Repeticiones. Repeticiones. Repeticiones

La reiteración puede ser una herramienta humorística o una metáfora deprimente

La repetición es un gran poder en el terreno del humor, decía Mark Twain. Me he encontrado un ejemplo en X estos días: en un fragmento del podcast Morros de nutria, el cómico Miguel Maldonado cuenta la historia de su chiste de la salsa. Resulta que perejil en portugués es salsa, por lo que (según Maldonado), salsa de perejil es salsa salsa. Como explica Maldonado (no se esconde), el chiste tiene un nivel justito, pero a él le hizo la suficiente gracia como para insistir y repetirlo una y otra vez, con lo que al cabo de los años le bastaba decir “salsa” o “perejil” para que su público se riera. La insistencia de Maldonado había convertido el juego de palabras en un chiste privado para sus fieles.

La frase de Twain viene de uno de sus artículos para Harper’s Magazine. El escritor cuenta que en la segunda conferencia que dio en su vida decidió poner a prueba esa intuición acerca del poder cómico de las repeticiones: empezó con una anécdota que ni era suya ni era desconocida ni era graciosa. Tras concluirla, hizo una pausa como si esperara una risa que sabía que no iba a llegar: “Algunos mostraban una mirada insultante; otros exhibían resentimiento; mis amigos y conocidos parecían avergonzados, y la sala, como un solo cuerpo, parecía como si se hubiera tomado un emético”. Después la contó una segunda vez, sin inmutarse y con el mismo resultado. Y una tercera y, ahí sí, el público se dio cuenta de lo que estaba haciendo y empezó a reír. “Victoria por agotamiento”, como dice Maldonado en el podcast.

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Nos reímos de la incongruencia, de lo que rompe nuestras expectativas. Y que un humorista repita una y otra vez un chiste fracasado es algo que sin duda las rompe. La repetición es un arma que no solo han usado Mark Twain y Maldonado: la hemos visto, por ejemplo, en Los Simpson, cuando el actor secundario Bob tropieza nueve veces con un rastrillo, o en Padre de Familia, cuando Peter se cae, se hace daño en la rodilla y se lamenta siete veces seguidas del dolor.

Y, por supuesto, también la vemos en las redes sociales, a pesar de que la rapidez y la brevedad parecerían ir en contra de esta herramienta humorística: por ejemplo, está detrás de cuentas de X como What a week, que cada miércoles y desde hace años tuitea la misma viñeta del capitán Haddock diciendo “vaya semana, ¿eh?”, a lo que Tintín contesta: “Capitán, estamos a miércoles” (un diálogo que en realidad viene de la serie 30 Rock, como explicó la newsletter de Verne).

Es una técnica que también han usado el poshumor y la anticomedia: las repeticiones se suelen utilizar para establecer un patrón y luego romperlo, como en los chistes de “un francés, un inglés y un español”. Cuando se opta por la repetición sin fin, el patrón no se rompe, y el humor nace de jugar con las expectativas del público, de buscar su complicidad o incluso de provocar cierta incomodidad.

La repetición también se puede poner al servicio de una idea potente. Por ejemplo, en Atrapado en el tiempo, Bill Murray vive el mismo día cada día, desde que suena en el despertador I Got You Babe, de Sonny & Cher. Durante los 101 minutos de película, el personaje de Murray intenta romper ese círculo vicioso en el que está metido y que, como ya sabemos todos, es una sátira de nuestras vidas, en las que a veces parece que los días son todos iguales: madrugar, trabajar, fin de semana, madrugar, trabajar, fin de semana, madrugar, trabajar, tres semanas de vacaciones. Y así hasta la muerte. La película es muy divertida si no piensas en esto.

Podríamos ir más allá: recordemos el mito del eterno retorno. Es una idea con la que han jugado desde los estoicos hasta Nietzsche: la posibilidad de que el universo solo termina para volver a empezar exactamente igual. Hemos vivido nuestra vida infinitas veces, sin cambios, y la tendremos que volver a vivir infinitas veces, lo que incluye volver a leer este artículo que solo se lee porque es 15 de agosto y está todo cerrado. Lo peor es que, como no nos acordamos de nada, estas infinitas repeticiones ni siquiera son graciosas. Como mucho, soltamos una risa nerviosa por el vértigo.

Esto me sirve para aclarar que no todas las repeticiones buscan siempre la risa. Pensemos en los políticos que reiteran eslóganes con la intención de que calen, o en turras como la del procés, la peor secuela del Día de la Marmota. A veces las repeticiones solo sirven para aumentar las ventas de analgésicos. Analgésicos. Analgésicos. Analgésicos. Sí, también ayudan a cuadrar un artículo si vamos cortos. Analgésicos. Analgésicos. Ya está.

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