Veremos qué pasa
Los lectores escriben sobre la situación de los inmigrantes en Canarias, la política de Macron, el peso del trabajo en nuestras vidas y la solidaridad entre los ciudadanos
Souleymane salió corriendo de casa. No le dio tiempo a desayunar porque hoy entra a su turno de vendimia a las cinco de la madrugada. Fallou se pasó toda la noche realizando fichas de caligrafía para llegar al nivel de sus compañeros de clase. Collins dedicó la tarde a hacer lo que más le gusta: entrenar con su equipo del pueblo y sentirse uno más, aunque no puede federarse por carecer de la documentación exigida. Nourredine le contaba a su madre ilusionado que ya ha conseguido un trabajo y podrá ayudar a su hermano con los estudios. Ousmane nos preparó su plato senegalés favorito: un ceebu jen para chuparse los dedos que le enseñó a hacer su abuela. Musa hoy prefirió quedarse en su habitación escuchando música; no tenía un buen día. Salgo del turno, conecto la radio de mi coche y el revuelo mediático migratorio sigue ahí. Canarias o España, nosotros o ellos. Veremos qué pasa.
Samuel Núñez. Teguise (Lanzarote)
Francia
El partido de Marine Le Pen ganó las elecciones europeas, pero no las legislativas, convocadas por el presidente Macron tras su decisión de disolver la Asamblea Nacional. Sin embargo, Macron cuenta con ella a la hora de designar al primer ministro y desprecia los resultados electorales. Escribió Victor Hugo: “La inmensa Francia tiene sus caprichos de pequeñez. A eso se reduce todo. No hay nada que decir. Los pueblos, como los astros, tienen derecho al eclipse. Y todo está bien, con tal de que vuelva la luz y el eclipse no degenere en noche”.
Luis Fernando Crespo Zorita. Las Rozas de Madrid
Enfocados en la propia supervivencia
En una sociedad con la productividad como forma de vida, tengo claro que quiero trabajar, que quiero sentirme útil para la sociedad, pero también que quiero vivir. Y trabajar no es vivir. Trabajar es estar preocupado por la supervivencia propia, ya sea en su sentido literal o en el de la supervivencia de los privilegios a los que nos aferramos. Esto lo escribo después de un mes de vacaciones, de libertad, de no trabajar, de no pensar cómo ser más productiva ni cómo tener mayores ingresos para poder vivir mejor. Como sociedad, ¿qué ganamos teniendo una población preocupada únicamente por su supervivencia? Y lo más importante: ¿qué perdemos?
Elisa Alonso. Madrid
Humanidad
Soy voluntaria de una asociación que ayuda a los ancianos, y cada jueves sacamos a pasear a unos cuantos mayores de una residencia de la Comunidad de Madrid. El otro día, acompañé a una mujer —¡94 años!— a hacer una gestión, con la mala suerte de que, en nuestro camino de vuelta, tropezó en una baldosa levantada y se cayó de bruces. El susto para las dos fue mayúsculo. Lo que quiero resaltar es la inmediata y eficaz reacción de todo el mundo a nuestro alrededor: Policía Nacional, personal de seguridad, dependientes, una enfermera de compras, otros de paseo y los empleados del Samur. Entre unos y otros, llamaron a la ambulancia, acomodaron a la señora, la taparon con una prenda propia y tomaban su pulso. Todo con un respeto, afecto y delicadeza que me emocionaron. Casos como este me reconcilian con el género humano.
Karen Winn Solbakken. Madrid
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