La música y la letra del PP

Las propuestas de los populares sobre familia y vivienda merecen ser debatidas por más que sus autonomías hagan la guerra por su cuenta

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, saluda a un simpatizante en un acto de partido, el 29 de septiembre en Zaragoza.JAVIER BELVER (EFE)

EL PARTIDO Popular ha presentado en la última semana dos propuestas —una sobre conciliación familiar y otra sobre vivienda— con las que intenta tomar la iniciativa en políticas que afectan directamente a la calidad de vida de los ciudadanos. La más detallada supone la entrada de los populares en un debate clave de nuestro tiempo como la corresponsabilidad en la crianza para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres. Entre otras medidas, el PP quiere eliminar la obligación de disfrutar los permisos de paternidad y maternidad a la vez e inmediatamente después del nacimiento de un hijo. Propone que los dos permisos puedan ser consecutivos y ampliar el total hasta las 26 semanas. También plantea fomentar los “horarios flexibles” y un “banco de horas” que permitan redistribuir la jornada laboral.

Menos concreto es el plan de vivienda, que rechaza cualquier intervención en un mercado claramente disfuncional y apuesta por mayor liberalización del suelo y por volver a implantar beneficios fiscales para incentivar la construcción. Hay que lamentar que el documento utilice un lenguaje demagógico cuando equipara a los inquilinos que incumplen su contrato de alquiler con la ocupación, un fenómeno residual en España pero que tiende a ser manipulado de forma populista para agitar el miedo sin fundamento.

Después de dos años de practicar una oposición asfixiante pero intrascendente —según la cual España estaba en permanente crisis existencial— el PP parece decidido a presentarse como un partido propositivo y sensible a los problemas de la calle. Es algo que merece ser aplaudido. Conviene, no obstante, evitar el disfraz sobre lo que se propone y presentar sus ideas como “ni de derechas ni de izquierdas”, como hizo este mismo viernes su líder, Alberto Núñez Feijóo. Los problemas no son de derechas ni de izquierdas. Las soluciones sí, y bienvenido sea al debate desde las distintas posiciones, porque nadie posee fórmulas mágicas y todos tenemos el deber de escuchar propuestas para tratar de encontrar soluciones y aplicar políticas basadas en evidencias. En el caso de la conciliación, el plan del PP se basa en proporcionar incentivos a las empresas, no derechos a los trabajadores; las ideas sobre vivienda recuerdan inquietantemente a las que dieron lugar a la burbuja inmobiliaria que colapsó la economía española hace 15 años.

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El PP demuestra buen olfato al hablar de familias y de vivienda. Pero la música que toca la dirección nacional, que no gobierna, no casa con la letra que aplican sus muchos gobiernos territoriales, de quienes depende casi toda la política social y buena parte de las competencias de vivienda. El mismo PP desprecia sin negociarla la Ley de Familias propuesta por el Gobierno o no aplica desde las comunidades la ley estatal de vivienda. Este nuevo discurso no puede servirle como cobertura a nivel nacional, donde le sale gratis, mientras allí donde tiene poder para reducir la desigualdad, la amplía. El PP, que dispone de un inmenso capital autonómico y municipal, tiene la oportunidad de aplicar el plan que su dirección plantea como solución. La inacción no es una propuesta; el no a todo, tampoco.

Con todo, hay que celebrar que la legislatura aterrice, por fin, en los problemas cotidianos de los españoles. La voluntad negociadora demostrará si todos los grupos, también los que sostienen al Gobierno, tienen voluntad de afrontarlos en serio o simplemente se está sustituyendo un tema de confrontación por otro. La conciliación es un tema capital en el día a día de los españoles. La vivienda asfixia a los jóvenes y a las familias: es un problema tan grave que la ciudadanía no perdonará a quienes jueguen a la política con él.

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