Koldo y sus circunstancias

Era lógico que en la pandemia recurriéramos a procedimientos de emergencia para acelerar la contratación pública de materiales. Pero en muchos contratos no había una justificación adecuada

El que fuera asesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García, a su salida de la Audiencia Nacional, el 22 de febrero.Ricardo Rubio (Europa Press)

La forma más fácil de enriquecerse en España es amañar un contrato público y, la más difícil, ganarlo de forma legítima. Habla con cualquier consultora o empresa proveedora de servicios para la Administración. Trabajan con un margen de beneficio estrecho porque presentan ofertas muy ajustadas temiendo que las competidoras hagan lo que, de facto, son bajas temerarias. Deben saltar mil obstáculos procedimentales y cumplir mil requisitos para optar a un contrato público y, si tienen éxito, cobrarán el dinero meses después de concluir su trabajo. Es todo, menos una ganga. ¿Cómo es posible, ...

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La forma más fácil de enriquecerse en España es amañar un contrato público y, la más difícil, ganarlo de forma legítima. Habla con cualquier consultora o empresa proveedora de servicios para la Administración. Trabajan con un margen de beneficio estrecho porque presentan ofertas muy ajustadas temiendo que las competidoras hagan lo que, de facto, son bajas temerarias. Deben saltar mil obstáculos procedimentales y cumplir mil requisitos para optar a un contrato público y, si tienen éxito, cobrarán el dinero meses después de concluir su trabajo. Es todo, menos una ganga. ¿Cómo es posible, pues, que, tan a menudo, sucedan en nuestro país escándalos de corrupción tan gigantescos y tentaculares como el del exasesor de Ábalos?

En primer lugar, al ver a Koldo, pienso en Ortega y Gasset. En su “yo y mis circunstancias”. Los “yoes” que habitan las cúpulas de nuestras administraciones —de la central a la local— son peculiares en comparación con los de otras democracias avanzadas. Tenemos un número inverosímil de asesores y cargos de libre designación, una legión de personas que deben su puesto a la confianza de su jefe político. Y eso tiene bondades, pues sirve para montar una mentalidad de equipo en el ministerio, consejería o concejalía de turno; y una gran maldad: si sospechas que un compañero hace algo inadecuado, miras hacia otro lado. En el mejor de los casos. En el peor, te involucras tú también. Un equipo puede acabar siendo una gran familia, pero también una gran mafia.

Y luego están las circunstancias. Como ha mostrado el reconocido investigador de estos temas, Mihály Fazekas, junto con Alfredo Hernández, del IBEI Barcelona, y otros coautores, España es uno de los países europeos, junto con Italia, Grecia y varias naciones del Este, que experimentó un mayor aumento del riesgo de corrupción, tanto en la contratación sanitaria como en la general, tras la pandemia.

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Era lógico que, en una crisis como la de la covid-19, recurriéramos a procedimientos de emergencia para acelerar la contratación pública de material de primera necesidad. Pero, desde el principio, órganos independientes reclamaron más controles; y, partidos como el PNV, que no se “confinara” la transparencia. En muchos contratos no había una justificación adecuada. Demasiadas adjudicaciones a dedo parece que se hicieron a ojo. La contratación pública es una pata creciente de toda sociedad moderna y representa ya alrededor del 14% del PIB de la UE. Es imperativo mejorar quién y cómo se contrata. Hay que repensar el “yo y mis circunstancias”.

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