Gaza: el terror detrás del terror

Ninguna causa es lo suficientemente justa como para asesinar un solo niño en su nombre, ni siquiera vengar la muerte de otros niños

Destrucción en la franja de Gaza tras un ataque israelí, este viernes.Ahmad Hasaballah (Getty Images)

Cuando, de niños, estudiábamos Historia, los acontecimientos tenían antecedentes. En el recuadrito amarillo, que bastaba para un aprobado raspado, no aparecían. Pero había páginas enteras dedicadas a explicar lo que ocurrió antes (y después), para comprender el hecho en su complejidad.

Pero buena parte de los políticos y periodistas occidentales parecen haberse saltado esas clases. Para ellos, los conflictos comienzan cuando “uno de los nuestros” recibe el golpe. La guerra en Ucrania habría empezado con la...

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Cuando, de niños, estudiábamos Historia, los acontecimientos tenían antecedentes. En el recuadrito amarillo, que bastaba para un aprobado raspado, no aparecían. Pero había páginas enteras dedicadas a explicar lo que ocurrió antes (y después), para comprender el hecho en su complejidad.

Pero buena parte de los políticos y periodistas occidentales parecen haberse saltado esas clases. Para ellos, los conflictos comienzan cuando “uno de los nuestros” recibe el golpe. La guerra en Ucrania habría empezado con la invasión rusa en 2022, y analizar los ocho años anteriores de conflicto, con 14.000 muertos, es ser pro-Putin. De la misma forma, el conflicto entre Israel y Palestina empezaría con los terribles atentados del sábado. Y explicar, basándonos en los hechos, que el Estado de Israel se levanta sobre sangre palestina, sería blanquear el terrorismo de Hamás.

Pero como aquí se juega algo más que un aprobado raspado, conviene ir más allá del recuadrito amarillo. Y tener en cuenta que, tras el terror de este ataque, hay más de 50 años de terrible agresión israelí, de asentamientos militares y matanzas, incluyendo un creciente número de incursiones, disturbios y bajas palestinas en lo que va año.

Ninguna causa es lo suficientemente justa como para asesinar un solo niño en su nombre, ni siquiera vengar la muerte de otros niños. Pero tras el terrorismo de Hamás está el terror de los 38 críos asesinados por Israel en Cisjordania este año (antes del atentado del sábado), y los seis que murieron en Gaza. Está el bloqueo sistemático de Israel al autogobierno palestino, alentando su división en grupos más radicales e incumpliendo cada tratado hasta convencer a parte de los palestinos de que solo la violencia es escuchada.

Tras el terror de los cohetes lanzados sobre Sderot se encuentra su terrible pasado de limpieza étnica. El presente de un pueblo en una situación de miseria en la que sus combatientes solo pueden enfrentarse con cohetes o cuchillos al ejército de un Estado nuclear.

Tras el terror de tirotear a inocentes bailando se encuentra la frivolidad de sionistas capaces de montar un festival al lado de un campo de concentración. El terror de una verja cuya ruptura ha conducido al crimen, pero cuya mera existencia era de por sí un crimen. Tras el terror de los secuestros se encuentra la terrible realidad de que los palestinos utilizan la toma de rehenes para intercambiarlos por compatriotas encarcelados, muchos de ellos sin juicio, cientos de ellos menores.

Tras el terror expresado por la comunidad internacional está el terror de su doble rasero, con Von der Leyen afirmando hace un año que el ataque ruso a infraestructuras eléctricas ucranias era un crimen de guerra, pero ahora bendiciendo el derecho de Israel a realizar esas mismas acciones, y cuantas quiera para castigar a todo un pueblo.

Después del recuadrito amarillo, en los libros de Historia solía haber un apartado dedicado a las consecuencias. Los brutales atentados de Hamás, que se cobraron la vida de alrededor de 1.300 personas en Israel, se han saldado una semana después con más de 1.800 palestinos asesinados, unos 500 de ellos niños. Solo que sus muertes no van rubricadas por un grupo terrorista, sino por un terrorismo de Estado, el de Israel, que cuenta con el apoyo de nuestras élites.

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