Editorial

23-J: Votar por la convivencia

Por primera vez en 40 años estas elecciones pueden abrir las puertas del Gobierno de la nación a la ultraderecha

Un hombre deposita su voto en un colegio electoral de Valencia durante las pasadas elecciones municipales y autonómicas.MONICA TORRES

La trascendencia de las elecciones generales que hoy celebra España es histórica, sin temor a exagerar su relevancia. Las urnas decidirán si los españoles prefieren una reedición actualizada de la coalición progresista con PSOE y Sumar, o bien escogen una renovación radical del Ejecutivo conformado por una mayoría de diputados del PP, con el apoyo de un partido, Vox, abiertamente alineado en su discurso y en su práctica política con la más radical ultraderecha europea.

La alternancia en el Gobierno entre la derecha y la izquierda está ampliamente consolidada en nuestro país. En momentos...

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La trascendencia de las elecciones generales que hoy celebra España es histórica, sin temor a exagerar su relevancia. Las urnas decidirán si los españoles prefieren una reedición actualizada de la coalición progresista con PSOE y Sumar, o bien escogen una renovación radical del Ejecutivo conformado por una mayoría de diputados del PP, con el apoyo de un partido, Vox, abiertamente alineado en su discurso y en su práctica política con la más radical ultraderecha europea.

La alternancia en el Gobierno entre la derecha y la izquierda está ampliamente consolidada en nuestro país. En momentos históricamente muy dolorosos, como los atentados yihadistas de 2004, España supo vivir un cambio de gobierno —de los populares a los socialistas—, con la fabulación de la atribución —falsa— a ETA al fondo. La democracia española vivió también —con la misma naturalidad que en 1982 y 1996— un nuevo cambio cuando el deterioro de la crisis económica en 2010 fue tan grave que el presidente Rodríguez Zapatero hubo de pactar una reforma constitucional con el PP en un fin de semana para fijar el techo de gasto y convocar unas elecciones anticipadas que condenaban al PSOE a la oposición, como así sucedió, y una mayoría histórica a la derecha.

El bipartidismo de la alternancia PSOE-PP acabó en 2015. Una nueva realidad política ha llegado a las Cortes fragmentando la representación de los españoles e inaugurando una etapa que —tras varios años de inestabilidad que obligaron a prorrogar en tres ocasiones los Presupuestos Generales del Estado— ha alumbrado el primer Gobierno de coalición de la democracia, que sí ha conseguido aprobar año a año y en tiempo y forma sus propios presupuestos y agotar prácticamente la legislatura pese a haber tenido que afrontar una pandemia global, una guerra en suelo europeo y una grave crisis de inflación asociada a ella.

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Hoy acudimos a las urnas de nuevo y hasta que se abran y se realice el escrutinio de los votos, cualquier resultado es posible. Todos los estudios demoscópicos apuntan que cualquiera de los dos grandes partidos —PSOE y PP— necesitará pactar para gobernar. La dificultad de la derecha española para tejer alianzas, incluso con las derechas periféricas, la fragmentación del voto y la reciente trayectoria y declaraciones de los líderes del PP, conducen a la posibilidad de que la extrema derecha de Vox entre por primera vez en el Gobierno de España, si los números dan ese resultado.

Este periódico no tiene ninguna inquietud, ni grande ni pequeña, ante el hecho de que el 23-J se dirima un Gobierno de derechas o de izquierdas. El voto que defiende EL PAÍS desde su fundación hace casi medio siglo es genuina y escrupulosamente democrático. Pero Vox promueve políticas regresivas y reaccionarias que aspiran a desarbolar, por primera vez en la historia contemporánea de España, la construcción de un país muy bien puntuado en los estándares de calidad democrática más exigentes y que intenta salir, con diálogo democrático, de sus traumas más recientes, como el sabotaje constitucional de 2017 en Cataluña. Contra lo que escribió Jaime Gil de Biedma, dejó de ser verdad hace mucho tiempo que “De todas las historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España, / porque termina mal”.

Fue verdad cuando escribía el poeta, en los años sesenta y en pleno franquismo todavía, pero ya no lo es medio siglo después, aunque Vox no reniegue de la dictadura. Hoy es un país moderno, europeísta, tolerante, inclusivo con las diferencias de raza, de clase, de religión o de etnia, de origen o de opciones personales y familiares de todo tipo, exigente con la igualdad de las mujeres, defensor de los derechos LGTBI, respetuoso con los inmigrantes y sus a menudo circunstancias biográficas traumáticas y comprometido masivamente con la amenaza objetiva de un calentamiento global causado por la acción del hombre y que solo la acción del hombre podrá frenar. En definitiva, los españoles se hacen cargo de un mundo cada vez más complejo y que nos enfrenta a tantas preocupaciones como oportunidades. Muchas de estas características que definen a las mayorías sociales en España se ven desafiadas por una ultraderecha que introduce una anomalía grave en la cultura de convivencia que los españoles han levantado con esfuerzo. Algunos ejemplos prácticos de ese desafío los estamos viendo en los municipios y ejecutivos autonómicos donde ya gobierna Vox con el PP.

Los votantes que hoy acuden a las urnas han vivido una campaña electoral muy centrada en la verdad y la mentira. Entre las mentiras más graves, la que pretendió sembrar sospechas sobre el propio proceso electoral en el voto emitido por correo. El 94,2% de quienes solicitaron el voto postal lo había podido ejecutar el viernes, el porcentaje más alto desde 2008 y con un incremento notable de la demanda por las fechas veraniegas de la convocatoria electoral. El éxito inobjetable de este servicio público, de sus responsables y de sus trabajadores, evidencia el grado de peligrosa toxicidad que ha conseguido introducir en la vida española la asunción y normalización del discurso ultra por los conservadores y que —en relación con el cuestionamiento del proceso de voto— sólo habíamos observado en los Estados Unidos de Trump o en el Brasil de Bolsonaro. Esa influencia ultra sobre los partidos tradicionales de derechas es ahora mismo el caballo de batalla europeo porque cuestiona algunos de los ejes existenciales de la UE y España puede ser determinante en los equilibrios comunitarios.

La cita decisiva es hoy. No hay duda alguna sobre la transparencia y eficiencia del sistema electoral español. La democracia no es una rutina, es una oportunidad de futuro, y solo ejerciendo el voto es posible conquistarlo.


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