lo pidió a la presidenta de la Comisión y a la del Europarlamento. En definitiva, se presentó como una especie de presidente del Gobierno in pectore para quejarse después de que el verdadero presidente del Gobierno no contara con él en la gestión de la emergencia. “Nadie me ha informado de nada”, protestó. Nunca está de más ante una tragedia de estas dimensiones que el Gobierno informe a la oposición, pero, en esta ocasión, se produce una comunidad gobernada por el PP y es el Gobierno autonómico el responsable directo de la gestión. De hecho, Feijoo aseguró que el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, le venía informando “en tiempo real desde el pasado lunes” de que “la situación era muy compleja”.

Como presidente de Galicia durante 13 años, Feijóo ha sido el máximo responsable de los servicios de protección civil de una comunidad autónoma y conoce perfectamente la forma en que se coordinan las administraciones. La dana ha sido un fenómeno absolutamente excepcional. Lo único que está en cuestión en estos momentos es si la Generalitat valenciana tardó demasiadas horas en advertir del riesgo para la población después de que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) lanzara una alerta roja, el martes a primera hora de la mañana. La información es estatal, pero lo que se hace con ella depende del Gobierno autonómico, que es quien gestiona la protección civil. Pero Feijóo llegó a cuestionar la información oficial de la Aemet y de las cuencas hidrográficas, “que puede ser exacta, que puede ser inexacta, que puede ser mejorable”, dijo.

Este desafortunado ejercicio de oportunismo bordea la falta de respeto al dolor de quienes han perdido familiares, los miles de personas que han perdido todas sus posesiones, a los profesionales que trabajan sobre el terreno y a la conmoción de un país entero ante unas cifras de fallecidos inasumibles y unas pérdidas materiales incalculables, como nada a lo que se haya enfrentado España en varias generaciones. Afortunadamente, ningún otro líder popular con algo de responsabilidad ejecutiva replicó o validó las afirmaciones de Feijóo. Mazón compareció después con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y le agradeció la cercanía y la rapidez de respuesta, en claro contraste con el reproche de Feijóo solo unas horas antes reclamando al gobierno central “alguna colaboración”. Es más, ambas administraciones han acordado, ante la magnitud de la catástrofe, incrementar el ámbito de gestión conjunta.

Resulta preocupante que Feijóo se mueva en unos parámetros políticos en los que se considera pertinente hacer unas declaraciones como estas, que solo se pueden entender como un ataque preventivo para sembrar confusión ante una posible polémica que, en estos momentos de dolor y emergencia activa, ni siquiera está sobre la mesa, como demostraron Mazón y Sánchez.

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