Sí, pero ya no
Me niego a pensar, como muchos varones y no pocas mujeres, que los hombres son como esos primates que piensan con el pene y son incapaces de controlar sus instintos
Los asuntos de sexo son privados si todo va como es debido. Lo que hacen dos adultos con sus cuerpos es asunto exclusivamente suyo, siempre que se realice voluntariamente y con el acuerdo expreso del otro. El consentimiento recíproco no tiene por qué implicar el mismo grado de entusiasmo de ambas partes, por supuesto. Sé que no hablo solo de mí misma si afirmo que muchas mujeres, por no decir todas, hemos consentido, incluso propiciado e iniciado activamente, relaciones sexuales de todo tipo sin desearlas en ...
Los asuntos de sexo son privados si todo va como es debido. Lo que hacen dos adultos con sus cuerpos es asunto exclusivamente suyo, siempre que se realice voluntariamente y con el acuerdo expreso del otro. El consentimiento recíproco no tiene por qué implicar el mismo grado de entusiasmo de ambas partes, por supuesto. Sé que no hablo solo de mí misma si afirmo que muchas mujeres, por no decir todas, hemos consentido, incluso propiciado e iniciado activamente, relaciones sexuales de todo tipo sin desearlas en absoluto. Por probar, por darle gusto al otro, por arreglar un disgusto, por tener la fiesta en paz, por evitar ciertas guerras, por aburrimiento, por diversión, por interés, porque sí, ¿por qué no?: nuestro cuerpo es nuestro. Luego, una vez comenzada, el cómo continúe la fiesta es un misterio incluso para una misma. Puede que, en su transcurso, la desmotivada se motive lo suficiente como para acabar más excitada y satisfecha que su pareja. Que desconecte y active el piloto automático con el único fin de llegar a la meta que persiga: aquí, que se manifieste quien no haya aceptado, incluso buscado, un polvo rapidito y fingido orgasmos volcánicos para que el otro acabara cuanto antes y poder dormir tranquilos. Pero también puede ser que, por lo que sea, una consienta el acto sexual, deseándolo o sin desearlo, deje de consentirlo en cualquier momento y pida pararlo sin que ello tenga que conllevar asumir el riesgo de que el otro continúe a la fuerza aduciendo el supuesto débito de que todo lo que se empieza, se acaba.
Se llama libertad sexual y estoy convencida de que ellos opinan lo mismo, porque me niego a pensar, como muchos varones y no pocas mujeres, que los hombres son como esos primates que piensan con el pene y son incapaces de controlar sus instintos cuando se les provoca. Cuando eso sucede, estamos hablando de agresión sexual y, entonces sí, el sexo pasa a ser asunto de enorme interés público. El año pasado, una madrugada, una chica entró voluntariamente al lavabo de una discoteca con el futbolista Daniel Alves sabiendo a lo que iba, según su denuncia, pero luego se arrepintió y, cuando quiso parar el asunto, él siguió a lo suyo. Él aduce que fue todo consentido, pero que iba hasta las trancas, por si acaso. El caso se está juzgando en Barcelona con 270 periodistas de todo el mundo como testigos. La ocasión lo merece. Sea cual sea, la sentencia del “sí, pero ya no” será polémica, pero así se cambia la historia.