Estar vivo o muerto
Aristóteles decía que las tragedias sirven de catarsis para purificar las pasiones, pero la violencia y la muerte no dejan de ser una costumbre
Vivir no es solo estar vivo ni morir es solo estar muerto. Uno puede estar vivo y muerto a la vez si por un lado se emociona con la belleza de una tarde de otoño llena de colores rojos y amarillos y por otro ya no se conmueve ante la visión de niños ahogados o destrozados por las bombas. Contra las matanzas de tanta gente inocente que uno se ve obligado a digerir con los alimentos de cada día puedes acogerte como salvación al sonido del saxo de John Coltrane, pero si esa melodía te arranca una lágrima que resbala por la mejilla deberías saber si procede de esa parte en la que aún estás vivo o ...
Vivir no es solo estar vivo ni morir es solo estar muerto. Uno puede estar vivo y muerto a la vez si por un lado se emociona con la belleza de una tarde de otoño llena de colores rojos y amarillos y por otro ya no se conmueve ante la visión de niños ahogados o destrozados por las bombas. Contra las matanzas de tanta gente inocente que uno se ve obligado a digerir con los alimentos de cada día puedes acogerte como salvación al sonido del saxo de John Coltrane, pero si esa melodía te arranca una lágrima que resbala por la mejilla deberías saber si procede de esa parte en la que aún estás vivo o de la ya estás muerto. Aristóteles decía que las tragedias sirven de catarsis para purificar las pasiones. Sentados en las gradas de los anfiteatros, los griegos de la antigüedad clásica asistían a la representación de los crímenes más horribles que pueden cometer los humanos. Tal vez comían y bebían alegremente mientras contemplaban las tragedias a las que el destino había sometido a Edipo, a Antígona o a Ifigenia. Sabían que la voz de Zeus desde el artilugio de Deus ex machina al final daría una salida. Aquellas tragedias solo eran una ficción escénica y de hecho la belleza de aquellos textos todavía no ha sido superada, pero hoy la carnicería a la que asistimos en vivo y en directo es real y los hermosos versos de Esquilo o de Sófocles han sido sustituidos por imágenes de la sangre a raudales que discurre con normalidad en Gaza, en Beirut o en Ucrania acompañadas por los asépticos informes de los telediarios. No obstante, uno puede apartar la vista de la pantalla y mirar por la ventana mientras suena el saxo de John Coltrane. La violencia y la muerte no dejan de ser una costumbre y tal vez uno ignora que esas masacres a las que asiste con naturalidad acaban por formar parte de la propia digestión. Mientras suena la música y contemplas el esplendor de la tarde de otoño cubierta de hojas rojas y amarillas, si juntas la belleza y la maldad, no sabrás si estás vivo o muerto.