La prioridad de Macron

El presidente francés sacrifica a su primera ministra tras aprobar la polémica ley migratoria aplaudida por Le Pen

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su mujer, Brigitte Macron, rinden homenaje al expresidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, el pasado día 5 en Los Inválidos.Christian Liewig - Corbis (Getty Images)

De los problemas políticos que tiene Emmanuel Macron en la segunda mitad de su último mandato presidencial, ninguno es tan grave como la posibilidad de que su sucesora en 2027 sea Marine Le Pen, jefa del Reagrupamiento Nacional, formación histórica de la extrema derecha francesa. Todos sus esfuerzos, tras ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

De los problemas políticos que tiene Emmanuel Macron en la segunda mitad de su último mandato presidencial, ninguno es tan grave como la posibilidad de que su sucesora en 2027 sea Marine Le Pen, jefa del Reagrupamiento Nacional, formación histórica de la extrema derecha francesa. Todos sus esfuerzos, tras el relevo este martes de su primera ministra, la veterana tecnócrata Élisabeth Borne, por el joven Gabriel Attal, se centran en evitar que esto suceda.

La llegada de Attal a Matignon, sede de la jefatura de Gobierno, cierra una etapa complicada para Macron. Tras derrotar a Le Pen y salir reelegido para un segundo quinquenio en las presidenciales de 2022, perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional en las legislativas del mismo año. En este contexto, no supo buscar alianzas con los partidos de oposición, instalados con frecuencia en el bloqueo sistemático.

El resultado ha sido un año de crisis democrática. Desde que fue nombrada primera ministra hace 20 meses, Borne ha usado 23 veces el artículo 49.3 de la Constitución, que permite esquivar el voto parlamentario e imponer una ley por decreto. Así se adoptó la polémica reforma de las pensiones, que en la primera mitad del 2023 movilizó a la oposición y los sindicatos con meses de huelgas y manifestaciones. Una vez adoptada esa reforma, al inicio del verano, estallaron los disturbios en la banlieue, los extrarradios urbanos empobrecidos. Ya entonces se especuló con el posible relevo de Borne. El cargo que ostentaba tiene a veces la función de un fusible: cuando el presidente tiene problemas, quita al primer ministro.

Lo que ha precipitado la crisis de Gobierno ha sido la adopción en diciembre de la ley de inmigración. El proyecto inicial ofrecía un equilibrio entre medidas represivas y otras más progresistas. Pero la izquierda se negó a debatirla en el hemiciclo y los macronistas pactaron con la derecha moderada un texto que endurece drásticamente las condiciones para que los extranjeros se beneficien del Estado de bienestar. Reagrupamiento Nacional votó a favor y el aplauso de Le Pen —que llegó a hablar de “victoria ideológica”— resultó embarazoso para un presidente que se presenta como su gran oponente. Decenas de diputados del partido de Macron votaron en contra de la ley o se abstuvieron y el ministro de Sanidad, Aurélien Rousseau, dimitió. El macronismo había alcanzado sus límites.

El nombramiento de Attal debe servir, según Macron, para impulsar un proyecto de “rearme y regeneración”. Le Pen está al acecho. Su partido parte como favorito para las elecciones europeas de junio, primer examen para el nuevo primer ministro. Su misión es conjurar el fantasma de la extrema derecha en Francia. El mayor fracaso de Macron sería que su sucesora fuese Marine Le Pen. También sería un fracaso que lo evitara asumiendo parte de su discurso y de sus políticas.


Más información

Archivado En