Català de pagès

La expresión usada por la periodista Andrea Gumes para confesar que le costó el léxico de la última novela de Irene Solà enardece a tanto ‘lletraferit’ que corre por las redes

Irene Solà en una imagen cedida por Anagrama.ALBA YRUELA

El catalán está de moda. Sobre todo después de que Pedro Sánchez necesite como sea para la investidura el apoyo de esos independentistas que hace dos días eran unos tránsfugas peligrosos y ahora se perfilan prácticamente como hombres de Estado. Siempre es una alegría comprobar cómo las lógicas del poder permiten afirmar una cosa y después la contraria sin despeinarse. Una ligereza que exonera también al resto de los mor...

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El catalán está de moda. Sobre todo después de que Pedro Sánchez necesite como sea para la investidura el apoyo de esos independentistas que hace dos días eran unos tránsfugas peligrosos y ahora se perfilan prácticamente como hombres de Estado. Siempre es una alegría comprobar cómo las lógicas del poder permiten afirmar una cosa y después la contraria sin despeinarse. Una ligereza que exonera también al resto de los mortales: el presidente lo hizo primero.

En Twitter, sin embargo, los usuarios se lo toman todo mucho más a pecho. Que se lo digan a la periodista Andrea Gumes, que lleva un par de días en la cresta de la ola. La polémica nace de la siguiente manera: Gumes protagoniza un podcast conversacional —la charla de bar de toda la vida o, en versión pomposa, la tertulia del ateneo de moda— con la también periodista Berta Gómez donde hablan de novedades literarias. Lejos de los envarados señores con sombrero, gafas de pasta y fular anudado al cuello, Gumes confiesa que la lectura de la nueva novela de la escritora catalana Irene Solà Et vaig donar els ulls i vas mirar les tenebres (Anagrama)— le resultó complicada. “Es que tiene unas palabras… De un catalán antiguo, de un català de pagès”, suelta, candorosa. Y alaba a la traductora al castellano.

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El vídeo se cuelga en Twitter y la descarga eléctrica es automática: “el catalán os va grande”, “ignorantes”, “catalanófobas”, “analfabetas”, “mermadas”, “chonis con ínfulas”, “garrulas”, “retrasadas”... Un millón de reproducciones y un centenar de insultos. Me interesa especialmente el comentario que recomienda a las dos periodistas mudarse a un programa en el que “hablan de uñas” donde quizá se sienten “más cómodas”. ¿Podría el autor, si casualmente lee esta columna, indicar dónde y a qué hora se emite? Pura información de servicio.

Para Berta Gómez, la respuesta a la altura de la polémica fue llamar “sabandijas” a los insultadores profesionales. Pero, por lo que sea, ha borrado ese tuit que debería constar en los anales de la red social, como aquel que un día el también periodista Rafael Méndez dedicó a los periodistas de sucesos. Andrea Gumes, en cambio, se ha disculpado con un texto que explica muy despacio qué quiso decir: que cuando lee, en lugar de pasar páginas sin más, lo hace con un diccionario al lado para buscar y anotar las palabras que no entiende. Y que en el caso de Solà, son muchas, porque utiliza un catalán con el que no está familiarizada. Una respuesta sin ínfulas ante tanto lletraferit por la invasión —¿charneguil?— del espacio cultural.

No han faltado quienes han visto en el “català de pagès” un insulto —ser de payés debe ser algo malo— a la riqueza léxica. Y hasta desean veladamente que Gumes sea expulsada de la televisión pública por cateta: “Realmente es divertido vivir en un mundo donde puedes decir que el catalán literario es intraducible y no lo entiendes y al día siguiente tener un programa en TV3″.

De haber leído la que se lió en Twitter en 2017 cuando EL PAÍS publicó, en otro desliz de ingenuidad, que los jóvenes que atentaron en La Rambla y en Cambrils estaban tan integrados que hablaban un “catalán de payés”, Gumes jamás habría utilizado esa expresión. Da igual que todo el mundo entienda a qué se refiere: un catalán poco contaminado por el castellano, rico, con el que sueñan aquellos que jamás sabremos pronunciar las eses sonoras o las eles geminadas. La cuestión es enfadarse mucho. Pero tampoco hay que darle más vueltas. La caterva siempre encuentra un motivo con el que pasar la tarde. Un mal día tras otro lo tiene cualquiera.

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