Sánchez, visto por ‘The Economist’

El presidente del Gobierno ha cometido errores, pero la democracia española no está en riesgo. El gran mal es la polarización, responsabilidad de ambos bandos

Pedro Sánchez, en La Moncloa.Álvaro García

The Economist, una de las biblias del periodismo liberal europeo, nunca ha querido especialmente a Pedro Sánchez, del que suele subrayar su debilidad parlamentaria y su dependencia de los separatistas. Pero el artículo publicado ayer y celebrado por todo lo alto por la derecha más beligerante le pone en la diana bajo un durísimo titular que excede desproporcionadamente —a mi juicio— la realidad: “Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española”. Ni más ni menos.

La revista reconoce sus logros, la fortaleza de la economía y los avances en empleo. Ignora el buen posici...

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The Economist, una de las biblias del periodismo liberal europeo, nunca ha querido especialmente a Pedro Sánchez, del que suele subrayar su debilidad parlamentaria y su dependencia de los separatistas. Pero el artículo publicado ayer y celebrado por todo lo alto por la derecha más beligerante le pone en la diana bajo un durísimo titular que excede desproporcionadamente —a mi juicio— la realidad: “Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia española”. Ni más ni menos.

La revista reconoce sus logros, la fortaleza de la economía y los avances en empleo. Ignora el buen posicionamiento de España en el escenario internacional. Recuerda la causa abierta a su esposa, le dedica algún adjetivo grueso (”despiadado”) y subraya que “los pactos con los radicales vascos y catalanes tienen un coste creciente para la calidad de la democracia y las instituciones españolas”.

Vamos a ver. Sánchez ha cometido errores impropios de quien defiende la ejemplaridad. Nombrar ministros en instituciones que deben ser independientes no es de recibo, como no lo era en los gobiernos populares precedentes. Proclamar que va a gobernar “con o sin el concurso” del Parlamento es un exabrupto que le recordaremos todos los días, especialmente cada vez que acuda a la Carrera de San Jerónimo en busca de todos y cada uno de los votos que necesita.

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Pero de ahí a poner en riesgo la democracia española va un salto de gigante que ni la revista británica ni la realidad justifican. La amnistía (que otra biblia liberal europea como Financial Times aplaudió en un editorial notorio sin que la derecha lo celebrara) no han cambiado el escenario constitucional ni democrático. Nos guste o no, la mayoría de diputados elegidos en las urnas aprobaron legítimamente una ley que ha contribuido a pacificar Cataluña. Nada se ha tambaleado más allá de las pasiones y en última instancia, como siempre, hablará el Constitucional. La financiación singular pactada con ERC para Cataluña es de momento un compromiso que, como todo, deberá pasar por el Congreso en un recorrido de dudoso final. De momento, se ha abierto el debate.

La democracia española es robusta y no se ha movido. La prensa ejerce implacablemente su papel, como corresponde. Nuestro mayor mal es acaso la polarización, que impide avanzar juntos en áreas que requieren consensos, sin duda el tema de la vivienda, verdadero vórtice de la fractura social que hoy vive España. Y eso es culpa de ambos bandos.

El filósofo alemán Markus Gabriel me decía en una reciente entrevista que la lucha contra la ultraderecha como causa para unir a la izquierda no es suficiente. Necesitamos una cooperación de la humanidad frente a los desafíos de la realidad. Lo dicho: tarea de todos. Todos los que sean responsables.

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