Machismo juvenil
La violencia de género crece entre los adolescentes y obliga a reflexionar y actuar como sociedad
Los comportamientos machistas están creciendo de manera preocupante entre los más jóvenes. Más de 11.000 de los 20.515 niños, niñas y adolescentes a los que asistió la Fundación ANAR (Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) entre octubre de 2018 y octubre de 2022 por distintos tipos de violencia contra las mujeres refirieron casos de violencia machista en su último informe, que señala también...
Los comportamientos machistas están creciendo de manera preocupante entre los más jóvenes. Más de 11.000 de los 20.515 niños, niñas y adolescentes a los que asistió la Fundación ANAR (Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) entre octubre de 2018 y octubre de 2022 por distintos tipos de violencia contra las mujeres refirieron casos de violencia machista en su último informe, que señala también el crecimiento de la violencia sexual. Que estas conductas entre las generaciones más jóvenes sean cada vez más frecuentes debe llamar a la reflexión general —y no solo de los poderes públicos—, y más cuando ocurre cuando las mujeres se han alzado como nunca antes en casi todo el mundo contra el machismo.
El informe de la fundación pone sobre la mesa otros apuntes inquietantes: el 70,3% de las adolescentes no denuncian la violencia que sufren ni tienen intención de hacerlo; el 47,1% no es consciente del problema; en el 79,7% de los casos tienen una implicación relevante las nuevas tecnologías. Son tres factores que, como otros presentes en este tipo de violencia, han aumentado de forma muy significativa tras la pandemia, lo que avala que la covid-19 y el confinamiento han contribuido a agravar la violencia machista en España.
Los varones jóvenes siguen reproduciendo los antiguos patrones de un comportamiento en los que el agresor siempre busca una posición de poder sobre su pareja para controlar su conducta. Ese deseo de control lo han exacerbado todavía más las nuevas tecnologías. Son patrones en los que confluyen múltiples causas, muchas estructurales y de compleja solución, pero cuya pervivencia resulta indisociable del aumento en los últimos años del antifeminismo entre los adolescentes, y todo esto a pesar del éxito social del movimiento feminista, con el que se identifican una mayoría de jóvenes, como constataba en mayo un estudio de FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) Juventud. Ese discurso negacionista para el que no existe el machismo violento o que minimiza su importancia ha llegado lamentablemente en los últimos tiempos a diversas instituciones españolas.
Un problema añadido procede de que, aunque los alumnos deben recibir educación afectiva y sexual en la escuela, en la práctica se imparte de forma muy irregular y, en general, escasa. La mayoría de los docentes tampoco han recibido formación específica al respecto. Y la educación sexual se ha visto demasiadas veces en el centro de polémicas interesadamente agitadas por sectores conservadores. Quienes padecen esas carencias son niños y adolescentes que nunca habían estado expuestos a una hipersexualización tan intensa y a tan fácil y precoz acceso a una pornografía violenta y machista. Invertir la curva creciente del machismo juvenil tiene que ser un objetivo de todos como sociedad.