El dilema de Ucrania

La negativa de los aliados a que Kiev use su armamento contra territorio ruso debe compensarse con una mayor celeridad en el cumplimiento de los compromisos ya adquiridos

El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, durante una cumbre en Italia el pasado día 7.MATTEO BAZZI (EFE)

Los países aliados de Ucrania se enfrentan a un dilema ante la demanda del presidente Volodímir Zelenski de que se le permita atacar territorio ruso con los misiles de largo alcance suministrados por Occidente. Esa petición es otro punto de fricción con Vladímir Putin y el motivo de las nuevas advertencias de Rusia, que en los últimos días ha avanzado en la región ucrania del Donbás mientras lanzaba una contraofensiva en Kursk, invadida por Ucrania el mes pasado. Al mismo tiempo, el Kremlin ha ordenado la expulsión de seis diplomáticos británicos acusándolos de espionaje.

La expulsión coincidió con una reunión este viernes en Washington en la que el presidente estadounidense, Joe Biden, y el primer ministro británico, Keir Starmer, reafirmaron su compromiso con Ucrania, pero se negaron a dar luz verde a la petición de Zelenski. El mandatario ucranio insiste no solo en la necesidad de que Occidente mantenga el suministro de armamento—y lleva razón cuando se lamenta de que no se ha cumplido con las cantidades de munición prometidas—, sino que se le permita utilizar armas capaces de atacar infraestructuras militares en suelo ruso para contrarrestar el empuje de su agresor.

Aunque Kiev ha ocupado más de 1.000 kilómetros cuadrados en el territorio de su vecino —en un importante golpe contra la propaganda triunfalista de Putin—, Moscú ha obtenido en las últimas semanas la mayor ganancia de territorio ucranio desde finales de 2022.

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Es cierto que ya en el pasado Putin advirtió con contundencia –incluida la posibilidad de una respuesta nuclear— contra el incremento de la ayuda occidental a Ucrania. Lo hizo ante el envío de carros de combate Leopard o, posteriormente, de aviones F-16. Lo que cambia radicalmente la ecuación es que en ambas ocasiones los países suministradores —entre ellos, España— subrayaron el propósito defensivo del material enviado. Una autorización explícita a Kiev para atacar en Rusia enviaría a Moscú un mensaje muy diferente y de consecuencias impredecibles.

Esta situación se da además en un contexto internacional de gran incertidumbre. Las elecciones de noviembre en Estados Unidos —con un Donald Trump enfrentado personalmente a Zelenski—, el aumento de las simpatías prorrusas en Europa —reflejado en los últimos resultados electorales en Francia y Alemania— y la inestabilidad en el propio Ejecutivo ucranio —con una crisis de gobierno que ha afectado a nueve ministros— no hacen prever que los aliados cambien de actitud en un futuro inmediato, como certificaron el viernes Biden y Starmer. Con todo, la comprensible prudencia occidental para evitar la escalada debe ir acompañada de una mayor celeridad en el cumplimiento de los compromisos ya adquiridos con la defensa de Ucrania.

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