tribuna

Pedro Sánchez y los progresistas europeos

Solidarizarse con el presidente del Gobierno ante lo intolerable es reafirmar el valor de la democracia.

Pedro Sánchez, durante un acto de campaña de las elecciones autonómicas en el País Vasco.Vincent West (REUTERS)

Los ataques contra el honor y la familia del presidente Sánchez, los insultos, las fake-news, las calumnias, la utilización de las redes sociales para aniquilar su vida privada por incapacidad de vencer al adversario en la democracia, son la cara podrida de la época que vivimos bajo la tempestad de la extrema derecha. Es particularmente grave que un dirigente tan avezado llegue al punto de barajar abandonar la vida política por acoso, precisamente por el vínculo democrático: el peligro pesa ahora sobre...

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Los ataques contra el honor y la familia del presidente Sánchez, los insultos, las fake-news, las calumnias, la utilización de las redes sociales para aniquilar su vida privada por incapacidad de vencer al adversario en la democracia, son la cara podrida de la época que vivimos bajo la tempestad de la extrema derecha. Es particularmente grave que un dirigente tan avezado llegue al punto de barajar abandonar la vida política por acoso, precisamente por el vínculo democrático: el peligro pesa ahora sobre cada uno. Ese hostigamiento es una forma nueva de demostración de la retórica del odio.

Desde una mirada progresista europea, la figura de Pedro Sánchez es realmente singular. He aquí un joven mandatario que, frente a enemigos sin cuartel, ha ampliado la gobernabilidad española a sectores que se encontraban alejados del pluralismo parlamentario por ser considerados extremistas cuando, en realidad, representan capas sociales dañadas por la crisis económica, carentes de formaciones políticas para representarlas; asimismo, ha apostado por el diálogo entre todas las comunidades y el Estado, es decir, por un país reunido y no dividido. Es una política que se percibe con claridad desde fuera y se pone en valor. No se trata aquí de registrar un catálogo de los logros internos conseguidos, desde 2019, en condiciones muy difíciles: basta con recordar que España ha sido ejemplar en su gestión de la Covid, y que, tras el retorno del crecimiento, hoy es el país económicamente más dinámico de Europa, manteniendo en la plantilla vital los derechos sociales reconocidos estos últimos años.

La aportación del impulso español se ha manifestado también, y de manera muy acusada, a escala europea e internacional. Ha marcado decisivamente el escenario europeo de defensa de un modelo de desarrollo social-ecológico, feminista y centrado en la diversidad. El ejemplo español está siendo observado y secundado por activistas ilustrados en toda Europa (políticos, intelectuales, movimientos asociativos, etc.)

Por otra parte, con la tragedia israelí-palestina, Pedro Sánchez ha levantado la bandera de la justicia y del derecho internacional, condenando firmemente tanto los atentados terroristas contra los ciudadanos israelíes por el Hamás como la destrucción potencialmente genocida de Gaza y de los civiles palestinos por el gobierno extremista de Netanyahu. Y, añadiendo los hechos a las palabras, ha pedido el alto el fuego y liderado la petición para la creación de un Estado palestino al lado de Israel. No hay otro jefe de Estado en Europa que lo haya hecho con tanta dignidad y valentía. Ha permitido a España ser una potencia respetada y fuerte. Para muchos europeos progresistas, el símbolo que encarna trasciende su propia personalidad: una forma de hacer política y de defender valores solidarios y humanistas en un momento histórico caracterizado por el retorno de la extrema derecha, del odio y del peligro de la guerra en Europa. Es el último gran dirigente progresista europeo en el poder; solidarizarse con él frente a lo intolerable es reafirmar el valor de la democracia.

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