El autonomismo leonés para despistados

La Comunidad Valenciana debería integrarse en Cataluña, Orihuela abrazarse a Murcia y Navarra ser absorbida por el País Vasco porque la unión hace la fuerza, es una razón de Estado

Una parada de autobús con una pintada del País Leonés.Emilio Fraile

Considero que la Comunidad Valenciana debería integrarse en Cataluña y ser gobernada desde la ilustre Barcelona, sin consultar a los valencianos. Donde hay razones de Estado, la democracia es un lujo innecesario. ¿Qué razones de Estado? La unión hace la fuerza, por supuesto. Si, por mor de esta nueva autonomía, los contrariados valencianos —de Valencia, pero también de Castellón y Alicante— notaran que, para colmo, su economía se deteriora, su geografía se empantana y su demografía se desploma, y osaran reclamar poder político con las mayores manifestaciones jamás vistas en Levante, nos burlar...

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Considero que la Comunidad Valenciana debería integrarse en Cataluña y ser gobernada desde la ilustre Barcelona, sin consultar a los valencianos. Donde hay razones de Estado, la democracia es un lujo innecesario. ¿Qué razones de Estado? La unión hace la fuerza, por supuesto. Si, por mor de esta nueva autonomía, los contrariados valencianos —de Valencia, pero también de Castellón y Alicante— notaran que, para colmo, su economía se deteriora, su geografía se empantana y su demografía se desploma, y osaran reclamar poder político con las mayores manifestaciones jamás vistas en Levante, nos burlaríamos de ellos, llamándolos catetos en prensa, radio y televisión. Habría tertulianos y columnistas bien preparados para tal labor.

Todo lo valenciano sería catalán. Valencia desaparecería como entidad regional de los libros de texto para que las nuevas generaciones aprendieran a exclamar con soltura lo mismo que insignes tertulianos: “¿Valencia? ¿Qué es eso?”. Si los valencianos se irritaran y dijeran que ellos son valencianos y no catalanes, nos quedaríamos perplejos. ¡Qué delirio! ¡Querer ser valencianos a estas alturas de la globalización! ¡Puro cantonalismo! La identidad es una antigualla. ¡Disfrutad de vuestra catalanidad, valencianos!

Además, algunos portavoces mediáticos de Barcelona y de Madrid les harían saber a los valencianos que, cuidado, en la comarca de Orihuela y alrededores son muy de Orihuela, a ver si van a querer separarse de Valencia y abrazarse a Murcia. Esto no sería cantonalismo. Es más, se fomentaría con dinero autonómico el orgullo de Orihuela, su orgullo casi murciano, para contento de los caciques locales.

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Y con Navarra igual. Navarra debería ser absorbida por el País Vasco, quieran o no los navarros. Quizás un alto cargo de la UCD, antiguo jefe del anterior régimen, lo decidiría con esta frase exculpatoria: “Con el corazón hubiésemos preferido votar por Navarra sola, pero han primado las razones de Estado”. ¿Qué razones de Estado? La unión hace la fuerza, faltaría más. Y la fuerza la notaría mucho la capital autonómica, Vitoria, claro que sí: ganaría en población, en poder económico y en jactancia. Navarra, sin embargo, iría menguando paulatinamente en todos los índices estadísticos. Perdería su industria, perdería sus valles —empantanados—, perdería su población, dejaría de ser un núcleo crucial de comunicaciones en favor del País Vasco, pero las ayudas europeas por la ruina general de la zona serían gestionadas desde Vitoria para su inversión en Álava y también un poco en Guipúzcoa y otro poco en Vizcaya.

Un alcalde vitoriano, alegre y locuaz, aconsejaría a los navarros mudarse a Vitoria en vez de quejarse tanto. Algunos navarros con presencia pública, queriendo terminar con la desinformación sobre su problema y explicar su sentimiento regional al resto de los españoles, contarían que el Reino de Navarra fue históricamente anterior a la articulación política de los territorios vascongados, pero se les acusaría de remontarse muy lejos en el tiempo. Y se les respondería, con tono despectivo, que la navarridad de Navarra es casi prehistoria y que pretender separar Navarra del País Vasco es independentismo de aldea.

La fiesta regional se celebraría en Álava con simbología vasca, y cualquier efeméride navarra sería ignorada. Se difundiría con fruición el mensaje público de que la Comunidad es una “historia de éxito” —pese a la ruina navarra— y se crearía con fondos regionales una fundación para promover el amor por una autonomía que —vaya por Dios— no terminaría de arraigar entre la población. Quizás los navarros empezarían a sentir cierta animadversión hacia Vitoria, no por la ciudad en sí, sino por el poder político allí concentrado. Algunos alaveses no lo entenderían. “Nosotros queremos mucho a los navarros”, dirían. ¡Y el amoroso abrazo del oso seguiría estrujando a Navarra!

Aunque se recordara públicamente que Javier de Burgos diseñó en 1833, con base histórica, las provincias y regiones que conformaron el mapa político español hasta la creación de las autonomías y que entre esas regiones no solo estaban Galicia, Castilla La Vieja, Andalucía o León, sino también Navarra, las burlas continuarían. ¡Los navarros se han vuelto nacionalistas!, se proclamaría. Mientras tanto, otras regiones que sí habrían logrado su autonomía, como León, serían vistas con envidia desde Navarra. ¿Por qué León sí y nosotros no?, se preguntarían los navarros. Si somos dos reinos históricos, si tanto leoneses como navarros ocupamos un cuarto del escudo nacional, si tenemos conciencia regional propia y la Constitución nos reconoce el derecho a la autonomía en su artículo 2; si se permitió a La Rioja y Cantabria formar su propia comunidad, pese a que eran Castilla La Vieja, ¿por qué a los navarros no? ¿Por qué, joder? ¿Por qué? ¿Quién decretó que fuéramos españoles de segunda? Y, movidos por la convicción de tener la razón de su parte, los navarros seguirían peleando por su derecho constitucional, sin rendirse y sin vulnerar la ley, a pesar de la reacción durísima del entorno despectivo y del enorme golpe económico, social y demográfico padecido por su tierra durante 40 años.

Y hasta aquí el problema autonómico leonés.

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