De gripes y ortopedias

Tropecé en los probadores de unos grandes almacenes con una pierna ortopédica de mujer, la izquierda, según deduje de la forma del zapato

Una mujer cocina en su domicilio.Getty Images/Westend61

Tropecé en los probadores de unos grandes almacenes con una pierna ortopédica de mujer, la izquierda, según deduje de la forma del zapato, que era de los de medio tacón. Parecía de muy buena calidad, no ya por el aspecto y la textura del conjunto, sino por el mecanismo de articulación de la rodilla, que poseía una complejidad de carácter orgánico. Luego se prolongaba como hasta la mitad del muslo. Yo había entrado para ver cómo me caía una camisa, pero, ante aquel curioso hallazgo, volví a la tienda y busqué al dependiente para explicarle la situación. Cuando logré dar con él y arrastrarlo has...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Tropecé en los probadores de unos grandes almacenes con una pierna ortopédica de mujer, la izquierda, según deduje de la forma del zapato, que era de los de medio tacón. Parecía de muy buena calidad, no ya por el aspecto y la textura del conjunto, sino por el mecanismo de articulación de la rodilla, que poseía una complejidad de carácter orgánico. Luego se prolongaba como hasta la mitad del muslo. Yo había entrado para ver cómo me caía una camisa, pero, ante aquel curioso hallazgo, volví a la tienda y busqué al dependiente para explicarle la situación. Cuando logré dar con él y arrastrarlo hasta el lugar de los hechos, la pierna había desaparecido. El empleado puso en cuestión muy educadamente mi descubrimiento y abandoné el lugar sin llevarme nada.

Volvía a casa en el metro, donde encontré de milagro un asiento libre, cuando de súbito, observando los pies de la gente, descubrí el zapato de la pierna ortopédica. Pertenecía a una mujer de unos 40 años, rubia, que llevaba un traje de chaqueta de color gris, cuya falda, bastante ajustada, le caía por debajo de la rodilla. Colgaba de su mano derecha una bolsa de los grandes almacenes, en los que al parecer se había comprado algo, y no se le notaba la ortopedia, pues descansaba el cuerpo indistintamente sobre un pie o sobre el otro. Dudé si ofrecerle mi asiento, pero deseché la idea por miedo a que lo interpretara como un modo de acercamiento impertinente.

La mujer se bajó en Ópera cojeando apenas y yo me quedé frustrado. Tenía la impresión de haber compartido con ella una intimidad no resuelta. Quizá deberíamos haber intercambiado siquiera unas palabras. Cuando llegué a mi estación, al levantarme del asiento, se me había dormido la pierna izquierda, que parecía de madera. En esa misma línea había cogido la gripe el mes anterior y ahora acababa de contraer una prótesis. Me pregunté si también yo le habría contagiado a la mujer mi extremidad.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Más información

Archivado En