Lo que Cristina Kirchner ya sabe

Durante años, la expresidenta alentó y se benefició de ese talento de muchísimos magistrados argentinos para bailar al ritmo del poder

Cristina Fernández en Buenos Aires (Argentina), en agosto de 2022.Rodrigo Abd (AP)

Cristina Fernández de Kirchner sabe que se avecinan tiempos bravos para ella. Lo sabe porque sabe lo que hicieron ella, el extinto Néstor Kirchner y su hijo Máximo a la hora de manejar e incrementar el patrimonio familiar. Y lo sabe porque sabe cómo son los jueces y fiscales argentinos, tiempistas excepcionales y dueños de un olfato exquisito que les permite detectar dónde está el poder, quién lo tiene y quién lo pierde… y actúan en consecuencia.

Lo sabe Fernánde...

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Cristina Fernández de Kirchner sabe que se avecinan tiempos bravos para ella. Lo sabe porque sabe lo que hicieron ella, el extinto Néstor Kirchner y su hijo Máximo a la hora de manejar e incrementar el patrimonio familiar. Y lo sabe porque sabe cómo son los jueces y fiscales argentinos, tiempistas excepcionales y dueños de un olfato exquisito que les permite detectar dónde está el poder, quién lo tiene y quién lo pierde… y actúan en consecuencia.

Lo sabe Fernández de Kirchner porque durante años alentó y se benefició de ese talento de muchísimos magistrados argentinos para bailar al ritmo del poder. Bastará con recordar, por citar apenas un ejemplo patético, cómo el juez federal Norberto Oyarbide la sobreseyó junto a su marido en la investigación penal por enriquecimiento ilícito en un trámite exprés cuyo final firmó cuando un emisario lo apretó “del cogote” y en su despacho. Literal.

Lo sabe la vicepresidenta, también, sin necesidad de leer los profusos análisis académicos de la profesora de la Universidad de Rochester, Gretchen Helmke, quien dedicó años y más años a analizar más de 15.000 fallos de la Corte Suprema de Justicia argentina para detectar lo que denominó la “lógica de la defección estratégica”. Traducido al español: jueces que toman decisiones acomodaticias al poder.

Lo sabe Fernández de Kirchner porque ella no creo, pero sí alentó esa dinámica. Así lo hizo, por dar otro ejemplo, cuando reformó el Consejo de la Magistratura –el órgano a cargo de designar y remover los jueces de la Nación- en aras de una declamada “democratización de la Justicia” que en los hechos fue todo lo contrario hasta que la Corte Suprema fulminó esa reforma y retrotrajo el Consejo a su versión anterior.

Lo sabe la vicepresidenta, por supuesto, porque vio recorrer esa misma senda de impunidad y ostracismo al ex presidente Carlos Menem, a quien denostó y de quien se mofó junto a su marido en público, como cuando el riojano tomó juramento como senador nacional en 2005 y Néstor Kirchner se tocó un testículo para repeler la mala suerte. Porque Menem, que había gozado de pleitesía judicial y una “mayoría automática” que lo blindó desde la Corte Suprema mientras ocupó la Casa Rosada, desfiló por los tribunales hasta su muerte, a menudo citado por varios de esos mismos magistrados que lo habían adulado.

Tanto lo sabe Fernández de Kirchner que intentó todo para evitar la senda de Menem. Como bregar por una reforma judicial y por ampliar la Corte Suprema desde que volvió al poder en diciembre de 2019. Y así fue como denunció una y otra vez que era víctima de un lawfare –es decir, una persecución política plasmada a través de la judicatura-, pero ni siquiera el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva –quien sí fue víctima de un proceso judicial amañado en su país-, se negó a reunirse con ella cuando vino de gira oficial a Buenos Aires.

Su prédica –pero sobre todo su poder- le redituaron algunos beneficios a Cristina Fernández. Desde que volvió al Gobierno en 2019 cosechó varios sobreseimientos penales; algunos previsibles, otros cuestionables. Pero no alcanzó a capear todos los frentes de tormenta antes de que el gobierno de Alberto Fernández comenzara a decirle adiós la Casa Rosada, acorralado por una pésima gestión. Y muchos jueces y fiscales, tiempistas excepcionales, dueños de un olfato exquisito, saben que el poder vira hacia otras orillas.

Así, la reapertura de los expedientes Hotesur y Pacto con Irán llevarán al banquillo de los acusados a la mujer que llegó a afirmar que sólo había que temerle a Dios y “un poquito” a ella. De prosperar, podría sumar dos condenas más a la que ya arrastra en el caso Vialidad por delitos de corrupción. Y aunque jamás pisará una celda porque tiene más de 70 años, su presente y futuro es aciago. Lo sabe ella y lo saben los jueces y fiscales, sabuesos del poder.

Ahora, Cristina Fernández necesita que Axel Kicillof retenga la provincia de Buenos Aires como refugio y bastión durante los próximos años, para desde allí soñar con un eventual retorno al poder si se alinean los planetas. Sólo así evitará un final similar al de Menem. Y sólo así logrará que los jueces y fiscales vuelvan a alinearse a sus designios.

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