Eventos Feijóo
Estas manifas, semanales como misas preconciliares, son eventos ‘boutique’ comparados con los millones de personas, seguro que terroristas, que salían a la calle a favor del ‘procés’
Estas manifas de Alberto Núñez Feijóo, semanales como misas preconciliares, son eventos boutique, comparados con los millones de personas, seguro que terroristas (según la extravagante idea de los sucedáneos de juez empotrados en-o-por el PP) que salían a la calle a favor del procés.
Su endeblez es sobre todo funcional: cumplen los roles de aparentar acción y de tapar las incoherencias lógicas, brav...
Estas manifas de Alberto Núñez Feijóo, semanales como misas preconciliares, son eventos boutique, comparados con los millones de personas, seguro que terroristas (según la extravagante idea de los sucedáneos de juez empotrados en-o-por el PP) que salían a la calle a favor del procés.
Su endeblez es sobre todo funcional: cumplen los roles de aparentar acción y de tapar las incoherencias lógicas, bravatas y yerros con los que la movilización permanente condena al líder conservador que la eligió como forma de oposición.
En pocos días, Feijóo ha pasado de suscribir una reforma exprés de la Constitución (29 de diciembre), a proclamar que gracias a la amnistía y a Pedro Sánchez “el país se queda sin Constitución” (22 de enero)..., para acabar votando su reforma tres días después. Si ya no hay Constitución ¿cómo es que logra modificarla con su voto? Extraña magia.
Jocoso: “La soberanía nacional ya no reside en las Cortes” —no en el Congreso porque allí todo “da igual”—, sostiene Feijóo. Ignora. O se lía, pues la Constitución fija que la soberanía “reside en el pueblo español”; de él “emanan los poderes del Estado”. Si deslegitima al Congreso, se autoanula (cobra como diputado); si al Senado, se ríe de la mayoría del PP en esa Cámara.
Más diver, imputa a Sánchez la presunción de que “lidera un movimiento contra la Constitución” (6 de diciembre), pero la actuación anticonstitucional más flagrante es la negativa del PP durante durante cinco años a votar un nuevo Consejo del Poder Judicial, a lo que le obliga el artículo 122 de la Carta Magna.
En lo laboral, el PP recurre al Tribunal Constitucional la reforma laboral; “rechaza” el alza del salario mínimo; denosta que el Gobierno “imponga” reducir la jornada. Ahí no se contradice a sí mismo, sino a la sociedad. Todas estas medidas reciben un fuerte apoyo ciudadano, a veces de dos tercios, según demostró el barómetro de 40dB. (EL PAIS 21 y 22 de enero).
En lo judicial, se escandaliza porque la vice Teresa Ribera critique a un juez “cierta querencia” política (error en una ministra; pero descripción certera) mientras Feijóo bramó el 29 de diciembre de 2022 contra el “obscenamente partidista” Tribunal Constitucional: cuando el único militante que lo ha presidido fue Francisco Pérez de los Cobos... del PP. Y así, claro, el dicharachero Esteban González Pons exuda que esa institución clave es “el cáncer del Estado de derecho”. Él rectifica; Feijóo, no.
Eso explica que el PP exhiba una estimación de voto del 31,2% —dato del CIS—, pero solo un 16,5% prefiera a su líder como presidente. No se fían de él, pobriño, ni quienes le votan.